/ lunes 27 de marzo de 2023

Animación mexicana debe dejar de maquilar al extranjero para crecer, advierten expertos

Para lograr que la animación cinematográfica se consolide, se deben crear historias que dejen dividendos en el país; talento hay, afirman especialistas

Guillermo del Toro siempre causa un efecto dominó en todo lo que hace. Para bien o para mal. Esta vez el tema que está sobre la mesa es, nuevamente, el estado de salud del cine mexicano. Algunas escenas de Pinocho (2022) —ganadora de varios premios internacionales, entre ellos el Oscar a Mejor Película Animada— fueron hechas en México. Sin embargo, falta un largo camino para que la animación mexicana sea una industria sólida con producciones propias.

Como tantas otras áreas creativas y tecnológicas, la animación depende del extranjero para su supervivencia. Para los animadores mexicanos es más redituable trabajar contenidos para Warner o Marvel que trabajar en proyectos propios cuya derrama económica se quede en el país. De algún modo, a buena parte de la animación ya la atrapó la garra de la maquila. Para ejemplo de ello, un dato: en México, la maquila por minuto de Peppa Pig se cobra a 200 mil pesos (10 mil 700 dólares), dice José Iñesta, director de Pixelatl, asociación dedicada a promover los contenidos audiovisuales y gráficos nacionales en el mundo.

Entérate: Muere Leiji Matsumoto, el creador de manga que dirigió Interstella 5555 de Daft Punk

A nivel global, sin embargo, la cerdita más querida por los niños genera mucho más que eso: unos mil 160 millones de dólares cada año. Y para calibrar cuánto se valora esta serie en el mercado, habrá que recordar que, en 2019, Hasbro pagó cuatro mil millones de dólares por la propiedad del estudio canadiense que la hacía: Entertainment One.

“Todavía es muy difícil levantar proyectos originales [de animación] en México. Hacen falta apoyos y estímulos fiscales. De hecho, el caso de Pinocho es similar [al de Peppa Pig]. La película se hizo en ShadowMachine, en Portland. En Guadalajara sólo se hicieron seis minutos. Y obviamente esto tiene que ver con que no hay apoyos. Se hizo para profesionalizar el talento [local] y demostrar que sí se está a la altura de una producción internacional. Fue un gran gesto [de parte de Del Toro], pero al final del día, Pinocho no se hizo en México”, explica Iñesta.

Resulta paradójico que México no goce de una animación sólida —al menos en términos de industria— si es aquí donde se encuentra el estudio más importante del rubro en América Latina: Ánima Studios, empresa creada en 2002 por José García de Letona y Fernando de Fuentes. Esta compañía realizó la serie animada de El Chavo del 8 y Las Leyendas, la primera serie animada latinoamericana hecha para Netflix.

A nivel nacional, sin embargo, la animación apenas figura de forma representativa. De los 259 largometrajes que se produjeron en México en 2021, sólo el 2% son animados, según los datos más recientes del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine). En cortometrajes el porcentaje tampoco es muy alto: 8%.

En 2021, sólo fueron registradas cinco películas mexicanas animadas: A Mutts Tale (animación 3D), Alebrijes (computación gráfica 2D), La gran historia de la filosofía occidental (cutout), Los niños invisibles (computación gráfica 2D) y Wango & Quark (animación 3D). Ninguna ha sido estrenada. Sólo la última fue vendida a los cines de Reino Unido, Turquía, Sudáfrica, Argentina, Brasil, Perú y Costa Rica, pero la pandemia complicó todo y la cinta quedó en el limbo. Final triste para una película que comenzó a producirse desde 2014 y que lidió con varios obstáculos, casi todos ellos económicos.

El problema no es la falta de talento o de mano de obra. De hecho, la animación es la especialidad audiovisual que más se estudia en México. El IMCINE estima que hay 114 carreras y posgrados relacionados con la animación. Una cifra muy por arriba de la cinematografía (42), la producción (19), la actuación y las artes escénicas (16) o la dirección (2).

“La base es el talento. Y el talento humano en México sobra”, asegura Angélica Lares, directora del Centro Internacional de Animación en México, mejor conocido como El Taller del Chucho, un estudio impulsado, en parte, por el propio Guillermo del Toro, y que se dedica, sobre todo, a la técnica de stop motion (con la que fue realizada Pinocho).

La industria mexicana de la animación, según Lares, es un avión que apenas va despegando. El siguiente paso, dice, es sostener el vuelo a través de la creación de historias propias. Series y películas mexicanas que atraigan los reflectores de otras audiencias, de otras geografías. “Ya hacemos mucho servicio [para estudios extranjeros] y está muy bien, lo hacemos con gran calidad, lo hemos demostrado, hay muchísimo talento, pero creo que estamos en un momento para dar el siguiente paso”.

Lares tiene una amplia experiencia en el cine no sólo como arte, sino como negocio. Fue directora de Industria y Mercado del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG). Su propuesta es: mayor inversión a través de fondos públicos y privados.

Cortesía

El año pasado, dice, el Taller del Chucho ofreció 30 talleres donde se capacitaron alrededor de 500 personas. Trabajan con distintos festivales y también tienen enlaces importantes en Estados Unidos y Canadá. De hecho, abren el 2023 con una alianza con el Tec de Monterrey, donde impartirán cursos a los profesores que se desarrollen en los rubros de la animación y el arte.

Simon Gerbaud es un artista visual francés que llegó a México en 2005. Actualmente dirige el área de la animación en la Escuela Superior de Cine (ESCINE). Desde que arribó a nuestro país, recuerda, percibió que los mexicanos tienen una sensibilidad estética especial. Al final, dice, México es un pueblo de grandes pintores y artistas gráficos. No es extraño que la animación sea un campo fértil para la creatividad mexicana, afirma.

“Si tuviéramos que comparar a la animación mexicana con un cuerpo, diría que es uno bastante joven”, comenta Gerbaud. Sin embargo, eso sólo aplicaría para la animación desde un punto de vista académico, porque desde la década de 1990 ya existían mentes hábiles para este oficio. Como ejemplo cita a Carlos Carrera y su película El héroe (1994), que fue todo un hito en el cine mexicano y se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

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“Lo que es nuevo es lo académico. Las primeras escuelas que ofrecieron animación aparecieron hace 10 años. Sin duda eso traerá repercusiones, porque estamos por ver los resultados de la gente joven. A diferencia de los animadores anteriores, ellos sí han estudiado de manera formal”, indica Gerbaud, quien también es maestro en artes visuales por La Sorbona.

La industria de la animación en México tiene todas las posibilidades para convertirse en un engranaje creativo redituable no sólo para los animadores, sino para toda una cadena productiva y, sobre todo, para impulsar el cine nacional que tantos golpes de austeridad ha recibido en los últimos años.



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Guillermo del Toro siempre causa un efecto dominó en todo lo que hace. Para bien o para mal. Esta vez el tema que está sobre la mesa es, nuevamente, el estado de salud del cine mexicano. Algunas escenas de Pinocho (2022) —ganadora de varios premios internacionales, entre ellos el Oscar a Mejor Película Animada— fueron hechas en México. Sin embargo, falta un largo camino para que la animación mexicana sea una industria sólida con producciones propias.

Como tantas otras áreas creativas y tecnológicas, la animación depende del extranjero para su supervivencia. Para los animadores mexicanos es más redituable trabajar contenidos para Warner o Marvel que trabajar en proyectos propios cuya derrama económica se quede en el país. De algún modo, a buena parte de la animación ya la atrapó la garra de la maquila. Para ejemplo de ello, un dato: en México, la maquila por minuto de Peppa Pig se cobra a 200 mil pesos (10 mil 700 dólares), dice José Iñesta, director de Pixelatl, asociación dedicada a promover los contenidos audiovisuales y gráficos nacionales en el mundo.

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A nivel global, sin embargo, la cerdita más querida por los niños genera mucho más que eso: unos mil 160 millones de dólares cada año. Y para calibrar cuánto se valora esta serie en el mercado, habrá que recordar que, en 2019, Hasbro pagó cuatro mil millones de dólares por la propiedad del estudio canadiense que la hacía: Entertainment One.

“Todavía es muy difícil levantar proyectos originales [de animación] en México. Hacen falta apoyos y estímulos fiscales. De hecho, el caso de Pinocho es similar [al de Peppa Pig]. La película se hizo en ShadowMachine, en Portland. En Guadalajara sólo se hicieron seis minutos. Y obviamente esto tiene que ver con que no hay apoyos. Se hizo para profesionalizar el talento [local] y demostrar que sí se está a la altura de una producción internacional. Fue un gran gesto [de parte de Del Toro], pero al final del día, Pinocho no se hizo en México”, explica Iñesta.

Resulta paradójico que México no goce de una animación sólida —al menos en términos de industria— si es aquí donde se encuentra el estudio más importante del rubro en América Latina: Ánima Studios, empresa creada en 2002 por José García de Letona y Fernando de Fuentes. Esta compañía realizó la serie animada de El Chavo del 8 y Las Leyendas, la primera serie animada latinoamericana hecha para Netflix.

A nivel nacional, sin embargo, la animación apenas figura de forma representativa. De los 259 largometrajes que se produjeron en México en 2021, sólo el 2% son animados, según los datos más recientes del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine). En cortometrajes el porcentaje tampoco es muy alto: 8%.

En 2021, sólo fueron registradas cinco películas mexicanas animadas: A Mutts Tale (animación 3D), Alebrijes (computación gráfica 2D), La gran historia de la filosofía occidental (cutout), Los niños invisibles (computación gráfica 2D) y Wango & Quark (animación 3D). Ninguna ha sido estrenada. Sólo la última fue vendida a los cines de Reino Unido, Turquía, Sudáfrica, Argentina, Brasil, Perú y Costa Rica, pero la pandemia complicó todo y la cinta quedó en el limbo. Final triste para una película que comenzó a producirse desde 2014 y que lidió con varios obstáculos, casi todos ellos económicos.

El problema no es la falta de talento o de mano de obra. De hecho, la animación es la especialidad audiovisual que más se estudia en México. El IMCINE estima que hay 114 carreras y posgrados relacionados con la animación. Una cifra muy por arriba de la cinematografía (42), la producción (19), la actuación y las artes escénicas (16) o la dirección (2).

“La base es el talento. Y el talento humano en México sobra”, asegura Angélica Lares, directora del Centro Internacional de Animación en México, mejor conocido como El Taller del Chucho, un estudio impulsado, en parte, por el propio Guillermo del Toro, y que se dedica, sobre todo, a la técnica de stop motion (con la que fue realizada Pinocho).

La industria mexicana de la animación, según Lares, es un avión que apenas va despegando. El siguiente paso, dice, es sostener el vuelo a través de la creación de historias propias. Series y películas mexicanas que atraigan los reflectores de otras audiencias, de otras geografías. “Ya hacemos mucho servicio [para estudios extranjeros] y está muy bien, lo hacemos con gran calidad, lo hemos demostrado, hay muchísimo talento, pero creo que estamos en un momento para dar el siguiente paso”.

Lares tiene una amplia experiencia en el cine no sólo como arte, sino como negocio. Fue directora de Industria y Mercado del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG). Su propuesta es: mayor inversión a través de fondos públicos y privados.

Cortesía

El año pasado, dice, el Taller del Chucho ofreció 30 talleres donde se capacitaron alrededor de 500 personas. Trabajan con distintos festivales y también tienen enlaces importantes en Estados Unidos y Canadá. De hecho, abren el 2023 con una alianza con el Tec de Monterrey, donde impartirán cursos a los profesores que se desarrollen en los rubros de la animación y el arte.

Simon Gerbaud es un artista visual francés que llegó a México en 2005. Actualmente dirige el área de la animación en la Escuela Superior de Cine (ESCINE). Desde que arribó a nuestro país, recuerda, percibió que los mexicanos tienen una sensibilidad estética especial. Al final, dice, México es un pueblo de grandes pintores y artistas gráficos. No es extraño que la animación sea un campo fértil para la creatividad mexicana, afirma.

“Si tuviéramos que comparar a la animación mexicana con un cuerpo, diría que es uno bastante joven”, comenta Gerbaud. Sin embargo, eso sólo aplicaría para la animación desde un punto de vista académico, porque desde la década de 1990 ya existían mentes hábiles para este oficio. Como ejemplo cita a Carlos Carrera y su película El héroe (1994), que fue todo un hito en el cine mexicano y se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

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“Lo que es nuevo es lo académico. Las primeras escuelas que ofrecieron animación aparecieron hace 10 años. Sin duda eso traerá repercusiones, porque estamos por ver los resultados de la gente joven. A diferencia de los animadores anteriores, ellos sí han estudiado de manera formal”, indica Gerbaud, quien también es maestro en artes visuales por La Sorbona.

La industria de la animación en México tiene todas las posibilidades para convertirse en un engranaje creativo redituable no sólo para los animadores, sino para toda una cadena productiva y, sobre todo, para impulsar el cine nacional que tantos golpes de austeridad ha recibido en los últimos años.



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