Me encantan las efemérides. ¿Ya lo notaron? Ahora se me juntaron varias que vale la pena mencionar en este espacio. Primero, el Día mundial de la lucha contra el Sida que se conmemora el 1 de diciembre y luego el Día internacional de las personas con discapacidad que toca el 3 de diciembre.
A nivel global, también se designó una fecha — el 9 de diciembre—para hacer conciencia sobre el laicismo y la libertad de conciencia, un tema fundamental para hablar de sexualidad sin tabúes.
Por último, y no menos importante, el 10 de diciembre es una jornada que desde 1950, la ONU destina a la reflexión sobre los derechos humanos. No podemos dejar de recordar que la sexualidad saludable se construye sobre un derecho individual, fundamental, inalienable, intransferible y que debemos defender hasta las últimas consecuencias que es el derecho a la educación.
Primero lo primero. En este espacio no dejaremos de subrayar que el coronavirus SARS-CoV-2 vino a recordarnos esa otra pandemia con la que el planeta vive desde 1981. La Organización Mundial de la Salud (OMS) sigue recalcando que el VIH aún es un problema de salud pública que afecta a millones de personas en todo el mundo y que en 2020 no se cumplieron los objetivos mundiales trazados para contener esta enfermedad.
El tema del World AIDS Day 2021 es “Poner fin a las desigualdades, poner fin al Sida”, en referencia a que se debe priorizar el acceso a los servicios esenciales para contener el avance del virus de inmunodeficiencia humana.
No se nos puede olvidar que el uso del condón es básico para cualquiera que haya comenzado su vida sexual. Como padres y como maestros debemos hablar con nuestros adolescentes sobre la importancia de usar preservativos en su primera relación sexual. Aunque nos de penita.
Cuando comenzó la pandemia del sida, yo tenía 5 añitos. Me hablaron del tema cuando estaba por hacer el examen para entrar a la preparatoria. Recuerdo que mi maestro de Biología, en la secundaria pública 117, Gabriela Mistral, en Iztapalapa, nos dio una charla sobre el uso del condón. Seguro que entrenó bastante para no ruborizarse frente a un grupo de 40 púberes que nos reíamos cada vez que decía “pene”.
Así es la educación sexual. Hay que educar, aunque algunos temas nos ruborizan.
Entre la población adulta también hay que dar repasos continuamente sobre el uso del latex, especialmente a quienes ya se dicen muy experimentados en esto del coito, la erección, la penetración y el sexo oral. Más aún, si se acostumbra a cambiar de pareja con frecuencia. Si a estas alturas del partido, nos piden: “No usar condón quesque para sentir más chido”. ¡Alto! Lo mejor es retirarse y recordar que pedir sexo sin protección es considerado violencia sexual.
Con un virus como el VIH suelto por ahí (entre otros tantos) es importante entender que tener una vida sexual plena y placentera implica cuidarnos en todos los aspectos.
El VIH retó a la sociedad contemporánea para hablar de sexualidad con información científica y laica. También abrió la puerta para visibilizar la diversidad sexual, porque el sida golpeó brutalmente a la comunidad LGTB+.
Cuando platiquemos con nuestros adolescentes sobre este tema, no hay que entrar en demasiados detalles. Con dar la información puntual sobre cómo se transmite este virus será suficiente: el VIH se transmite a través del intercambio de fluidos humanos como sangre, semen o leche materna.
A 40 años de que comenzó la pandemia que provocó el VIH, ya se pueden leer las historias de los adolescentes y los jóvenes que nacieron con el virus. Relatan cómo ha sido su vida. Se refieren a la enfermedad como una “condición” que determinó su infancia por los medicamentos antirretrovirales que deben consumir y por el secreto que debían mantener sobre su condición, por miedo a ser rechazados en la escuela o en fiestas infantiles, dado el estigma que aún pesa sobre el sida.
ADIÓS A LA DISCRIMINACIÓN
La piedra angular para las cuatro efemérides que tocan en diciembre es, sin duda, erradicar la discriminación. Hablar de sida, discapacidad, laicidad y derechos humanos siempre apuntará hacia respetar a las demás personas.
Como diría Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. ¡Qué frase! Así de fácil. Mis derechos terminan donde comienzan los derechos del otro. Igual aplica para los derechos sexuales, incluidos temas tan polémicos como la interrupción del embarazo. Sin querer meterme en el debate, pues el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo es un eje rector en materia de sexualidad saludable.
Viviendo en el siglo que vivimos me parece increíble que sigamos insistiendo en la importancia de fomentar Estados laicos para evitar que la presencia o la ausencia de creencias religiosas sea lo que propicie actitudes antiderechos.
En 1859, nuestro Benemérito de las Américas decretó la separación entre Iglesia y Estado en México. Así que fue un adelantado a su tiempo, porque en Francia esa división se hizo hasta 1905. De hecho, el día del laicismo es una efeméride francesa, pues conmemora que hace 116 años, un 9 de diciembre, se promulgaba la ley que separaba a las instituciones gubernamentales de las religiosas.
Todo este rollo para decir que, a más de un siglo, tenemos que seguir recordando la importancia de la laicidad, por lo que vemos que pasa en países como Afganistán o sin irnos tan lejos, quizá a la vuelta de su casa no faltará quien anteponga argumentos religiosos en situaciones donde debería privar la razón sobre la fe.
La educación sexual, la inclusión, la diversidad sexual, la discapacidad —por decir sólo los que me recuerdan las efemérides de diciembre— son temas en los que debe privar la información veraz, laica y científica. Así sea.
* Periodista y divulgadora de sexualidad saludable
@mimamayelsekso
@angyortiz5
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