Por su mirada cruza una belleza que no todos ven. Crecer entre San Ángel y Tacubaya, pero sobre todo entre artistas, le dio a Sergio Arau una conciencia que ha regido su vida. Y un gusto por lo kitsch, que le dio otra apreciación, dice en entrevista con El Sol de México.
“Me empecé a dar cuenta a partir de los 10, 12 años de que en las otras familias no tenían parientes famosos”, recuerda y relata que hasta los siete años, vivió en el Pedregal de San Ángel, de donde se mudó a Tacubaya.
“Cuando mis papás se divorciaron, acabamos en casa de mi abuela en una zona muy pobre, la calle no estaba pavimentada, y cuando pavimentaron fue como ver a supermanes haciendo hoyos con unas maquinotas, había varios que nos dejaban a los chavitos subir con ellos, una cosa maravillosa; antes de que pavimentaran, jugábamos guerritas, canicas, hacíamos trincheras, las calles eran de tierra, pero a diferencia de estar encerrado en San Ángel, había como 60 niños que salíamos diario a la calle, fue un cambio muy violento, en el mejor de los sentidos, teníamos muchos amigos y había madrizas, accidentes, de todo, pero aún así, viví una infancia muy divertida, las broncas con mi papá y mi mamá, pues ya es lo que te toca, ni modo”.
Arau explica que descubrió que “lo naco es chido”, justamente en su infancia. “Chance porque a diferencia del Jardín de niños del Pedregal, en mi primaria había niños que no tenían zapatos. Yo era clase media, pero como que los artistas nos ‘desclasamos’, eres de cualquier clase, eres otra cosa, eres artista, el bufón del rey, yo siento que la gente es la gente, con zapatos o sin zapatos. En ese entonces tenía dos o tres amigos hijos de productores de cine, de negociantes, pero me daba igual”.
Y sí, no le impresiona la pobreza. Tampoco la riqueza. “Me pasó una cosa cuando Yareli Arizmendi, mi esposa y mi musa, por su trabajo en Como agua para chocolate y otros proyectos, se ganó dos veces el Premio Princesa Grace, fuimos a Nueva York a cenar con el príncipe de Mónaco y con Estefanía, con toda la familia. Yo iba de charroquer, con mi saco de mariachi con estoperoles y me sentía bien, de hecho causé furor, estaban muy impresionados, como que uno como artista pone las reglas”, relata.
“Y por otro lado, sí hay que apreciar y valorar todo, no se trata nada más de lo cómodo, lo bonito, por eso es que lo naco es chido, te puedo garantizar que los tres botellitos, el Mastuerzo, el Cucurrucucú y yo, veíamos una belleza que no la ve cualquiera. Siento que después de una larga labor por lo naco, sí se ganó algo. Sigue habiendo clasismo, racismo y una distancia económica entre los pobres y los ricos muy gruesa, pero por lo menos lo naco es un poco más aceptado, que es la cultura popular, lo callejero”.
LA HERENCIA DE LOS ABUELOS
Hay dos cosas de su forma de pensar y de actuar, que Sergio Arau descubrió con los años, una es su rechazo a las injusticias y la otra, su mexicanidad.
“Lo que más me motiva en la vida es la injusticia, de cualquier tipo, puede ser esa injusticia gigante del trato a los seres humanos que son diferentes, a los inmigrantes, o alguien que le hace algo a otro más chiquito, yo brinco.
“Y lo otro es México, viene de familia, el papá de mi mamá, fue poeta estridentista y juez de la Suprema Corte de Justicia. Los estridentistas eran anti gringos, anti franceses, mexicanísimos, toda mi familia me dice que yo heredé de mi abuelo, él murió un mes después de que yo nací, pero la verdad es que todo lo que he descubierto de él, sí definitivamente hay una conexión. No creo en los otros mundos ni nada, pero desde chiquito me la pasaba dibujando pirámides aztecas, códices, y a la hora que hago Botellita de Jerez, ora sí que traía el nopal en la frente”.
Además del abuelo estridentista, en su familia materna todos eran artistas. Su mamá, Magdalena, y su tío, Sergio Corona eran bailarines de ballet clásico. “Todos los hermanos de mi mamá eran artistas, el mayor era un gran escultor y mecánico, hacía unas cosas rarísimas con piezas de coche, yo lo adoraba, mis vacaciones con él eran geniales; mi tía, la que es mayor que Sergio, que tiene 96 años, toca el acordeón y el piano y la hermana menor también era bailarina, de rumba y flamenco. Mi mamá después que dejó el ballet clásico, bailaba tap como poca gente, era impresionante”.
Pero su gran maestra fue la abuela, que le enseñó a hacer canciones y a pintar al óleo, como ella tocaba la mandolina, le enseñó a tocar la guitarra.
“Mi formación oficial, cuando tuve clases, fue porque mi tío Sergio me vio tan entusiasmado con la guitarra que una vez fue a una entrevista a la W y el del estacionamiento estaba con sus cuates tocando la guitarra, a mi tío le pareció que tocaba maravilloso, y le pagó para que me diera ocho clases en un mes, dos a la semana. Aprendí Gloria, La bamba, el círculo de Sol, los boleros, las rancheras. Esa fue mi educación formal”, confiesa entre risas.
SU PADRE, LA INSPIRACIÓN DE BOTELLITA DE JEREZ
Antes de Botellita de Jerez existieron los Tepetatls, un grupo formado por su padre, el actor y cineasta Alfonso Arau, para un espectáculo de cabaret; él y Carlos Monsiváis escribieron las letras de las canciones de esa banda, que grabó un único disco que hoy es de culto, pues sólo editaron mil LP's. José Luis Cuevas hizo la escenografía del espectáculo, en el que tocaban Los Rebeldes del Rock, sin Johnny Laboriel.
"A mi papá no le gustaba el rock, Los Tepetatls eran una parodia de los Beatles, una burla de la ola inglesa", cuenta Arau. Además de Monsiváis y Cuevas, Vicente Rojo fue parte del proyecto, él diseño la portada del álbum. Se reunieron " los jóvenes artistas de ese momento".
Esa banda lo impresionó luego de 10 años retirado de la música y comenzó a darle vueltas la idea de formar una banda de rock mexicano.
"Después de Avándaro se vino una represión muy fuerte del gobierno contra los jóvenes y contra el rocanrol, yo creo que le dio pavor, veníamos del 68, luego el Halconazo del 71 y dos meses después en Avándaro esperaban 15 mil personas y llegamos 250 mil. Yo toqué ahí.
"Pero vino la represión. No podías juntarte con nadie, había letreros en los Vips y en los Denny's con una cara de perfil con pelo largo y bigote para que vieras que era hombre y decía “No”. Y no te atendían, estaba grueso, yo una vez me peleé con un taxista nada más porque traía el pelo largo, se bajó y se me echó encima, era un momento muy agresivo".
En ese ambiente de prohibición, había pocos espacios para la música. El robo de su guitarra en una redada de la Policía en un concierto en un frontón en la colonia Condesa, lo deprimió tanto, que dejó de tocar. Fue una larga pausa.
FUE APRENDIZ DEL CARICATURISTA NARANJO
"Mi otro amor es la dibujada, tuve la suerte de tener buenos mentores y maestros, trabajé de achichincle con Rogelio Naranjo, yo era el que compraba las tintas, el que iba por las cartulinas, pero como él sabía que yo dibujaba, si hacía un boceto, me decía ‘a ver entíntalo’, fue un gran maestro para mí. Me dediqué a la caricatura y dejé de tocar 10 años".
Entre 1972 y 1982, publicaba en Papalote y otras revistas infantiles, hizo portadas de libros para niños y libros de texto de educación primaria.
"Como por el 80, 81 ya me moría de ganas de tocar, soy fan de Chava Flores, de Los Xochimilcas, de Tin Tan, y cuando vi a Los Tepetatls, me clavé mucho con ellos, me encantaba la idea de hacer música con humor, muy mexicano. El, Tlálocman que tocamos con Botellita de Jerez, es de ese disco de Los Tepetatls".
El caricaturista Manuel Ahumada le presentó a Armando Vega Gil y comenzaron a darle forma a la banda Charrocanrol, junto con Mila Ojeda, la hija de El Negro Ojeda, que entonces era pareja de Sergio.
"Lo que hicimos fue mezclar El son de la negra, con Juan charrasqueado y Johnny Be Good en una historia de los Panchitos". Mila finalmente rechazó ser una de las dos voces del grupo y dejó el proyecto. Entonces apareció Paco Naco, Francisco Barrios, el baterista de Los Nacos, y el trío formado por Arau, Vega Gil y Barrios, el Uyuyuy, el Cucurrucucú y el Mastuerzo, crearon esa genialidad llamada Botellita de Jerez, hace 40 años.
DE ROCKOTITLÁN A LA DEBACLE
El 2 de abril de 1983, fue su primera tocada en una escuela técnica de Taxqueña, " para sacar lana para que Ahumada se fuera a vivir a Nueva York". El conductor, que también cantó, fue Jaime López y el otro grupo fue Real de Catorce; "hubo un grupo que se llamó Broma Bolchevique que duró como la mitad de la tocada y se pelearon gachísimo", recuerda divertido.
"Se juntaron muchas cosas en ese momento, estaba Jaime López, Rockdrigo, Gerardo Enciso, una bola de grupos naciendo y no había dónde tocar, por eso abrimos Rockotitlán, estuvimos un rato en un lugar en Miguel de Quevedo con los de Kerigma, pero era chiquitito, se llamaba El Oriente, era un restaurant vegetariano y luego se convirtió en La Rocola, ahí fue donde se consolidó Botellita, porque tocábamos de jueves a domingo".
En Rockotitlán sólo podían tocar grupos en español y de música original, "y no te imaginas cuántas bandas había". Todo era éxito, grabaron tres discos, y de pronto, "mi versión es que nos cayó la industria", advierte el guitarrista
"Llegó Rock en tu idioma, entraron los españoles, los argentinos, con música mucho más hecha, comercial digamos y madura en el sentido que en sus países eso había empezado mucho antes y a nosotros nos fue mal, ora sí que nos cortaron por nacos y nos lo decían además, lo chistoso es que para el circuito de hoyos funky y el underground, éramos fresas y para los fresas éramos nacos", relata.
En la cúspide del éxito, la caída fue estrepitosa. Entre 1987 y 1988, de llenar todos los lugares donde se presentaba Botellita de Jerez, "casi de un día para otro ya no iba nadie a vernos, eso te provoca también broncas internas, hicimos una gira y yo dije ahí muere, me salí y la verdad es que los siguientes años fueron bastante duros", comparte Sergio, quien después de su salida del grupo fue parte de la disquera Cielito Eléctrico, con la que grabó un disco, y editó uno más con Discos Rockotitlán.
"Hice otro disco con Sony, que me cancelaron porque cambiaron de director y me congelaron, nadie me contrataba porque ya no era Botellita. La verdad me dolió mucho que Botellita de Jerez cambió de género, se fue a la telenovela, hizo La baticumbia, no estoy en contra de la cumbia, estoy en contra de hacer un movimiento tan obvio por lo comercial", lamenta.
En esa mala racha, "perdí todo lo que tenía, tuve que vender todo y estaba a punto de irme a España, cuando conocí a Yareli".
LA MUSA, EL ARREJUNTE Y LA PELÍCULA
Yareli Arizmendi vivía en San Diego, vino a México en 1992, a hacer casting para la película de Alfonso Arau Como agua para chocolate. Ahí la conoció Sergio, "y acabé en San Diego con ella".
El Uyuyuy regresó al país en 1999 para una gira de despedida de Botellita que se llamó El último gucarrock, de la cual grabaron un disco. "La gira del arrrejunte", le llama.
Y en 2005, después de su concierto en el Vive Latino, Botellita de Jerez regresó a guacarrockear.
"Duramos hasta el 2012, porque ya estábamos cansados, dice el baterista de los Doors que estar en una banda es como la poligamia pero sin sexo, o sea, namás la parte difícil. Al final ya no nos entendíamos nada, teníamos que haber grabado un disco para la película que hice, que se llama Naco es chido, que es la verdadera historia de Botellita de Jerez basada en hechos más o menos reales y nunca lo pudimos concretar, tuve que cambiar la historia al final", dice sobre el falso documental de la banda de la que ahora tiene el plan de filmar su historia real.
Sus primeros años en Estados Unidos, en lo 90, fueron difíciles, por la racha que venía arrastrando, pero estaba a punto de dar en el clavo con su primera película de ficción.
"Yo desaparecí para todo el mundo, hice miles de videos, miles de cosas pero muy underground, que no se veían. Me aventé 12 años de desaparecido y de pronto regreso con Un día sin mexicanos".
Sobre su película de 2004, coescrita con Yareli Arizmendi, quien también forma parte de un elenco en el que hay otros mexicanos como Elpidia Carrillo, Eduardo Palomo y Fernando Arau, reconoce sin falsa modestia: "El éxito lo entiendo perfectamente, a diferencia de muchas películas que se hacen sobre la migración, esta era comedia, es la gracia de la caricatura, es una herramienta cabrona, en lugar de salir y hacer una tragedia, hicimos una comedia y además volteamos la tortilla y eso fue lo que funcionó. Hasta la fecha es de culto, los periodistas, los políticos, todo mundo la usa, eso se siente chido".
A dos décadas, reconoce con preocupación, "se puede hablar más, pero la situación sigue siendo muy injusta, yo tengo una bronca con ‘lo latino’, porque siento que los mexicanos no somos latinos, nos metieron a todos en el mismo costal, pero es muy diferente alguien que viene de El Salvador, que tiene un permiso especial, a que llegues como mexicano, cada país tiene una relación diferente, si nos meten a todos en un mismo saco, los mexicanos quedamos muy vulnerables y muy débiles, a pesar de que somos la gran mayoría".
TOCADA Y FUGA
Sergio Arau retoma su carrera como solista y acaba de lanzar Tocada y fuga, un disco con canciones cuya base musical proviene de obras de Strauss, Beethoven, Tchaikovsky, Bach, Bizet, Rossini, Mozart, Vivaldi, Rosas y Di Capua. Toda una audacia para quien no es músico de conservatorio.
"Los de mi grupo anterior me relacionan mucho con Zappa, pero él sí sabía mucha música, escribía cosas que ni la sinfónica podía tocar, yo creo que se refieren a que yo de veras no respeto nada, no importa que la regla diga que no se puede, a mí me vale madres".
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Acompañado por Rubén Albarrán, Horacio Franco, José Fors, Andrea Echeverri, Piro, Lino Nava, Javier Gurruchaga, Cecilia Noel, Carina Ricco, Yareli Arizmendi y DJ Rayo, como invitados en este disco, el Uyuyuy se presenta ahora como Lazlo De la Vega Morris Balam Klaus Vitelli y Pavón.
Usar un pseudónimo es, dice, "como tener una máscara de luchador, te da un poder, tienes algo que los demás no tienen.
"Es una cosa muy chistosa, por eso Rubén Albarrán se cambiaba de nombre en cada disco, te da una fuerza, es interesante, es como una personalidad secreta, te vuelves superhéroe de alguna forma", concluye quien grabó temas como Danubio blues, Carmen de cañon, Pozole mío, Sobre las solas del bar y La hago de los bisnes.