Aunque hace más de siete décadas, Ignacio López Tarso debutó en el teatro, el actor de 95 años admite que la emoción de subirse al escenario nunca acaba. “Tienes que sentirla para subirte al escenario”, afirma el actor en entrevista con El Sol de México.
La emoción surge minutos antes de subir a las tablas, “cuando estoy solo para prepararme mental y físicamente para el personaje. El público no se entera, pero en el camerino es donde sucede la transformación diaria. Es ahí donde se transforma esa persona que venía en el periférico, que estuvo en su casa comiendo con la familia o con algún amigo, que viene de otra reunión sobre otro tema… en fin, la transformación diaria en el camerino es importante, eso te lleva al personaje y a la emoción del mismo”, asegura.
Aunque ha protagonizado cintas como Macario, la primera película mexicana en ser nominada a un Oscar, o participado en telenovelas como El derecho de nacer y Esmeralda, para Ignacio López Tarso no hay otro lugar como el escenario frente al público. “El teatro es mi vida, mi vida entera, mi mayor satisfacción. Y aunque disfruto mucho el cine, la televisión, los viajes y todo eso, el mejor lugar es el escenario. En el teatro estoy muy cómodo siempre”, dice.
Por eso es que para celebrar 71 años sobre los escenarios, el actor protagoniza la la obra Una vida en el teatro. “¿Por qué es especial esta obra? Porque habla de teatro, porque está hecha por gente que ha escrito mucho teatro como es el señor David Mamet. La obra es interesante, y para nosotros es ideal porque es la vida de dos actores en el teatro. ¿Qué mejor para dos actores como nosotros hablar de dos actores que se pasan la vida en el teatro? Esa es la vida nuestra, la mía”, dice.
Una vida en el teatro cuenta la historia de Roberto, un actor consagrado, y Juan un actor con un futuro incierto. Ambos comparten en su camerino sus experiencias y frustraciones en esta carrera. Para este montaje dirigido por Salvador Garcini, Ignacio López Tarso compartirá créditos con su hijo, el actor Juan Ignacio Aranda.
“Era un deseo de hace muchos años. Leí muchísimas cosas sobre los dos solos en escena, pero nunca me había encontrado una obra que me gustara, que nos gustara a ambos, y a un empresario que la produjera. Afortunadamente, Daniel Gómez Casanova, con quien he trabajado desde hace ocho años, encontró la obra, la tradujo, pagó los derechos e hizo la adaptación, es lo que estaba buscando desde hace mucho tiempo”, dice el histrión.
Para Juan Ignacio Aranda, realizar esta obra con su padre es una forma de celebrar el legado que Ignacio López Tarso ha dejado en los escenarios. “Desde hace nueve meses empezamos a preparar esta obra, a pensar: ‘Bueno, ¿y por qué no hacemos un homenaje escénico? Que sean las obras que mi papá ha hecho. Y aquí vamos a ver a los personajes que ha hecho mi padre desde hace más de 30 años”, dice el actor.
El año pasado, el actor tenía en cartelera tres obras al mismo tiempo: El padre, Aeroplanos y Un Picasso, y a finales de año estrenó El cartero. Pero eso no es suficiente para el histrión, y López Tarso sigue continuamente en busca del proyecto que seguirá nutriendo su carrera.
“Me faltan muchas obras por hacer, sigo leyendo mucho. Nada más hay que coincidir con un empresario, un director y ver las posibilidades de la obra desde el punto de vista artístico, intelectual y económico, porque todos esos factores son los que hay que tomar en cuenta para el futuro del teatro”, finalizó.