Datos sobre cómo sobrevivieron los huesos de Naia, los restos más antiguos y completos recuperados en América, así como de las especies de animales halladas y la tecnología usada para su descubrimiento fueron explicados por los investigadores principales del Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro.
Esos trabajos son impulsados por la Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), tanto en aguas continentales como marinas de la República mexicana.
La cueva fue descubierta por los espeleobuzos Alejandro Álvarez, Alberto Nava y Franco Attolini, quienes forman parte del Proyecto Espeleológico Tulum (PET). La arqueóloga Pilar Luna Erreguerena, coordinadora general del Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro, dio una visión general sobre el descubrimiento, los retos, principales hallazgos y la avanzada tecnología empleada en el estudio de este sitio, en una reciente conferencia en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología (MNA).
La investigadora de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) habló del hallazgo de Naia como le llamaron a la osamenta encontrada y los restos de una cuarentena de animales, muchos de ellos extintos, significa la confluencia entre arqueología y espeleobuceo, “dos disciplinas necesarias para la conservación de los contextos culturales en cuevas sumergidas”.
Múltiples estudios de datación, reconstrucción virtual y cartografía, entre otros, así como lo indagado por la arqueología y la paleontología, se han hecho para arrojar más datos sobre Hoyo Negro cuya temporalidad se atribuye hacia el Pleistoceno Tardío (que precede al año 10,000 a.C.).
Por otro lado, la última conferencia, dictada por los doctores Blaine Schubert, director ejecutivo del Centro de Excelencia en Paleontología y profesor de Geociencias de la Universidad Estatal de Tennessee del Este; y Joaquín Arroyo-Cabrales, jefe del Laboratorio de Arqueozoología de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH, versó acerca del fenómeno conocido como Gran Intercambio Biótico Americano (GIBA).
Este acontecimiento, señaló Arroyo- Cabrales, ocurrido en el Pleistoceno tras la formación geológica del istmo de Panamá, permitió que múltiples especies procedentes de Norteamérica, cánidos y úrsidos, por ejemplo, cruzaran a Sudamérica al tiempo que animales de esa región, como los perezosos y los gliptodontes, migraban en sentido inverso.
Debido a que el sur de México y Sudamérica son geografías tropicales, el registro de fósiles ha sido, en general, pobremente representado. Por lo mismo, los expertos insistieron en la necesidad de seguir investigando y preservando las cuevas sumergidas de la península de Yucatán, que hoy se presentan como auténticas cápsulas del tiempo y sitios de incalculable valor para la arqueología subacuática.
En este sentido, Pilar Luna enfatizó que el Proyecto Hoyo Negro es conducido por arqueólogos subacuáticos y espeleobuzos capacitados, ya que dijo, la cueva sumergida en cuestión es un lugar en extremo peligroso, incluso para los propios especialistas, quienes laboran en ambientes de oscuridad, con equipo de protección de última generación e incluso con técnicas de buceo diseñadas exprofeso para Hoyo Negro.