En 2008, Óscar Alfonso Castro se fue de intercambio académico a Francia a estudiar relaciones internacionales. Pronto se dio cuenta que las clases lo rebasaban. El 80 por ciento de ellas, evidentemente, eran en francés. Y él no dominaba el idioma. “A los 15 minutos de clase ya estaba frito porque no entendía”, recuerda. “Tuve el placer de poder estudiar un semestre en Francia, en donde no estudié ni madres, porque me la pasé haciendo canciones”.
Alfonso no era músico profesional. Pero sabía que lo suyo no era la academia ni la ciencia política. Poco a poco, ensimismado en su departamento, lejos de su natal Ciudad Obregón, lejos de la Guadalajara que lo vio crecer, se atrevió. Tomó clases de música en YouTube y encontró en su guitarra una forma de lenguaje que sí entendía.
“Una vez, fumé mucho hash, estaba en otra dimensión, me vi en el espejo y dije: soy músico”, dice Alfonso, quien después de ese momento epifánico se convirtió, involuntariamente, en Caloncho, quien en poco tiempo ya era uno de los músicos pop más reconocidos de Latinoamérica. Hoy, presenta su nuevo álbum Malvadisco, en el que, asegura, deja atrás su discurso optimista para adentrarse en un mundo “más real”.
“(Malvadisco) es un capítulo solamente. Un capítulo de realidad en el que colectivamente nos tocó vivir algo súper extraño, la pandemia, y por eso cambiaron los ánimos y las reflexiones de todos”, comparte Caloncho en entrevista con El Sol de México.
“Es un disco más introspectivo en el que crucé un límite que me había definido previamente, no hacer canciones que tuvieran cierto tipo de emoción. Sin embargo, quería quitarme ese límite y ser un poco más libre”.
Hace más de una década que se fue de intercambio a Francia, donde el único que escuchaba sus canciones era su vecino rumano. Hoy, tiene casi 2.5 millones de descargas mensuales en Spotify y su tema más popular, Optimista, rebasa las 37 millones de reproducciones en YouTube. Ha colaborado con artistas internacionales como Mon Laferte, Juan Pablo Vega, Silvana Estrada y Carlos Sadness. Y, por supuesto, uno de sus momentos más importantes: en 2014, fue el telonero de Erlend Øye, el líder de Kings of Convenience y The Whitest Boy Alive.
La fórmula de su éxito es incierta para él. “Tal vez fue mucha suerte”, admite. O quizá, se debió a que cuando arrancaba su carrera, a inicios de la década, eran pocos los que se valían de sonidos alegres y simples.
➡️ Suscríbete a nuestro Newsletter y recibe las notas más relevantes en tu correo
Ese júbilo en sus composiciones es un sello que ahora busca romper ante una audiencia que lo asocia con el músico optimista que siempre “vibra alto”, reconoce.
“Era inevitable no verse afectado por la pandemia. Entre el aislamiento y las noticias, era difícil mantenerse lejos (de los problemas). Me agüité cuando se cancelaron los conciertos. Me agüita todavía no poder tocar: al final es lo que hago para poder comer. Sin embargo, desde el privilegio, pude estar en casa, estar con mi familia y ver la cotidianidad, algo que no tenía tan claro. Me quedo con eso”, concluye.