“¿Dónde se producen los oleajes más violentos del mar?” se cuestiona Demián Bichir: “Justo en la línea que divide la tierra y el agua”, responde él mismo. “Esa orilla es Danyka, de esa forma es el clamor, ese juego de seducción con olas violentas que si logras sortear hay un momento de paz, pero después cuando crees que estás totalmente seguro te revuelca, te toma por sorpresa y te pone patas pa’ bajo y pa’ rriba y te impide pensar claramente.”.
Así se refiere el actor al breve encuentro que su personaje Alejandro tiene con Danyka (Sasha González), una joven de 16 años que con su intelecto y belleza cautiva a este escritor de mediana edad.
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En una plática a la orilla del mar que ocurre en menos de una hora y casi sin cortes, este hombre cuestiona su vida, sus ideas respecto a la seducción y la madurez, así como sus propios valores y los límites que existen entre lo prohibido y lo permitido.
“Danyka es este torbellino de cosas e ideas que ocurren en una tarde, por eso revoluciona su vida. Ella es este oleaje constante, enormemente hermoso, tremendamente seductor y sin ninguna duda peligrosa”, dice el nominado al Oscar en 2012 por la cinta Una vida mejor.
Danyka es el cuarto largometraje escrito y dirigido por Michael Rowe. La historia comienza cuando llegan Alejandro (Bichir) y su esposa Tere (Lisa Owem) a pasar un día familiar en la playa con unos viejos conocidos. Ahí se encuentra a una adolescente aparentemente rebelde, cuyo intelecto empata a la perfección con la mente de este escritor que vive un matrimonio al parecer feliz, pero lleno de frustraciones.
“La empatía es uno de los valores más claros que puedo detectar aquí: Cómo le hacemos para empatizar con una brecha generacional tan amplia si a veces no podemos ni siquiera tener empatía con nuestra propia generación dedicándonos a lo mismo o hablando el mismo idioma”, dice Bichir.
“Cómo le haces para hablar el mismo idioma de una chica que está naciendo a reconocer cuáles son sus propias herramientas para abrirse paso en la vida. Y el primer punto de conexión precisamente es ese: el intelecto que es enormemente seductor, lo es para ella y para él sin duda”.
Con esta película, Michael Rowe buscaba exponer los conflictos emocionales a los que puede enfrentarse un hombre maduro al encontrarse con una joven tan atractiva, “entre el impulso primitivo y el súper yo, el deber ser, elige por el lado de lo correcto y las consecuencias emocionales que este enfrentamiento interno le trae”, dice el cineasta.
En la cinta que se puede ver en cines a partir de esta semana, el director de origen australiano confronta al personaje de Alejandro, un escritor consagrado que tiene un matrimonio poco motivador, con el sinfín de posibilidades que implica la juventud y las formas en que ha cambiado el mundo y las forma de seducción.
En lo más profundo, dice el director, la historia “es sobre las posibilidades infinitas donde los jóvenes forman y anhelan tener los logros profesionales de un adulto, y cómo un adulto anhela tener las posibilidades y la falta de compromiso de la juventud. Es la respuesta más honesta que puedo dar”, dice el ganador de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes 2010 por la cinta Año bisiesto.
Desde 2016 cuando hizo la película 7:19, sobre el terremoto de 1985, el actor no participaba en un proyecto mexicano