La señora María M. ha reducido el consumo de tortilla en su familia ante los elevados precios de este alimento. De comprar un kilo, que ya está en 22 pesos en los establecimientos del oriente de la Ciudad de México, ahora pide medio o 750 gramos.
Ha subido mucho y tenemos que estirar el dinero para poder comprar las tortillas, pero ni modo que no comamos sin ellas dijo el ama de casa a El Sol de México.
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Lo que ignoró es que hay regiones en el país donde el kilo de este producto, básico en la dieta de los mexicanos, ya llegó a los 30 pesos a causa de factores externos, como la sequía en Estados Unidos o la guerra en Europa Oriental, pero también locales, como la violencia. En ciudades como Hermosillo y Tijuana, así como distintas zonas de Guerrero o Quintana Roo, hay reportes de estos costos, de acuerdo con el Consejo Nacional de la Tortilla (CNT).
A nivel nacional, este alimento se vendió en 21.23 pesos por kilo en promedio al cierre de la semana, su precio más alto y el cual representó un incremento de más de 15 por ciento a tasa anual, según datos del Sistema Nacional de Información e Integración de Mercados (SNIIM) de la Secretaría de Economía.
Homero López García, presidente del CNT, explicó a este diario que el alza del precio de este alimento es multifactorial, ligada principalmente a los incrementos de costos de producción y al aumento en los futuros internacionales del maíz.
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Solo en lo que va del año, el precio de los futuros de maíz que se cotizan en mercados internacionales ha crecido siete por ciento, de acuerdo con datos del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), esto a causa de menores cosechas en Estados Unidos, derivadas de la sequía, y por la guerra en Ucrania, uno de los principales productores a escala global con el 15 por ciento del mercado.
Pero también, dijo López García, hay factores internos que han propiciado disparidad en los precios por región, como son el encarecimiento de la harina de maíz por parte de algunas empresas, e incluso la violencia en regiones del territorio nacional.
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De acuerdo con el SNIIM, mientras en el Valle de México el kilo de tortilla ronda los 20 pesos en promedio, en Acapulco y Mexicali se vende en siete pesos más y en Hermosillo ya supera los 28 pesos.
“El comportamiento del precio en el Valle de México es porque, además de contar con 44 por ciento del mercado, se produce tortilla de nixtamal, un proceso que requiere mayores gastos en energía y personal, pero que es más rentable, mientras que en otros lugares donde es más caro el producto es porque utilizan harina de maíz industrializado”, explicó el presidente del CNT.
La semana pasada, el titular de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), Ricardo Sheffield, acusó a la firma Maseca, propiedad de la empresa Gruma, de incidir en el incremento del precio de la tortilla al no bajar los costos de sus insumos para productores.
En su reporte financiero del segundo trimestre, Gruma anotó un incremento de 19 por ciento en sus ingresos, pese a que el volumen de ventas aumentó sólo dos por ciento a tasa anual.
Homero López García señaló que las empresas harineras habían aumentado el precio de sus productos entre 200 y 300 pesos anuales, lo que propiciaba incrementos de un peso en el kilo de la tortilla, pero que ahora estas alzas superan los mil pesos, lo que incide en costos de producción y, por ende, en la venta al consumidor final.
Aunado a ello, el representante del sector tortillero en el país dijo que los establecimientos en algunas entidades de la República tienen que enfrentarse a costos más altos derivados de mayores fletes, muchas veces por la violencia en el país.
Explicó que hay estados en donde los transportistas deben pagar derecho de piso a bandas del crimen organizado, o bien, corren el riesgo de que les roben las unidades, lo que ha llevado a las empresas a encarecer sus fletes.
“Esto se da en lugares donde usan más harina de maíz industrializada, como en el norte, en estados del sur o el Bajío”, comentó el directivo.
El presidente del CNT no descartó que sigan los aumentos de precios al consumidor final en lo que resta del año, como consecuencia de una mayor inflación en los costos de los energéticos, así como en los insumos.
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