Hace cuatro años leí una nota sobre cómo en Checoslovaquia, la organización Placer sin Riesgos había capacitado a cinco mujeres conocidas como “asistentes sexuales” para personas con discapacidad. Se trata de servicios aprobados por el gobierno para atender a una población invisibilizada.
Las asistentes sexuales son personas que quizá pudieron haberse dedicado al trabajo sexual previamente, pero al decidir convertirse en un apoyo para una persona con discapacidad hacen un cambio radical respecto a la idea que tuvieran sobre trabajo sexual, pues se trata de una práctica que no implica que haya una relación genital. Hay discapacidades —especialmente físicas, por la falta de extremidades o por la falta de movilidad en ciertas partes del cuerpo— que impiden incluso prender un vibrador.
En Checoslovaquia, un servicio con asistente sexual cuesta aproximadamente mil pesos mexicanos por una hora. En otros países de Europa occidental, como Dinamarca, Alemania, Suiza y los Países Bajos, también están aprobadas estas prácticas e incluso algunos gobiernos financian parcialmente los servicios de asistencia para sus ciudadanos con discapacidad.
La Plataforma Europea de Asistencia Sexual (EPSEAS) es la organización que ha buscado derribar tabúes respecto a la sexualidad y a la discapacidad. En su sitio explica que la asistencia sexual permite que las personas con discapacidad aprendan o mejoren sus habilidades en relaciones interpersonales y sexuales.
EPSEAS advierte que ser asistente sexual no es para todos. Es necesario tener suficientes conocimientos sobre las diferentes formas de discapacidad, tanto físicas e intelectuales, así como sobre problemas de salud mental y enfermedades crónicas. Los servicios de asistencia sexual también deben cumplir con el marco legal del país donde realiza su actividad.
En varios países europeos es “alegal”, es decir, que no está permitido, pero tampoco prohibido. Es un tema controversial, pues hay sectores que lo vinculan con la prostitución.
Sin embargo, las organizaciones civiles que defienden esta práctica refieren que se trata de una figura de “acompañamiento” en la que no se promueve concretar una acto sexual. En el sitio de asistenciasexual.org se explica que el asistente sexual no es alguien con quien tener sexo, sino alguien que apoya a otro para tener sexo consigo mismo o con otras personas.
“La persona asistida decide en qué y cómo recibe apoyo, esa es su forma de autonomía para explorar su cuerpo o para masturbarse. Igual que la silla de ruedas no pasea a la persona con diversidad funcional (la persona pasea a su manera, con las ruedas de la silla y con sus propias decisiones), el asistente no masturba a la persona (la persona se masturba a su manera, con las manos del asistente y con sus propias decisiones)”, menciona asistenciasexual.org, cuyo lema es “Tus manos, mis manos”.
Advierte que la persona asistente no tiene entre sus tareas excitar a la persona asistida, ni excitarse ella, ni sentir placer, ni educar ni intervenir terapéuticamente, su trabajo es puramente instrumental.
Es un servicio que requieren aquellos que no pueden explorar su cuerpo o masturbarse. En el caso de diversidad intelectual, la plataforma señala que el tutor deberá establecer un protocolo entre el asistente y la persona que recibe la asistencia para determinar qué puede decidir la persona con discapacidad por sí misma, qué decide con apoyo y qué no decide.
Aquellas personas que creen que la discapacidad es equivalente a asexualidad —y más aún con la discapacidad intelectual— encontrarán estas prácticas bastante temerarias. Sin embargo, en estos sitios sobre asistencia sexual invitan a reflexionar sobre cómo se siente una persona que no goza plenamente de su sexualidad.
Presentan casos de quienes vivían sin discapacidad y que por una enfermedad o un accidente ahora viven en silla de ruedas y tenían pensamientos suicidas al no encontrar alternativas para recuperar su vida sexual. Comparten testimonios de quienes acudían a la prostitución para intentar encontrar un paleativo que tampoco solucionaba su situación.
En México, aún estamos lejos de incluir este tema en la agenda pública y política. Subir el tema de la menstruación al debate legislativo para proveer de insumos menstruales gratuitos en las escuelas públicas fue un primer paso de los muchos que aún se deben dar para hablar de los derechos sexuales y reproductivos de la población.
El sitio de asistenciasexual.org tiene alcance a varios países de habla hispana, incluido México, ofreciendo la plataforma como una red para buscar asistentes o para ofertarse como tales.
El Grupo Educativo Interdisciplinario Sexualidad Humana y Atención a Discapacidad (GEISHAD) es una organización civil mexicana que desde 2004 busca visibilizar los derechos sexuales y reproductivos. Se han referido a que en el país existe una especie de “sexoservicio asistencial” que carece de la capacitación necesaria para entender las necesidades de una persona con discapacidad. Esta agrupación imparte maestrías, diplomados y talleres sobre salud sexual.
El punto central es aceptar que la sexualidad es un derecho humano y así poder visibilizar las necesidades que todos tenemos para ejercerla de manera plena y saludable.