Película íntima, subjetiva y envuelta en la obscuridad, pero que muestra mucha luminosidad en algunas partes, es la esencia de Tormentero, estelarizada por José Carlos Ruiz, quien da vida a un hombre lleno de demonios, recuerdos, resentimientos, pero que al abrirse más la ventana sobre su vida, el púbico empieza a simpatizar y abrazar la historia de este hombre.
En visita a Organización Editorial Mexicana, el director Rubén Imaz comentó sobre su trabajo que por fin será exhibida de manera comercial en el cine el próximo 24 de agosto, “en esta historia se mezclan lo viejo y lo nuevo, la naturaleza, la industrialización y la soledad, fue filmada en la Laguna de Términos en Quintana Roo, donde se es testigo de la lucha entre la naturaleza y la explotación de la zona y que actualmente es considerada una zona de santuario maya”, explicó.
Para el director, la casa donde se filma la mayor parte del rodaje es muy familiar ya que pertenece a su abuelo, quien es uno de los principales testigos del saqueo de petróleo que ha dañado el ecosistema de la zona, “pero la historia que no se enfoca en este eje, habla sobre la soledad del ser humano, la vida y la muerte, la realidad y la fantasía”, explicó.
La trama toca la fibra de la identidad de nuestros pueblos, situada en una región donde su historia transcurre desde que fue alguna vez, escondite de piratas, después, tras la conquista se convirtió en un área colonial y posteriormente y ahora en la actualidad, zona industrial petrolera, se trata de la historia de don Rome Kankum, un habitante de la zona que vive sumergido en el alcoholismo, rodeado de fantasmas, de su esposa, sus hijos y los recuerdos de su mejor época, cuando era pescador camaronero, trabajo que se perdió con la llegada de los pozos petroleros por parte de Pemex.
Desde la época maya, la zona fue rica en este combustible natural y los mayas, quienes fueron los primeros en descubrirlo, le dieron un uso comunitario, ya que empezaron a convertirlo en chapopote, en la actualidad, la historia nos lleva al interior de la vivienda de don Rome quien vive rodeado de una obscuridad interior y resentido con todo lo que lo rodea.
José Carlos Ruiz da vida a este hombre y el público descubrirá poco a poco si el mundo que lo rodea es de fantasía o real, pues se la pasa hablando del pasado, pero viviendo su presente, con personas que están y a la vez no están; no se sabe a ciencia cierta si están viviendo con él o son parte de su imaginación.
La intención del director Rubén Imaz es llevar al espectador a un viaje junto a este hombre, quien no bien puede agradarle al público a la primera, poco a poco se solidariza con su vida y entiende su alcoholismo, pues la idea es descubrir si su esposa Yolanda y sus hijos lo abandonaron o fallecieron, creando esa locura interna que es magistralmente interpretada por el actor que de una manera muy natural, deja la evidencia de que esta historia es similar a la de miles en la vida real.