Imposible dejar de escribir sobre Margot Robie como la encarnación de la icónica muñeca Barbie. El estreno de su película echó a andar el aparato de mercadotecnia y ventas asociado a dar nueva vida a una marca que ha sido desplazada por otras muñecas en el mercado.
Entre 2016 y 2020, el crecimiento anual de la venta de la muñeca de Mattel fue de -3,3%. En comparación con My Little Pony las princesas de Disney crecían en 1.5% al año y la Bratz, en 3.6%.
En resumen: ¡Urgía la película de Barbie! No solo para resucitar la Barbie Mania, sino para mejorar sus números de ventas y traer a la conversación, nuevamente, dos temas fundamentales para la educación sexual: la hipersexualización y los estigmas de género.
Hay que releer la entrevista que la actriz australiana Margot Robie dio a la emblemática revista de moda Vogue respecto a que Barbie es una muñeca de plástico y, por lo tanto, no tiene órganos, incluidos los reproductivos.
“Si ella no tiene órganos reproductivos, ¿sentiría deseo sexual? No, no creo que pudiera (...) Ella está sexualizada. Pero nunca debería ser sexy. La gente puede proyectar sexo sobre ella. Sí, puede usar una falda corta, pero porque es divertida y rosa. No porque quisiera que le vieras el trasero”, se lee en esa publicación.
¿Qué es la hipersexualización de Barbie?
Vogue era el medio de comunicación natural para anunciar los detalles de la película de una muñeca que desde que se lanzó al mercado, en 1959, se ligó a la industria de la moda.
Antes de Barbie, las muñecas asignadas a los juegos infantiles eran aquellas que eran precisamente bebés o representaciones de niños y niñas. En los años 50, la empresaria estadounidense Ruth Handler se dio cuenta que a su hija le gustaba diseñar vestidos de papel y vestir a los personajes que trazaba en sus libretas.
Bárbara, la hija de Hander, hacía lo que muchas niñas y niños hacen, porque están inmersos en un mundo de adultos y buscan representar, en su juego, lo que ven a su alrededor. Sin que eso signifique que estén hipersexualizados.
La historia cuenta que en un viaje que Handler hizo a Suiza, en 1956, descubrió un juguete sexual alemán llamado Bild Lilli, una pequeña muñeca de plástico que se vendía en bares y sex-shops para los adultos.
Handler compró tres de esas muñecas. Buscó a un fabricante japonés para crear un producto similar que tuviera curvas menos dramáticas, menos maquillaje pesado, labios menos exagerados y ropa muy bonita.
Así que Barbie no nació para hipersexualizar a las niñas, sino para ofrecerles una alternativa en su juego.
Hay que decir que, hasta cierto punto, las muñecas Barbie son anatómicamente correctas, porque tienen definido el busto de una mujer adulta (aunque sea exagerado en sus proporciones), pero las nuevas generaciones de muñecas producidas por otras marcas (como ocurre con las OMG de MGA Entertainment) también tienen un busto, mucho más pequeño y proporcionado, con los pezones marcados y eso es un punto positivo en materia de educación sexual.
Las múltiples críticas alrededor de Barbie, en estás más de seis décadas, están más relacionadas con sus campañas de promoción y no tanto con la muñeca en sí misma.
La referencia es a la publicidad que sí hacía énfasis en conductas negativas como “dejar de comer” para perder peso. Sin embargo, Mattel ha sido bastante hábil para enmendar sus errores y comenzar a mandar mensajes de empoderamiento femenino a través de las nuevas versiones de la muñeca.
En referencia a la hipersexualización, se trata de una proyección que los adultos hacen sobre la muñeca. ¿Cómo hipersexualizamos a un menor de edad? No será una muñeca la responsable.
El fenómeno consiste en la exaltación de los atributos sexuales de una persona por encima de otras cualidades. Eso lo ha advertido el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes.
Cito: “La hipersexualización puede ser la raíz de formas de violencia más extremas; por ejemplo, se estima que una de cada 10 mujeres de 12 a 17 años en México ha recibido mensajes, videos sexuales o amenazas en internet, y que 3.8% de las adolescentes les publicaron información íntima o falsa en redes sociales para dañarlas”.
En otras palabras, como cualquier agresión sexual, la hipersexualización implica exponer a un menor a material erótico inadecuado para su edad. La Barbie, en sí misma, no hace eso. Tan así que si observamos el juego infantil, notarán que aquellos menores que no estén interesados en la ropita o en los accesorios, utilizarán a la muñeca para ser parte de una barricada o para pelear contra dinosaurios.
Respecto a las advertencias de evitar que las niñas (y los niños) se maquillen y vistan como adultos, solo habría que matizar que los menores encuentran tremendamente divertido pintarse la cara. No es propiamente un maquillaje que utilicen con la intención de provocar deseo erótico en otra persona.
Los menores se maquillan para jugar o para expresar su creatividad. Lo hacen para hacer combinaciones de colores. Se pondrán las zapatillas de su mamá porque es divertido y se ven bonitas (incluidos los niños varones). Si observamos que esa es la intención del juego, entonces no hay riesgo de hipersexualización.
Sin embargo, sí hay que prender alertas cuando se observen conductas inadecuadas para la edad de niños y niñas. Eso se refiere a conductas erotizadas o que tengan rasgos de erotización adulta.
Estigmas de género: El rosa es para niñas
Los roles de género son impuestos por la sociedad sobre los menores. La sociedad incluye a las áreas de mercadotecnia y de ventas que publicitan “juguetes para niños y para niñas”. También implica a las escuelas que exigirán determinada vestimenta y comportamiento para un género y para el otro.
Pero, sobretodo, es dentro de casa, donde los adultos responsables de la crianza inculcan estos estigmas con frases como: “Pide un carrito porque eres hombre” o “Los niños no se viste en rosa” o, la peor de todas, “Las Barbies son para las niñas”.
Pobre de aquel niño varón que juega con una Barbie porque a sus tres añitos de edad ya será juzgado por algo que para él no representa nada más que tener acceso a un dispositivo que sirve para jugar.
Mattel ha sido extraordinariamente hábil para incluso patrocinar un estudio de neurociencias en Reino Unido que confirma que jugar con muñecas, tanto para niños como para niñas, porque se activan regiones del cerebro que permiten a los niños desarrollar la empatía y habilidades de procesamiento social, incluso cuando juegan solos.
Así que no seamos tan estrictos con Barbie y observemos cómo los cuidadores promueven el juego como una herramienta indispensable para el crecimiento y el desarrollo de las infancias.
*Delia Angélica Ortiz es periodista especializada en inclusión y diversidad.