/ martes 15 de agosto de 2023

Natalia Beristáin salió del teatro para encontrar su lugar en el cine

Nominada al Ariel en la categoría de Dirección por la película Ruido, asegura que imaginar, crear y compartir es su mayor gozo

Aunque en el cine encontró la libertad que tanto buscaba, es el teatro el lugar más seguro al que Natalia Beristáin acude cuando se siente perdida, el que le trae grandes recuerdos de su infancia y donde más recibe un cobijo.

La cineasta, hija de los actores Arturo Beristáin y Julieta Egurrola, recuerda su niñez, más que en foros de televisión, tras bambalinas, en las obras de teatro.

Recomendado para ti: Eugenio Caballero aspira a su cuarto Ariel por la magia visual de Bardo


Mis padres siempre han hecho televisión y cine, pero donde crecí fue en el teatro, si tengo un recuerdo de infancia absoluto es metida en ensayos kilométricos, horas, días enteros en el teatro”, recordó la directora en entrevista con El Sol de México.


“Para mí es ese espacio donde mi familia se ha desenvuelto desde siempre, ahí crecí, creo que al teatro necesito regresar para tocar tierra. Es un espacio seguro, aunque yo no me dedique a ello, sino como espectadora y gente de teatro que sí me considero”, agregó.

A pesar de que vivió entre tablas por muchos años, nunca se vio ejerciendo la profesión de actriz, su lugar estaba en la dirección.

“Entendí que no tengo esas herramientas y la manera en que podía ir de la mano con la actuación era dirigiendo, teniendo en cuenta que el teatro no era especialmente un espacio mío, necesitaba encontrar uno que sí lo fuera. El teatro estaba absolutamente impregnado de mis padres y yo necesitaba encontrar un cuarto propio y el cine me dio esa posibilidad, lo intuí pronto.

“Era más una intuición, incluso durante la escuela de cine y poco a poco conforme me fui ejercitando y haciendo cortos, trabajando en proyectos de otros compañeros, lo corroboré, después en mis propios proyectos se fue afianzando la seguridad, mi intuición era la correcta”, expresó.

Foto: Aracely García / Ovaciones

Beristáin estudió en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC). Su primer proyecto como directora de casting fue en 2005 con la película El violín, del director Francisco Vargas.

Un año después debutó como directora del cortometraje Peces plátano, seguido de Pentimento (2009), hasta llegar a su ópera prima No quiero dormir sola (2012).

En el cine encontré mi lugar, mi espacio es el set, la creación de una película en todas sus etapas, es uno de los lugares en donde más contenta me siento, donde me resulta más gozoso estar, crear, imaginar, compartir, eso ha sido algo que he ido entendiendo a lo largo de los años”, expresó.

Las películas La habitación (2016) y Los adioses (2017) completan su carrera; también ha dirigido episodios para Luis Miguel: La serie (2018), El secreto de Selena (2018), Historia de un crimen: Colosio (2019) y Monarca (2019).

CRECE CON SUS PROYECTOS

“Creo que la temática de las películas que he ido tocando ha variado conforme yo voy creciendo y preocupándome por otras cosas, encontrando nuevas cosas que antes me hubieran parecido impensables, así que eso tampoco va del todo delimitando de querer dedicarme a un tipo de proyectos exclusivamente”, sostuvo.

Su más reciente cinta Ruido explora el sentir de una madre, así como el de tantas en este país, que está en busca de su hija desaparecida. El largometraje está nominado a cuatro Premios Ariel, en las categorías: Edición, Fotografía, Actuación Femenina para el personaje de su madre, Julieta Egurrola y Dirección.

“Siempre estos premios o las nominaciones se vuelven una cereza en el pastel, más cuando ha sido un pastel tan agridulce como Ruido, por la temática de la película, así que siempre es un gusto saber que el trabajo se valora, incluso dentro de la propia comunidad cinematográfica”, dijo.

Para la edición 65 de los Premios Ariel son cuatro mujeres las nominadas, de cinco aspirantes a Mejor Dirección. Beristáin reconoce que es un honor estar en la misma terna con sus colegas, pero considera que aún existe mucho más por recorrer para lograr una igualdad y equidad dentro del medio.


Cuando yo estaba en la escuela de cine podía contar con los dedos de mis manos a las mujeres directoras en activo y ahora sé que somos cerca de 100 a nivel nacional. En muy poco tiempo ha crecido exponencialmente el número de mujeres a la cabeza de proyectos cinematográficos en todos los departamentos.

“Eso no quiere decir que estemos cerca de un camino igualitario y equitativo, mientras la violencia de género y micro machismos sigan operando o el abuso y el acoso sigan siendo parte normativa del sistema”, aseguró.

Gracias a esta cinta, muchas personas lograron concientizar sobre el tema de los feminicidios y las desapariciones forzadas, según relató la cineasta.

Nos hicieron llegar casos de mujeres diciéndonos que en su familia, su hermana, su papá, su novio, su mamá vieron la película y ya entendieron por qué marchan, por qué estamos enojadas, por qué salgo y reclamo, por qué quemo, por qué grito (y ejerzo) el derecho a la manifestación.

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¿Cómo no vamos a estar enojadas si hay 11 feminicidios al día?, tenemos todo el derecho de estar enojadas. La manifestación es un derecho público. Ahí puedo encontrar pequeños cambios”, finalizó.

La entrega de los Premios Ariel se llevará a cabo el 9 de septiembre, en el Teatro Degollado, en Guadalajara, Jalisco. La película Ruido está disponible en la plataforma de streaming Netflix.



Aunque en el cine encontró la libertad que tanto buscaba, es el teatro el lugar más seguro al que Natalia Beristáin acude cuando se siente perdida, el que le trae grandes recuerdos de su infancia y donde más recibe un cobijo.

La cineasta, hija de los actores Arturo Beristáin y Julieta Egurrola, recuerda su niñez, más que en foros de televisión, tras bambalinas, en las obras de teatro.

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Mis padres siempre han hecho televisión y cine, pero donde crecí fue en el teatro, si tengo un recuerdo de infancia absoluto es metida en ensayos kilométricos, horas, días enteros en el teatro”, recordó la directora en entrevista con El Sol de México.


“Para mí es ese espacio donde mi familia se ha desenvuelto desde siempre, ahí crecí, creo que al teatro necesito regresar para tocar tierra. Es un espacio seguro, aunque yo no me dedique a ello, sino como espectadora y gente de teatro que sí me considero”, agregó.

A pesar de que vivió entre tablas por muchos años, nunca se vio ejerciendo la profesión de actriz, su lugar estaba en la dirección.

“Entendí que no tengo esas herramientas y la manera en que podía ir de la mano con la actuación era dirigiendo, teniendo en cuenta que el teatro no era especialmente un espacio mío, necesitaba encontrar uno que sí lo fuera. El teatro estaba absolutamente impregnado de mis padres y yo necesitaba encontrar un cuarto propio y el cine me dio esa posibilidad, lo intuí pronto.

“Era más una intuición, incluso durante la escuela de cine y poco a poco conforme me fui ejercitando y haciendo cortos, trabajando en proyectos de otros compañeros, lo corroboré, después en mis propios proyectos se fue afianzando la seguridad, mi intuición era la correcta”, expresó.

Foto: Aracely García / Ovaciones

Beristáin estudió en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC). Su primer proyecto como directora de casting fue en 2005 con la película El violín, del director Francisco Vargas.

Un año después debutó como directora del cortometraje Peces plátano, seguido de Pentimento (2009), hasta llegar a su ópera prima No quiero dormir sola (2012).

En el cine encontré mi lugar, mi espacio es el set, la creación de una película en todas sus etapas, es uno de los lugares en donde más contenta me siento, donde me resulta más gozoso estar, crear, imaginar, compartir, eso ha sido algo que he ido entendiendo a lo largo de los años”, expresó.

Las películas La habitación (2016) y Los adioses (2017) completan su carrera; también ha dirigido episodios para Luis Miguel: La serie (2018), El secreto de Selena (2018), Historia de un crimen: Colosio (2019) y Monarca (2019).

CRECE CON SUS PROYECTOS

“Creo que la temática de las películas que he ido tocando ha variado conforme yo voy creciendo y preocupándome por otras cosas, encontrando nuevas cosas que antes me hubieran parecido impensables, así que eso tampoco va del todo delimitando de querer dedicarme a un tipo de proyectos exclusivamente”, sostuvo.

Su más reciente cinta Ruido explora el sentir de una madre, así como el de tantas en este país, que está en busca de su hija desaparecida. El largometraje está nominado a cuatro Premios Ariel, en las categorías: Edición, Fotografía, Actuación Femenina para el personaje de su madre, Julieta Egurrola y Dirección.

“Siempre estos premios o las nominaciones se vuelven una cereza en el pastel, más cuando ha sido un pastel tan agridulce como Ruido, por la temática de la película, así que siempre es un gusto saber que el trabajo se valora, incluso dentro de la propia comunidad cinematográfica”, dijo.

Para la edición 65 de los Premios Ariel son cuatro mujeres las nominadas, de cinco aspirantes a Mejor Dirección. Beristáin reconoce que es un honor estar en la misma terna con sus colegas, pero considera que aún existe mucho más por recorrer para lograr una igualdad y equidad dentro del medio.


Cuando yo estaba en la escuela de cine podía contar con los dedos de mis manos a las mujeres directoras en activo y ahora sé que somos cerca de 100 a nivel nacional. En muy poco tiempo ha crecido exponencialmente el número de mujeres a la cabeza de proyectos cinematográficos en todos los departamentos.

“Eso no quiere decir que estemos cerca de un camino igualitario y equitativo, mientras la violencia de género y micro machismos sigan operando o el abuso y el acoso sigan siendo parte normativa del sistema”, aseguró.

Gracias a esta cinta, muchas personas lograron concientizar sobre el tema de los feminicidios y las desapariciones forzadas, según relató la cineasta.

Nos hicieron llegar casos de mujeres diciéndonos que en su familia, su hermana, su papá, su novio, su mamá vieron la película y ya entendieron por qué marchan, por qué estamos enojadas, por qué salgo y reclamo, por qué quemo, por qué grito (y ejerzo) el derecho a la manifestación.

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¿Cómo no vamos a estar enojadas si hay 11 feminicidios al día?, tenemos todo el derecho de estar enojadas. La manifestación es un derecho público. Ahí puedo encontrar pequeños cambios”, finalizó.

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