Sobreprotección, el drama de la paternidad moderna

Hagan lo que hagan, los padres actuales tienen una voz interna que les hace dudar si no hubiera sido mejor hacer lo contrario, lo que está provocando una generación de niños angustiados e inseguros

Pilar González | EFE

  · domingo 8 de abril de 2018

Una nueva generación de hiperniños aumenta de forma preocupante en las llamadas sociedades del bienestar. Se trata de menores con padres cada vez más protectores, que están obsesionados en que sus hijos no sufran. El resultado es una generación angustiada por el miedo a perder, miedo a equivocarse, miedo a fallar, miedo a...

La llamada hiperpaternidad/hipermaternidad se está llevando por delante aspectos tan importantes como la capacidad de autonomía de sus hijos y provoca que éstos tengan una baja, por no decir nula, tolerancia a la frustración.

Por su blandura de carácter ya son apodados como generación “Copo de nieve”, y por su excesivo narcisismo, también son conocidos como la generación “L’Oreal”, por el célebre eslogan “porque yo lo valgo”.

Y es que, además, son niños con agendas de ejecutivos desde kindergarden, niños que tocan el piano, aprenden chino y juegan al ajedrez.

La periodista y escritora Eva Millet Malagarriga (Barcelona, España, 1968) explica en qué consiste este nuevo fenómeno tras la publicación de su libro: Hiperniños ¿hijos perfectos o hipohijos?

La obra, que se apoya en diferentes voces de expertos, es la continuación de un primer libro, titulado Hiperpaternidad.

En esa primera publicación analizaba una crianza que “no solo implica consentir a los hijos, sino también darles una atención excesiva, ejercida a base de estar siempre encima, de sobrevolar sobre ellos, anticipándose a sus deseos, resolviendo sus problemas por sistema y justificándoles a ultranza”.

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AGUA, BOLÍGRAFOS Y BOCADILLO

Explicaba Millet que en la hiperpaternidad, los padres se transforman en colegas pero ansiosos, dispuestos a dar todo a su hiperniño para evitar, a toda costa, que se frustre, aunque ello implique hacerles los deberes hasta en la adolescencia.

Pero se ha llegado tan lejos que ya hay padres que llaman al catedrático de la Universidad de su hiperniño para interesarse por sus notas, o acompañan al vástago el día de la prueba de ingreso en la universidad con bolígrafos, agua y un bocadillo para que no le falte de nada.

En los colegios mayores para universitarios hace apenas unos años no conocían a ningún padre de los residentes, mientras que ahora están tan pendientes y alertas de todo que lo que hacen es una forma de infantilizar a sus hijos.

En las universidades de EU ya se empezó a detectar este fenómeno de los hiperniños en los años 90 del pasado siglo.

Ahora, ya hay empresas que organizan habitaciones para los padres que acompañan a sus hiperniños cuando van a una entrevista de trabajo, y proliferan los programas para “adultos jóvenes”, destinados a enseñar las habilidades necesarias para desenvolverse.

ALUMNOS FRÁGILES

Relata Millet en Hiperniños que el sistema educativo de Estados Unidos cuenta con los llamados 504 Plans, que son protocolos instituidos para facilitar la vida a los estudiantes que, literalmente, “tienen un impedimento “físico o mental” que les afecta o limita para asistir a clase en condiciones.

Los protocolos incluyen, entre otros, la posibilidad de “sentarse en un lugar preferente, dar más tiempo para hacer exámenes y tareas escolares, la reducción de la cantidad de éstas y permiso para legar tarde o faltar a clase".

De hecho las dificultades físicas y mentales que se detallan para acogerse a este plan aluden a impedimentos para nadar, respirar, comer, comunicarse, ver, oír, hablar, leer, pensar o aprender, entre otras.

El problema es que los 504 Plans se están aplicando a chicos y chicas que, objetivamente, no están tan seriamente limitados, pero a los que se les ha etiquetado como “frágiles”.

Además, añade la autora, los protocolos se están ampliando y se contemplan comedores especiales, lejos del barullo de la cafetería; el acceso a la escuela por la puerta trasera; y, si hay partidos en la clase de educación física, que no haya un marcador, para así no provocar el trauma de perder.


ANSIEDAD EXTREMA

Pero en ese hacérselo todo por parte de los padres también les están transmitiendo su ansiedad.

Una ansiedad que han interiorizado los propios chicos, y que se ha convertido en extrema.

En octubre de 2017, The New York Times Magazine publicó un reportaje, en el que, según Millet, se hacía eco de los elevados niveles de ansiedad entre los adolescentes del país.

El texto incluía una encuesta que destacaba que el 62% de los alumnos estadounidenses consultados aseguraban sufrir “ansiedad extrema”.

Esta estadística se sumaba a un aumento -el doble- de ingresos hospitalarios por intentos de suicidio adolescente en los últimos diez años, en especial poco después del inicio de curso.

Tanto en EU, como en algunos países de Europa, como Irlanda, por ejemplo, los estudios reflejan que este aumento de ansiedad extrema no se da entre los adolescentes más desfavorecidos, sino entre chicos y chicas de familias pudientes por, entre otras razones, los altos niveles de perfeccionismo que les exigen sus padres y/o ellos mismos.

La doctora en sicología por la Universidad de Arizona, Suniya Luthar, concluyó en sus investigaciones que los chicos educados en familias con muchos recursos tienen hasta tres veces más niveles de depresión que los adolescentes de familias “normales”, y el doble de niveles de ansiedad.

Y “no tiene ninguna duda” de que esta crianza se ha convertido en corriente dominante en muchos lugares del mundo.

Cita Millet al filósofo español Gregorio Luri (Navarra, 1955) para explicar que los padres hoy se sienten “inseguramente responsables” y, hagan lo que hagan, tienen una voz interna que les dice si no hubiera sido mejor hacer lo contrario. “Es el drama de la paternidad moderna”.


NO DA LA FELICIDAD

Según cita Millet en Hiperniño, hay otra relevante investigadora, la sicóloga clínica estadounidense Madeline Levine, autora de un best-seller del New York Times, titulado The Price of Privilege, que también opina que la hiperpaternidad no da la felicidad.

Levine cree que la parte más difícil que tienen sicólogos, educadores y profesionales de la salud mental es convencer a los padres de que la crianza hiper no funciona.

Para ello recomienda utilizar la empatía y no señalarles con el dedo, así Levine afirma: “los padres actuales están muy perdidos y tienen muchos miedos. Aunque dicen: ‘si todo esto tiene sentido, tenemos que confiar y dejar ir a los hijos’, en realidad sufren, porque temen que, al hacerlo, al relajarse, los van a poner en desventaja”.

En su libro, Millet (blog www.educa2.info) también da claves para revertir esta crianza para hiperniños, haciendo hincapié en las habilidades, más allá de las académicas, que nuestros hijos necesitan para avanzar en la vida.

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