Etiopía, Kenia, Tanzania, Zanzíbar y Sudáfrica fueron sólo algunos de los lugares a los que David Rocco decidió aventurarse para conocer su cultura y sus sabores. El reconocido chef canadiense reúne en el programa David Rocco: Dulce África, una serie de historias y encuentros con la población de este misterioso continente para descubrir su mundo a través de su gastronomía.
“Cada región tiene su propio estilo de cocina, sus propias especias. Por ejemplo, las de Zanzíbar eran totalmente diferentes a las de Etiopía. En su mayoría la cocina es bastante simple, es más sobre entender su enfoque para usar sus especias”, dice David Rocco durante un encuentro telefónico con medios de Latinoamérica.
“Las especias de Etiopía tenían un lado más picante, su berbere y su aroma, por ejemplo, serían como las que se ponen en muchos de sus platos, a diferencia de Zanzíbar donde no eran tan picantes”, describe el chef sobre este viaje que comenzó como un deseo personal al que decidió aventurarse y del que pudo descubrir cosas más allá de la cocina.
“Etiopía es un lugar al que siempre quise ir. El proceso para este show consistió en filmar algunas cosas documentales, pero también teníamos a una pareja de locales que nos llevaban a explorar la ciudad. No quisimos planear mucho, queríamos conocer a los habitantes de ahí y tener una sensación de lo que significa la ciudad para ellos, así como su forma de vivir”, comenta.
David no duda ni un momento en destacar lo bien que la pasó durante la filmación de este nuevo show que tendrá su estreno hoy a las 22 horas en National Geographic. Pero ciertamente hubo un lugar que conquistó su paladar más que otros.
“Probablemente diría que el plato más delicioso que probé fue en Zanzíbar porque el pescado y el pulpo eran demasiado frescos. Además, muchos de los curris tenían una base de coco que los había muy frescos. Zanzíbar tiene una gran historia con las especias, mucho sabor: tienes lo picoso pero también lo dulce del coco”, comenta.
El chef dice que en este viaje también hubo platillos que lo impresionaron de más. “Es gracioso porque en África, debido a la historia de los esclavos y la pobreza, hay platos que dicen, ‘¡Oh, Dios mío, no puedo comerlo!’. Quizá el más grande fue en Kenia, había una tina donde ponían cabezas de cabras que cocinaban hasta por ocho horas y luego bebías un poco de caldo para después comerte los intestinos y la cabeza. Ese fue uno de los que más me sorprendió”, asegura.