/ viernes 24 de abril de 2020

Pie de Nota | Anahí, las enfrijoladas y su importancia

Por un momento, el drama del Covid-19 en México se detuvo para reírse de unas tristes tortillas de nopal frías, bañadas con insípida agua de frijoles

Por un momento, aunque sea pequeño, el drama del Covid-19 en México se detuvo para reírse de unas tristes tortillas de nopal frías, quizá rellenas con tofu, y bañadas con insípida agua de frijoles.

En su justa dimensión, el video de "las enfrijoladas" de Anahí puso pequeña pausa a la olla de presión en que se han convertido redes sociales y medios de comunicación en esta etapa de crisis.

Ya se percibe el desgaste que supone hablar del coronavirus diariamente. Van al menos dos meses de estar escuchando y leyendo todos los días de lo que es sentir una tos que te ahoga y cómo es ver morir súbitamente a un familiar. De cómo los hospitales y cementerios ya no se dan abasto, gobiernos nacionales a merced del virus y más recientemente de la catástrofe que supone en todos los niveles económicos.

No hay escape del Covid-19 si uno prende la tele, abre su computadora o mira su celular. Está en todas partes con su virulenta presencia contaminando cada esquina de las casas y calles. Irónicamente el confinamiento voluntario y el aislamiento social hacen aún más difícil el desconectarse de un mundo que aparenta estarse incendiando.

Basta hacer un ejercicio sencillo para darse cuenta de la sobrexposición de la que somos víctimas. Al momento de escribir esto Google arroja 2 mil 800 millones de resultados de contenidos digitales asociados al término "Covid-19", y eso que sólo lleva desde enero en nuestro radar.

Para darse una idea del tamaño de esto, búsquedas básicas como "amor", "dinero", "Dios", "clima" o "trabajo" se quedan cortas y arrojan menos resultados en la ventana mundial que es Google. Al Covid-19 sólo lo derrota la palabra "sexo", que dicho sea de paso da buena cuenta de nuestras prioridades: Eros y Tanatos.

Más allá del agotamiento mediático que sintamos cada uno, la agenda monotemática es incluso peligrosa. Nos hace relegar temas vitales que aún tenemos pendientes.

¿Quién le iba a decir a las mujeres que marcharon apenas el 8 de marzo que más de un mes después el gobierno mexicano y empresas no han entregado propuestas sistémicas para dar marcha atrás a la violencia machista?

¡Qué tiempos aquellos en los que lo que más nos preocupaba eran unos vidrios rotos!

Ahí, esperándonos al final del túnel, sigue la violencia rampante de México, los mercados de la droga intocados, el cambio climático y las inequidades sociales, por decir sólo algunas.

En el mejor de los casos, el coronavirus ha sido utilizado como un buen punto de referencia para hacer una crítica a nuestra normalidad, la cual está basada en profundos desequilibrios entre las personas y el planeta que habitamos.

En esa línea van las historias de aquellos que deben salir a la calle a trabajar a pesar de la pandemia, de empresas codiciosas, de playas limpias sin turistas y una economía global que agoniza cuando las personas consumen sólo lo que necesitan.

En ese sentido el Covid-19 se ha vuelto el filtro por el cual consumimos al mundo. Y eso nos quita perspectiva de que este mal, con todo el dolor que deja detrás, afortunadamente es pasajero.

Cansa escribir y leer sobre el fin del mundo las 24 horas. Porque si no es así, entonces ¿qué caso tiene pensar en el futuro?

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Acompáñenme a ver el final de esta triste historia ... 😂😂😂

Una publicación compartida por Anahi (@anahi) el

Por eso es importante que la solemnidad no nos mate con su tiranía, que las anahís del mundo sigan ahí, los memes y las bromas.

Tomarse una pausa de la fatalista agenda del Covid-19 no es olvidarse de la crisis o negar una realidad, sino agarrar aire para una tormenta que se tarda en amainar.

Lee más del autor aquí ⬇

Por un momento, aunque sea pequeño, el drama del Covid-19 en México se detuvo para reírse de unas tristes tortillas de nopal frías, quizá rellenas con tofu, y bañadas con insípida agua de frijoles.

En su justa dimensión, el video de "las enfrijoladas" de Anahí puso pequeña pausa a la olla de presión en que se han convertido redes sociales y medios de comunicación en esta etapa de crisis.

Ya se percibe el desgaste que supone hablar del coronavirus diariamente. Van al menos dos meses de estar escuchando y leyendo todos los días de lo que es sentir una tos que te ahoga y cómo es ver morir súbitamente a un familiar. De cómo los hospitales y cementerios ya no se dan abasto, gobiernos nacionales a merced del virus y más recientemente de la catástrofe que supone en todos los niveles económicos.

No hay escape del Covid-19 si uno prende la tele, abre su computadora o mira su celular. Está en todas partes con su virulenta presencia contaminando cada esquina de las casas y calles. Irónicamente el confinamiento voluntario y el aislamiento social hacen aún más difícil el desconectarse de un mundo que aparenta estarse incendiando.

Basta hacer un ejercicio sencillo para darse cuenta de la sobrexposición de la que somos víctimas. Al momento de escribir esto Google arroja 2 mil 800 millones de resultados de contenidos digitales asociados al término "Covid-19", y eso que sólo lleva desde enero en nuestro radar.

Para darse una idea del tamaño de esto, búsquedas básicas como "amor", "dinero", "Dios", "clima" o "trabajo" se quedan cortas y arrojan menos resultados en la ventana mundial que es Google. Al Covid-19 sólo lo derrota la palabra "sexo", que dicho sea de paso da buena cuenta de nuestras prioridades: Eros y Tanatos.

Más allá del agotamiento mediático que sintamos cada uno, la agenda monotemática es incluso peligrosa. Nos hace relegar temas vitales que aún tenemos pendientes.

¿Quién le iba a decir a las mujeres que marcharon apenas el 8 de marzo que más de un mes después el gobierno mexicano y empresas no han entregado propuestas sistémicas para dar marcha atrás a la violencia machista?

¡Qué tiempos aquellos en los que lo que más nos preocupaba eran unos vidrios rotos!

Ahí, esperándonos al final del túnel, sigue la violencia rampante de México, los mercados de la droga intocados, el cambio climático y las inequidades sociales, por decir sólo algunas.

En el mejor de los casos, el coronavirus ha sido utilizado como un buen punto de referencia para hacer una crítica a nuestra normalidad, la cual está basada en profundos desequilibrios entre las personas y el planeta que habitamos.

En esa línea van las historias de aquellos que deben salir a la calle a trabajar a pesar de la pandemia, de empresas codiciosas, de playas limpias sin turistas y una economía global que agoniza cuando las personas consumen sólo lo que necesitan.

En ese sentido el Covid-19 se ha vuelto el filtro por el cual consumimos al mundo. Y eso nos quita perspectiva de que este mal, con todo el dolor que deja detrás, afortunadamente es pasajero.

Cansa escribir y leer sobre el fin del mundo las 24 horas. Porque si no es así, entonces ¿qué caso tiene pensar en el futuro?

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Por eso es importante que la solemnidad no nos mate con su tiranía, que las anahís del mundo sigan ahí, los memes y las bromas.

Tomarse una pausa de la fatalista agenda del Covid-19 no es olvidarse de la crisis o negar una realidad, sino agarrar aire para una tormenta que se tarda en amainar.

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