Una monja alemana llamada Hildegard von Bingen, era una mujer conocida por la diversidad de talentos con los que contaba, como ser abadesa, compositora, mística, escritora, filósofa y otro de sus sorprendentes dones era ser proveedora de servicios médicos. Aunque esto pueda sonar inverosímil para el oído moderno, la monja católica Hildegarda, que ahora es santa, también recetó abortos medicinales.
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En la era medieval, los monasterios servían como proto-hospitales, con monjas y monjes que atendían a miembros de la comunidad, soldados y viajeros heridos y enfermos. Los padres de Hildegard habían entregado el diezmo de su décimo hijo a la iglesia, por lo que a los 14 años la enviaron a un monasterio doble (que albergaba a hombres y mujeres) en la región del Bajo Rin, así que probable que haya sido entrenada como trabajadora de enfermería tratando sus males propios.
Hildegard realizó algunos trabajos sobre religión y ciencia, por ello se cree que comenzó a escribir sus dos textos médicos masivos, Physica y Causae et Curae , alrededor de 1150. En los libros, Hildegard hace 437 afirmaciones de usos medicinales para 175 plantas diferentes. Ella describe el uso de varios emenagogos botánicos (estimuladores de la menstruación) y abortivos: asarum, eléboro blanco, matricaria, tanaceto, oleaster, farn.
Como ejemplo, en el caso del asarum, también conocido como jengibre silvestre europeo o nardo silvestre, explica: “Lo comerá una mujer embarazada, ya sea porque languidece o aborta a un niño que es un peligro para su cuerpo, o si no ha tenido un período menstrual por un período de tiempo que duele”.
Algunos estudios farmacológicos modernos han demostrado que muchas de las plantas que menciona Hildegard son efectivas para provocar la menstruación o el aborto, aunque es importante señalar que las preparaciones y dosis medievales no se han replicado completamente.
Las recetas para el control de la natalidad o los métodos de aborto circulaban ampliamente entre los profesionales médicos y también aparecían regularmente en los libros de recetas de los hogares. El texto farmacéutico del primer siglo De Materia Medica , del médico griego Pedanius Dioscórides, enumera 959 sustancias de las cuales 141 provocan la menstruación, 49 expulsan un embrión, 18 interrumpen un embrión y seis “causan el aborto”. Estas recetas aparecían regularmente en los libros de medicina durante la era medieval, lo que sugiere que el aborto se consideraba un procedimiento de atención médica de rutina.
A sus 50 años de edad, Hildegard decidió mudarse al norte a Bingen en el Rin y construir un nuevo monasterio para ella donde pasó 30 años como abadesa y fue entonces que escribió sus libros de medicina y donde se convirtió en una doctora reconocida
En la Edad Media varios códigos legales seculares en toda Europa también castigaban los abortos, sin embargo consideraban lo avanzado que estaba este y si la vida de la mujer estaba en peligro, también los legisladores vieron en la necesidad de castigar a las mujeres que maliciosamente privaron a sus maridos de un heredero, ya que su deber era proporcionar descendencia a su marido y sabotear esa obligación no podía quedar impune.
Por otro lado, las hierbas abortivas no estaban exentas de riesgos, ya que dependiendo de la dosis podría haber una delgada línea entre lo curativo y dañino, una sobredosis de asarum, por ejemplo, puede provocar parálisis; demasiado tejo puede causar problemas cardíacos o la muerte.
Muchas leyes medievales regulaban el suministro de hierbas clasificadas como potencialmente venenosas, el hecho de que las leyes medievales y los textos de la iglesia aborden el tema del aborto ya que era considerado común como para justificar su mención y codificación, aunque es imposible determinar con qué frecuencia ocurría el aborto en la era medieval. Al carecer de datos oficiales sobre abortos, los historiadores deben considerar el hecho de que probablemente hubo una brecha entre lo que declaró la ley y lo que sucedió en la sociedad.
Al igual que en los tiempos modernos, la riqueza y el poder significaron un mayor acceso a los abortos, las de la corte tenían boticarios de historia a su disposición, mientras que los pobres tenían que ingeniárselas con todo lo que podían conseguir.
Nota publicada originalmente en El Sol de Hermosillo