SAN FRANCISCO. Conquista del espacio: listo. Disrupción de la industria automovilística: listo. Tomar el control de Twitter: hecho. De excéntrico empresario a hombre más rico del mundo, al sudafricano Elon Musk le gusta soñar a lo grande, y hoy es tan admirado como temido.

Pero Musk también ha despreciado los sindicatos, se ha burlado de la corrección política y promueve un gobierno diminuto y el fin de los subsidios. Por eso la avalancha de tuits conservadores felicitándolo por su adquisición de Twitter no es una sorpresa, y ha hecho temer que, en aras de su concepción de la libertad de expresión, la red social se convierta en un aluvión de mensajes de odio y nicho de ultraderecha.

Twitter cuenta con 217 millones de usuario activos, de ellos 80 por ciento fuera de Estados Unidos, y es en el principal foro de expresión de políticos, gobiernos, asociaciones y usuarios de todas las tendencias políticas a nivel mundial, pero la llegada de Musk cayó como una bomba.

Con sus empresas ha revolucionado la industria, como con SpaceX, donde sueña que los humanos puedan vivir en otros mundos. mientras con Tesla intenta salvar el planeta del cambio climático.

“Elon Musk dice o hace cosas absurdas e incluso estúpidas, pero esas cosas absurdas y estúpidas terminan dando sus frutos”, escribió para Atlantic el crítico y académico de la Universidad de Washington en St Louis Ian Bogost.

Como lo hizo Donald Trump, Musk no tiene problema en atacar en redes sociales a las figuras del aparato de poder, sobre todo figuras de izquierda o progresistas e incluso al mismo Joe Biden.

Musk se ha quejado de que Twitter es demasiado censor en su regulación del discurso, y al mismo tiempo contradice su punto al caracterizar en un tuit al CEO de la compañía, ParagAgrawal, como el brtal dictador soviético Joseph Stalin.

Los críticos dicen que su pasión por las conversaciones sin filtro luce a menudo más superficial cuando están de por medio sus propios intereses.

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Los conservadores de EU y los seguidores del presidente brasileño de extrema derecha Jair Bolsonaro aplaudieron la maniobra del magnate al considerarla como el fin de una forma de “censura”.

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