Hay rostros que dicen lo indecible, como el de Goran Bregović. Cuando habla, no es suficiente escucharlo. A esta clase de hombres que aseguran hacer música bastarda y que provienen de países que ya no existen, hay que percibirlos de otra manera. Porque sus ojos, extraviados, contrastan con sus palabras, que salen disparadas con la precisión de misiles en guerra.
El mayor exponente de la música balcánica, es contundente: “La democracia es una buena idea como cualquier otra, pero simplemente no funciona”.
Así lo asegura en entrevista con El Sol de México. Esta vez apunta al mundo moderno: “La democracia sólo funciona en países como Suecia o Noruega. Donde los salarios son bajos, no puede haber democracia, porque todo puede corromperse”.
Hizo punk y rock en plena dictadura yugoslava. Su grupo, Bijelo Dugme, le puso ritmo a un mundo que prefería los grises sobre el tecnicolor capitalista.
Aquel joven con mucho glam hoy es un hombre de 71 años que conserva su cabellera larga como ofrenda a los viejos tiempos. Lejos quedó la música pop: ahora Goran es más cercano al folclore balcánico, de dónde es el comandante de enormes bandas que parecen sacadas de Oaxaca, Guerrero o Sinaloa.
La música que une
No son pocos los vasos comunicantes entre México y la vieja Yugoslavia. En el antiguo régimen de Tito, las rancheras, las películas de la Revolución y las telenovelas de Verónica Castro eran sumamente populares, según el libro Muy buenas noches. México, la televisión y la Guerra Fría (FCE, 2012).
“América Latina es un lugar donde la música es importante, no una simple decoración. Siempre es bueno tocar para gente que se toma en serio la música”, dice Bregović poco antes de actuar en el Teatro Manuel Doblado de León, Guanajuato, donde presentó su disco Letters from Sarajevo, que llega a 30 años de la Guerra de los Balcanes, uno de los mayores conflictos bélicos de la historia.
Y si alguien conoció las fauces de la guerra fue Bregović. Por eso quizá no se inmuta cuando se le dice que Guanajuato es el punto más violento de México a causa del narcotráfico, cuyos conflictos internos y externos contra el gobierno han dejado más de 300 mil muertos desde 2006, según cálculos oficiales.
“Es una realidad que no es exclusiva de México… Pero la música está muy alejada de la barbarie”, dice con cierta indiferencia, que se desvanece en cuanto salta a la plática la democracia.
“Me inclino más por un modelo aristotélico (de la política), porque la democracia simplemente no funciona. Es corruptible y excluye a mucha gente”, afirma el compositor.
Desde su trinchera, ha trabajado con músicos como Iggy Pop, Cesaria Evora y los Gypsy Kings. Celebra que haya espacios para artistas como él, que parten de lo autóctono para influir en lo más comercial. A eso él lo define como "un pequeño milagro".
Hace unos días estuvo en el Festival Internacional de Arte Contemporáneo de León, pero ahora está en Siberia, listo para ofrecer su último show del año. Luego irá a Grecia y a Australia. Goran es un forajido que hace, de sus canciones y sus viajes, una patria.
“Sé que muchos DJ’s de América Latina trabajan con la música balcánica. Y es que en América Latina la música nunca es suficiente. Es como en los Balcanes: necesitas algo de locura para ser bueno en lo que haces”, afirma.
Observar sus arrugas es contemplar las grietas de la historia. No siempre se tiene la oportunidad de conversar con alguien que proviene de una tierra donde aún abundan las etiquetas nacionalistas —bosnios, serbios, croatas, kosovares. Él, sin embargo, se asume yugoslavo. Muy a su manera.
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“No pasará, pero imagina que un día México desaparece como país. Te darás cuenta que tu patria ya no existe geográfica ni políticamente, pero sí como un territorio emocional. Para mí Yugoslavia es eso: un espacio emocional. Tengo que mostrar mi pasaporte todo el tiempo y decir: de aquí soy”.
Bregović tiene una idea muy clara del planeta en el que vive: “Lo están arruinando”. Y si hay alguien que conoce el mundo de Siberia a Nueva York es él: El músico que emergió de la extinta Yugoslavia para llevar la tragedia festiva de los Balcanes a todo el mundo.
Sin más documentos migratorios que sus canciones, Goran Bregović es una radiografía de los tiempos.