A veces no basta con la voluntad de Dios para calmar el hambre y soportar tanta miseria, señaló Josué Espiricueta Vázquez, de 43 años de edad, originario del municipio de Guadalcázar y quien se vio obligado a desplazarse de su lugar de origen en búsqueda de una mejor calidad de vida.
Pero la buenaventura nunca llegó y en cambio, a tres años de la pandemia, Josué se encuentra varado junto a su esposa Faustina Hernández Cárdenas y cuatro de sus hijos, en uno de los lugares más pobres del municipio de San Luis Potosí, ahí en la vieja “Cartolandia”, también conocida como la Terracería de Bachoco, en la colonia Aguaje 2000.
Esta familia se las ingenia para vivir "de lo que pueden" y de los trabajos que realiza el señor Josué, quien se dedica a la recolección de fierro y pet para subsistir.
"Todo empezó con la pandemia, las rentas subieron, la vida en el rancho se complicó. Pensamos que viniendo a la capital todo mejoraría y fue peor, no hay trabajo, no hay comida, no hay quién aguante este tipo de vida. Hoy somos más pobres que ayer, esa es la verdad, no voy a mentir, es triste vivir así, pero es nuestra realidad", dijo.
Coneval reportó que San Luis Potosí es uno de los municipios en donde se redujo la pobreza en 20.1 por ciento, al pasar de 226 mil 191 habitantes a 180 mil 439 personas en 2020.
"Yo pienso que nada ha cambiado, yo creo que hasta estamos peor. Tal vez yo siga dentro de ese porcentaje, no sé cómo se maneje, pero nuestra vida está peor, vivimos en un sitio que nos prestaron para no pagar renta en lo que nos acomodamos, un cuarto de cartón, madera y lámina, porque no tengo trabajo más que de recolectar plástico.
A veces pienso que no debimos de salir del rancho. Aquí dormimos entre ratas y un frío intenso, sin comida, sin agua y sin servicios, esto no es vida, pero así nos tocó vivirla
Josué y Faustina, habitantes de Cartolandía
Pero esto se recrudece, cuando se habla de comida, Josué y Faustina abrazan a sus hijas para protegerlas del dolor y la preocupación de no llevar nada a su estómago por días.
"Si bien nos va, a la semana juntamos 300 pesos de mi trabajo, con eso compramos aceite, tortillas, arroz y frijoles. Eso es lo que comemos todos los días. Pero también hay otros días en los que no se come nada".
Esta familia no espera que sus condiciones de vida mejoren, pues aseguraron que a los actuales y los próximos gobernantes no les importa si sobreviven a estas condiciones de vulnerabilidad, pues han dejado muy claro que su finalidad es que desde el poder, dejen de ser nombrada su existencia.
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"Este sexenio fue difícil, complicado. Muchos murieron también por la pandemia. Los pobres reafirmamos que no existimos para este gobierno, ni los gobiernos que vienen, no estamos en sus mapas, somos unos desconocidos para ellos. Si yo muero, seré un pobre más que murió porque quise ser pobre y no porque no tuve otras oportunidades”.