En los inicios de su vida, John Lennon no tenía muy en claro cuál sería su rumbo. Era fan de la música, como muchos adolescentes del barrio de Liverpool donde nació y creció en la década de los cuarenta. Pero entonces uno de sus compañeros de clase le mostró la música de un artista que estaba rompiendo esquemas en Estados Unidos: Elvis Presley.
Lennon habló de la influencia del Rey del rock en varias ocasiones. Tanto, que en una exposición en el Royal Albert Hall de Londres, en mayo de 2009, lucía una fotografía gigante de Elvis Presley cantando y junto a ella una cita del propio Lennon: “Sin Elvis no existirían The Beatles”.
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“Supo que se iba a dedicar a este trabajo como cantante y músico, hasta que descubrió todo el mundo del rock”, afirma Víctor Rosas, líder del Grupo Morsa, la banda mexicana que toca los éxitos de The Beatles en vivo desde hace más de tres décadas. “Gracias a Elvis descubre su destino”, añade acerca del artista que este 9 de octubre cumpliría 80 años.
Así comenzó la carrera musical del que sería el líder de la agrupación más influyente en la historia de la música, para la que escribió junto a Paul McCartney clásicos como Blackbird, incluido en el álbum homónimo que The Beatles grabó en 1968 tras un viaje a lndia, o Lucy in the sky with diamonds, del célebre St. Pepper´s lonely hearts club band, de 1967, de la cual se ha dicho que hace referencia al LSD, la popular droga de la época.
DOS GENIOS SE ENCUENTRAN
Lennon comenzó a experimentar como músico a la edad de 15 años, con una banda llamada Quarrymen. Ese sería el rumbo que lo llevaría a conocer a Paul McCartney, con quien se encontró antes de cumplir 18 y con quien firmó las grandes creaciones de la banda: Love me do, And I love her, All you need is love, Come together y Get back, entre muchas otras.
La experimentación definió la ruta que Lennon tendría como músico y autor. “Es un rebelde, un innovador, una persona muy directa, esa es una de las características principales de su personalidad y de su trabajo, que lo llevó a ser muy creativo porque no se limitó a la música, escribió un par de libros, le interesaba el arte en sí, pero particularmente en la música pudo encontrar su manera de expresarse”, comenta el especialista.
A Lennon se le puede estudiar desde dos frentes: el que hizo como líder de The Beatles y como músico independiente, junto a su pareja Yoko Ono.
“Todo fue parte de una evolución natural. Se puede ver cómo comienza con The Beatles escribiendo y componiendo canciones sencillas. Pero en un momento comienza a transformarse y a hacer música mucho más complicada y experimental”, afirma Rosas.
Esta ruta empírica fue influenciada en gran parte por el consumo de drogas en los inicios de su fama junto al cuarteto de Liverpool
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Lennon se casó con Cynthia Powell en 1962 y vivió uno de los momentos más turbulentos de su vida. Ella declaró en varias ocasiones que sufrió maltratos físicos y psicológicos por parte del cantante, aunque parecía que las drogas lo volvían más pacífico.
Tras divorciarse de Cynthia en 1968, Lennon se casó un año después con Yoko Ono, una artista y activista por la paz que llevó al cantante a conocer un mundo nuevo. Fue en ese mismo año que ambos lanzan su primer álbum en conjunto Unfinished music No.1: Two virgins, después del viaje que Lennon y el resto del grupo realizaron a la India, donde compusieron el álbum doble The Beatles, que marcó un nuevo rumbo en su música.
Como solista, de su pluma surgieron otros clásicos como Imagine, Woman, o Nobody told me, del álbum póstumo Milk and honey, publicado tres años después de que el 8 de diciembre de 1980 el fanático Mark Chapman lo asesinara de cinco disparos a la entrada de su edificio en Nueva York.
La búsqueda de sonidos modificó la visión de Lennon sobre hacer música. “Trataba de crear ambientes que permitieran crear en el escucha una sensación. Buscó aquello que no se había explotado y se dejaba seducir por eso”.
Para el especialista, algo queda claro: “Todo lo que John Lennon dejó en composiciones musicales y todo lo que hizo en su carrera fue muy influyente para la música, pero su figura como artista fue de gran importancia también para toda la sociedad”.
HOMBRE ESPIRITUAL FASCINADO POR EL LUJO
Lennon hizo un viaje a la India para encontrar la sencillez de la existencia, pero no le importaba gastar cientos de libras en caviar beluga, la comida obligatoria de todas las tardes en los estudios de Apple Records, en Londres.
Las gafas de pasta más icónicas del siglo XX escondían no sólo al muchacho que abandonaron sus padres o al artista que declaró que lo único que necesitaba el mundo era amor: también ocultaban la cara más extravagante de The Beatles.
Según cuenta el periodista británico Philip Norman en su libro Paul McCartney. La biografía (2016) —la única autorizada por Paul—, The Beatles se dieron una vida de lujo durante sus últimos años como grupo. Y esto, en gran medida, gracias a las exigencias de John y Yoko, quien provenía de la aristocracia más conservadora de Japón.
“Cada vez que se suponía que John y Yoko vendrían, había que comprar caviar beluga en la tienda Fortnum & Mason de Piccadilly”, cuenta el escritor Barry Miles en la biografía de Paul. “En una ocasión en que la pareja no se presentó en el momento acordado, las dos cocineras fijas del restaurante donde estábamos untaron todo el caviar en una sola ración de tostadas y se lo comieron”.
La vida de John Lennon cambió drásticamente cuando conoció a Yoko, quien desde muy pequeña estuvo acostumbrada a un ambiente de sofisticación. Su padre, Eisuke Ono, era descendiente de una línea de samuráis cuyos orígenes se remontan al siglo IX. Su madre, Isoko, era heredera de la fortuna de los Yasuda, uno de los clanes de banqueros más poderosos del Japón imperial, y antecesores de lo que hoy es Mizuho Financial, el banco más grande por activos del mundo, según The Wall Street Journal. La nobleza nipona fue la puerta de entrada para que el chico de clase obrera de Liverpool conociera la opulencia.
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En la biografía de Paul McCartney también se cuentan los hábitos ostentosos de The Beatles, de los cuales gozaban los empleados, desde técnicos e ingenieros hasta mensajeros: los viajes siempre eran en primera clase, se pedían limosinas en lugar de taxis, las comidas se hacían en los mejores restaurantes y todo cargado a la cuenta de los Fab Four. “Creían que las arcas de los Beatles no tenían fondo”, dice Norman.
Otro ejemplo de la extravagancia de Lennon fue una fiesta que organizaron en Londres para los Hells Angels, el club de motociclistas más popular de la época y hoy considerado una organización criminal por el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
El primero en conocer esa cofradía fue George Harrison durante un viaje a California. Los convenció de viajar a Inglaterra y les prometió que iban a tener las mejores noches de su vida. Y así fue. Según recuerda Norman, todos se quedaron en la lujosa propiedad ubicada en el número 3 de Savile Row. Llegaron en sus motocicletas y, tal como se esperaba, aterrorizaron a todo el edificio durante una semana, consumieron comida y alcohol en cantidades industriales y acosaron sexualmente a las secretarias de Apple Records, todo bajo la protección de The Beatles.
Después de esas farras que duraban varios días, la pareja más famosa del mundo aprovechaba para irse a descansar a su mansión de Surrey, en el suroeste de Inglaterra. El inmueble fue valuado en 2017 en casi 10 millones de euros. Y no en vano. La propiedad fue construida en un terreno de poco más de seis mil metros cuadrados en St George’s Hill Estate, una de las zonas más elitistas de la sociedad británica. Allí se encuentran algunos de los mejores clubs de golf y tenis de Reino Unido, así como grandes extensiones de regiones arboladas. La casa tiene seis habitaciones con baño propio, estancias con acabados de lujo, una gigantesca cocina, chimeneas por doquier y un hall larguísimo donde John y Yoko recibían a sus visitas más distinguidas.
Y a eso hay que sumar otra propiedad que tuvo Lennon, la mansión en Palm Beach, Florida, cuyo valor ronda los 48 millones de dólares. Por la estancia se respiran los mármoles más finos distribuidos en siete habitaciones, nueve baños, varias estancias y dos albercas con vistas al mar. Bajo candelabros de colección y entre muebles de diseño, caminaban de la mano John y Yoko, quienes se refugiaban allí para esconderse de la bulliciosa Nueva York donde hacían sus manifiestos en pro de la paz y el amor.
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