Emilia Lazo y Pablo Cáceres conforman el dueto Emilia y Pablo, que surge a partir de un amor en común por las letras y la música, y una excelente química al momento de componer. Su acercamiento se dio en su natal Chile, antes de que ella partiera a Barcelona para estudiar teatro.
Luego de recibir una propuesta por parte de unos amigos colombianos para musicalizar algunos de los poemas que escribieron en un libro, se dieron cuenta que hacían una gran mancuerna, y hoy repiten esa fórmula en su primer disco, titulado Territorio delirio, el cual, también contiene poesía escrita por Patricia Iriarte e Irina Henríquez.
Para ambos este camino llegó de forma muy natural, ya que crecieron rodeados de literatura, y desde niños les fue inculcado el arte, según compartieron en entrevista con El Sol de México.
“Mi abuelo era un poeta chileno, Gustavo Cáceres, y mi padre también siempre escribió. Mi abuela es profesora, hace talleres de escritura para adultos mayores, entonces en mi familia siempre ha habido el tema de escribir. Y desde ahí uno también se conecta con autores que te van enseñando tus padres, como Vicente Huidobro, quien es también un gran referente”, mencionó Pablo.
Aunque antes de colaborar juntos no estaban seguros si era posible componer con éxito al lado de otra persona, la química entre ellos ha funcionado a la perfección. No les tomó mucho tiempo realizar el disco completo, ya que siempre tuvieron claro que su guía serían los sentimientos que cada uno de los versos les provocara.
“No tenemos ningún método, pueden ser varias cosas. Por ejemplo, coges una frase y la empiezas a cantar hasta que de repente te tocó una fibra. Sale y te vas conectando con las palabras y con las imágenes, te lo van dando los poemas, comenta Emilia”.
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La artista agregó que esta pieza significa mucho para ellos, debido a la situación que se vive a nivel global. Para ellos ha sido una forma de reconectar con el arte, y esperan transmitir ese mensaje a sus escuchas, y ayudarlos a darse cuenta de la importancia que la cultura tiene para el ser humano.
“Nos hemos dado cuenta que el arte puede conectar con algo más misterioso, que no es tangible, que no se puede ver ni tocar, y ese es el lugar que todos necesitamos. Nos hemos dado cuenta, justamente confinados, de que nos teníamos que acercar a eso, porque si no qué sentido tiene vivir”, finalizó.