Carisma, sensualidad y rudeza son algunas de las características que definieron la personalidad y el trabajo actoral de Sean Connery. Su porte, su penetrante mirada y su sonrisa perfecta lo llevaron a ser el primer actor en interpretar para la pantalla grande a James Bond en 1962, con lo que inició una carrera conformada por más de 60 títulos y que se extendió hasta 2003.
Ayer, el histrión de origen escocés, falleció a los 90 años en su casa de las Bahamas. Pero su legado se mantiene con más de 50 películas en las que bien interpretó a un Robin Hood en Robin y Marian como a un monje franciscano para En el nombre de la rosa.
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“Sean Connery es un gran actor que pertenece a esta tradición de hombres rudos, pero que nunca perdieron el estilo”, comenta el especialista en cine Gerardo Gil Ballesteros. “Había algo en él que me parece se ha perdido ahora en el cine, esta rudeza combinada con gran elegancia”.
La carrera de Connery inició a mediados de los años 50, con papeles secundarios como fue su trabajo en La gran aventura de Tarzán en 1959, junto a Gordon Scott y Anthony Quayle. “Parecía que estaba condenado a hacer personajes de relleno, pero su oportunidad llegó con James Bond”, cuenta Rafael Aviña, crítico de cine.
“Se dice que fue Barbara Broccoli –productora de la saga del 007– quien estaba viendo las pruebas para elegir al protagonista de Doctor No y realmente quedó impactada con la postura y el carisma de Sean Connery. Se arriesgaron a hacer esta primera película, tras lo que se dieron cuenta que él había nacido para interpretar a James Bond”, agrega Aviña.
De 1962 a 1967, Sean Connery interpretó al agente 007 en cinco películas: Dr. No, De Rusia con Amor, Goldfinger, Thunderball y Sólo se vive dos veces, tras lo cual decidió alejarse de este personaje. “Él mismo pensó que nunca iba a tener una vida después de James Bond. Incluso rechazó hacer Al servicio secreto de su majestad porque no quería encasillarse, pero regresó después para Los diamantes son eternos y luego para Nunca digas nunca”, explica Aviña.
Precisamente por su trabajo en Los diamantes son eternos, Sean Connery se volvió el actor mejor pagado de Hollywood al recibir 40 millones de dólares para regresar al papel. Pero ese dinero no se fue a su bolsillo, sino a la fundación Scottish International Education Trust, con la que el actor impulsó la educación de niños de escasos recursos en su natal Escocia.
Su trabajo actoral fue dirigido por realizadores como Alfred Hitchcock, en Marnie; o Brian de Palma en Los intocables, de 1987, por la que se llevó un Oscar como Mejor Actor de Reparto. “Se puede decir que después del 007 su carrera toma una línea mucho más libre, desees de volverse un icono de la cultura pop, de dar rostro al primer James Bond, vienen películas como El hombre que quiere ser rey o En el nombre de la rosa,”, señala el crítico de cine Gerardo Gil Ballesteros.
La liga extraordinaria, en 2003, fue su último protagónico y también su trabajo final como actor: “A pesar de que fue un fracaso que lo obligó a retirarse por dignidad, es un trabajo muy destacable”, concluye Gil Ballesteros.