“Aquí es de si sé o no sé. Y no sé…”. Esa fue la respuesta que dio el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, cuando le preguntaron sobre si tenía conocimiento de lo que había sucedido la tarde del 31 de julio de 2015 en un departamento de la colonia Narvarte en la Ciudad de México. Allí fueron asesinadas cinco personas, entre ellas el fotoperiodista Rubén Espinosa, la activista Nadia Vera, sus compañeras de piso Yessenia Quiroz y Mile Martín, y la empleada doméstica Alejandra Negrete. A siete años de la tragedia, el caso no ha sido esclarecido. Pero las acusaciones, la mayoría de ellas, señalan a Duarte, actualmente preso por otros delitos, como desaparición forzada, asociación delictuosa y lavado de dinero.
Este caso —uno de los tantos que han quedado sin resolver en la justicia mexicana— es retomado por Netflix a través del documental A plena luz del día (2022), dirigido por Alberto Arnaut, producido por Diego Enrique Osorno y que estará disponible en la plataforma de streaming a partir del 8 de diciembre.
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En esta película hay decenas de testimonios sobre los asesinatos ocurridos en la Colonia Narvarte, cometido en el corazón de la capital, que hasta entonces se creía —y así era promovida desde el gobierno de Miguel Ángel Mancera— como una burbuja libre de la violencia que se vivía en otros estados del país.
Quizá el testimonio más polémico sea el de Javier Duarte, el político que vació las arcas veracruzanas en más de 60 mil millones de pesos, según diversas denuncias presentadas en su contra. “Aunque mostró buena voluntad para hablar (en el documental), la mayoría de las veces negó su responsabilidad y negó haber conocido los hechos, lo cual parece muy difícil, muy difícil que no haya tenido conocimiento sobre las personas desaparecidos en los lugares aledaños a la escuela donde se torturaba y se desaparecía”, dice en entrevista el director Alberto Arnaut.
El cineasta reconoce que, por momentos, fue una entrevista incómoda: “Lo que percibí es que (Javier Duarte) no es consciente de la gravedad del hecho de la Narvarte ni de la gravedad de las acusaciones en su contra por parte de la opinión pública. Se lo tomó con mucha ligereza para ser un caso tan relevante y tan violento que, creo yo, no debería ser tratado con esa ligereza”.
Al igual que con el caso de la ciudadana francesa Florence Cassez —que también fue abordado por Netflix en otro documental—, el caso de la Narvarte abre más preguntas que respuestas. Las carpetas de investigación sobre aquel multihomicidio son verdaderas marañas burocráticas donde abundan los documentos repetidos hasta el cansancio y los acertijos legales, todo diseñado, afirma Arnaut, para confundir a quien quiera adentrarse en la indagatoria para sacar conclusiones propias y objetivas.
“Durante mucho tiempo, las autoridades hicieron creer a la sociedad que el caso ya estaba resuelto, que habían detenido a los tres responsables y que, con eso, se cerraba la investigación. Lo que hace el documental es decir: ‘no, la investigación está muy lejos de terminarse’. Faltan muchas pruebas y hay un montón de preguntas que responder. En la fiscalía no hay una voluntad real de llegar al fondo del asunto”, señala el director.
La tragedia de la colonia Narvarte, dice, fue un punto de quiebre en la percepción pública que se tenía a nivel nacional sobre la Ciudad de México. “Cuando sucedió el crimen, se veía a la capital como la ‘ciudad refugio’ donde podían venir a vivir activistas y periodistas para librarse de la violencia que se vivía en los estados. El caso Narvarte puso en duda esa teoría. Demostró que aquí en la Ciudad de México también nos podían matar a plena luz del día, a plena luz del día y, además, no iba a pasar nada”.
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Tanto Nadia Vera como Rubén Espinosa eran personas incómodas para el Gobierno de Veracruz encabezado por Duarte. El fotoperiodista había publicado, semanas atrás, una fotografía en la portada de la revista Proceso donde el exgobernador era, de algún modo, ridiculizado sólo con una imagen. La activista, por su parte, ya había advertido sobre amenazas en su contra e incluso responsabilizó a Duarte de cualquier daño o atentado contra su vida.
“La labor periodística sigue siendo peligrosa, sobre todo en los estados, donde las estructuras periodísticas no están muy consolidadas, pero (la violencia) también ya ha comenzado a llegar con periodistas de medios más grandes”, concluye Arnaut.
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