/ domingo 18 de agosto de 2019

Adolfo de la Parra: El otro mexicano en Woodstock

Entre recuerdos que incluyen el robo de un helicóptero y estar a punto de perderse este show, el baterista de Canned Heat platica con El Sol de México sobre su experiencia en este histórico festival que cumple 50 años

No, Carlos Santana no fue el único mexicano que tocó en el Festival de Woodstock hace 50 años. “Ese fue un grupo de relleno, apenas estaban introduciendo su primer disco. En esa época, nosotros éramos mucho más famosos que ellos”, afirma Adolfo de la Parra durante una entrevista con El Sol de México.

Originario de la Ciudad de México, Fito, como se le conoce en el mundo artístico, fue parte de Woodstock como baterista de la banda Canned Head, agrupación de blues y rock que justo en 1969 vivía su mayor éxito comercial con sus discos Living the blues y Hallelujah. Además sus sencillos On the road again y Going up the country estaban en los primeros lugares de popularidad de Billboard e incluso este último se convirtió en el tema del festival en el documental de Woodstock.

Era tal el éxito de Canned Head que Fito de la Parra estuvo a punto de no tocar en Woodstock. “No quería yo ir porque estábamos muy cansados, veníamos de una tocada de Nueva York y de una gira muy grande, además teníamos problemas con nuestro guitarrista, porque Harvey Mandel acababa de entrar y estábamos tocando sin ensayar”, recuerda.

Fue gracias a su manager, Skip Taylor, que Fito no se perdió este momento que marcaría su vida y su carrera. “Yo estaba dormido en el hotel y él consiguió una copia de la llave de mi cuarto, abrió y físicamente me sacó de la cama; ¡me forzó a ir a tocar! Me acuerdo que me dijo ‘¿Qué te pasa? Prende el radio, la televisión, esta es la tocada más grande en la historia, hay medio millón de personas allá, ¿cómo es posible que no quieras venir?’ Yo no sabía ni lo que era Woodstock, yo lo que quería era descansar. Esa mañana casi me salgo del grupo porque yo no quería ir”.

Todavía incrédulo de la relevancia de Woodstock, el baterista tomó sus baquetas y una toalla para salir al escenario. El problema fue que el tráfico estaba imposible para llegar: “Nos tuvimos que ir a un pueblito que tenía un aeropuerto para de alguna forma esperar encontrar un helicóptero que nos llevara al festival porque las carreteras estaban totalmente bloqueadas por la cantidad de gente que llegó”.

Y sí, la banda encontró uno, pero no era precisamente para ellos. “Estaba tirado en el asfalto cuando de repente llega uno que decía ‘Prensa’ y veo corriendo a un par de jóvenes con sus cámaras y su equipo que se suben al helicóptero y nosotros vamos detrás de ellos. Entonces Bob El Oso Hite, nuestro vocalista como de mil kilos, les dijo ‘¿A dónde creen que van?’ y dijeron ‘Vamos a reportar las noticias’, entonces el gordo se mete, agarra a uno del cuello, lo saca y les dice ‘Nosotros vamos a hacer las noticias’, ¡y les rumbamos el helicóptero!”, recuerda.

Fue en las alturas donde el músico finalmente se dio cuenta del verdadero grosor que tenía Woodstock. “Cuando estaba arriba del festival, en los aires, fue cuando me di cuenta que había medio millón de personas ahí: nunca había visto una multitud así y mucho menos había pensado que iba a tocar para ellos.

Ahí me di cuenta del error que hubiera sido no haber ido a tocar ese día. Ya para entonces yo estaba muy contento de estar ahí”, confiesa.

Foto Cortesía

Canned Head fue una de las bandas estelares que tocó el 16 de agosto de 1969, “en uno de los mejores momentos para tocar en conciertos, cuando empieza a caer el Sol, esa es la mejor hora”, dice con suma emoción el músico, quien recopiló estas y otras anécdotas en su libro Living the blues.

Para Adolfo de la Parra, el festival Woodstock es uno de los mejores momentos de su carrera y que considera marcó un momento importante en la historia de la música. “Estábamos en medio de lo que le llamamos el renacimiento de la música con todos estos grandes artistas: Jimmy Hendrix, Eric Clapton, con nosotros… todos ellos éramos parte de lo que le llamábamos el renacimiento del rock”, recuerda.

El baterista considera que la trascendencia de este festival también tiene que ver con “el mensaje que traíamos, de mi generación, de paz y amor, el mensaje de reconocer la igualdad para mujeres, minorías, todos estos ideales que teníamos en aquella época, queríamos resolver estos problemas mundiales, fuimos los primeros que en mencionarlos y que teníamos ganas de hacer algo al respecto”.

“Ahora, 50 años más tarde, estamos con el mundo hirviendo, con cosas terribles como Donald Trump y con una situación por la que ahora más que nunca es necesario que los ideales de Woodstock sean recordados y respetados”, apuntó.

Actualmente, Fito de la Parra continúa tocando junto a Canned Heat, siendo él y Larry Taylor los únicos miembros originales que permanecen en la agrupación. Apenas el 15 de marzo pasado se presentaron en la Ciudad de México en el Auditorio BlackBerry y en septiembre comenzarán una gira por Alemania en 10 ciudades, además de algunos shows en Estados Unidos que se extenderán hasta octubre.

No, Carlos Santana no fue el único mexicano que tocó en el Festival de Woodstock hace 50 años. “Ese fue un grupo de relleno, apenas estaban introduciendo su primer disco. En esa época, nosotros éramos mucho más famosos que ellos”, afirma Adolfo de la Parra durante una entrevista con El Sol de México.

Originario de la Ciudad de México, Fito, como se le conoce en el mundo artístico, fue parte de Woodstock como baterista de la banda Canned Head, agrupación de blues y rock que justo en 1969 vivía su mayor éxito comercial con sus discos Living the blues y Hallelujah. Además sus sencillos On the road again y Going up the country estaban en los primeros lugares de popularidad de Billboard e incluso este último se convirtió en el tema del festival en el documental de Woodstock.

Era tal el éxito de Canned Head que Fito de la Parra estuvo a punto de no tocar en Woodstock. “No quería yo ir porque estábamos muy cansados, veníamos de una tocada de Nueva York y de una gira muy grande, además teníamos problemas con nuestro guitarrista, porque Harvey Mandel acababa de entrar y estábamos tocando sin ensayar”, recuerda.

Fue gracias a su manager, Skip Taylor, que Fito no se perdió este momento que marcaría su vida y su carrera. “Yo estaba dormido en el hotel y él consiguió una copia de la llave de mi cuarto, abrió y físicamente me sacó de la cama; ¡me forzó a ir a tocar! Me acuerdo que me dijo ‘¿Qué te pasa? Prende el radio, la televisión, esta es la tocada más grande en la historia, hay medio millón de personas allá, ¿cómo es posible que no quieras venir?’ Yo no sabía ni lo que era Woodstock, yo lo que quería era descansar. Esa mañana casi me salgo del grupo porque yo no quería ir”.

Todavía incrédulo de la relevancia de Woodstock, el baterista tomó sus baquetas y una toalla para salir al escenario. El problema fue que el tráfico estaba imposible para llegar: “Nos tuvimos que ir a un pueblito que tenía un aeropuerto para de alguna forma esperar encontrar un helicóptero que nos llevara al festival porque las carreteras estaban totalmente bloqueadas por la cantidad de gente que llegó”.

Y sí, la banda encontró uno, pero no era precisamente para ellos. “Estaba tirado en el asfalto cuando de repente llega uno que decía ‘Prensa’ y veo corriendo a un par de jóvenes con sus cámaras y su equipo que se suben al helicóptero y nosotros vamos detrás de ellos. Entonces Bob El Oso Hite, nuestro vocalista como de mil kilos, les dijo ‘¿A dónde creen que van?’ y dijeron ‘Vamos a reportar las noticias’, entonces el gordo se mete, agarra a uno del cuello, lo saca y les dice ‘Nosotros vamos a hacer las noticias’, ¡y les rumbamos el helicóptero!”, recuerda.

Fue en las alturas donde el músico finalmente se dio cuenta del verdadero grosor que tenía Woodstock. “Cuando estaba arriba del festival, en los aires, fue cuando me di cuenta que había medio millón de personas ahí: nunca había visto una multitud así y mucho menos había pensado que iba a tocar para ellos.

Ahí me di cuenta del error que hubiera sido no haber ido a tocar ese día. Ya para entonces yo estaba muy contento de estar ahí”, confiesa.

Foto Cortesía

Canned Head fue una de las bandas estelares que tocó el 16 de agosto de 1969, “en uno de los mejores momentos para tocar en conciertos, cuando empieza a caer el Sol, esa es la mejor hora”, dice con suma emoción el músico, quien recopiló estas y otras anécdotas en su libro Living the blues.

Para Adolfo de la Parra, el festival Woodstock es uno de los mejores momentos de su carrera y que considera marcó un momento importante en la historia de la música. “Estábamos en medio de lo que le llamamos el renacimiento de la música con todos estos grandes artistas: Jimmy Hendrix, Eric Clapton, con nosotros… todos ellos éramos parte de lo que le llamábamos el renacimiento del rock”, recuerda.

El baterista considera que la trascendencia de este festival también tiene que ver con “el mensaje que traíamos, de mi generación, de paz y amor, el mensaje de reconocer la igualdad para mujeres, minorías, todos estos ideales que teníamos en aquella época, queríamos resolver estos problemas mundiales, fuimos los primeros que en mencionarlos y que teníamos ganas de hacer algo al respecto”.

“Ahora, 50 años más tarde, estamos con el mundo hirviendo, con cosas terribles como Donald Trump y con una situación por la que ahora más que nunca es necesario que los ideales de Woodstock sean recordados y respetados”, apuntó.

Actualmente, Fito de la Parra continúa tocando junto a Canned Heat, siendo él y Larry Taylor los únicos miembros originales que permanecen en la agrupación. Apenas el 15 de marzo pasado se presentaron en la Ciudad de México en el Auditorio BlackBerry y en septiembre comenzarán una gira por Alemania en 10 ciudades, además de algunos shows en Estados Unidos que se extenderán hasta octubre.

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