A sus 78 años, Miguel Ríos sale de gira en un itinerario con el que llegará al Auditorio Nacional de la Ciudad de México, el 7 de octubre.
En febrero de 2017 se unió a la gira de 20 años del disco El gusto es nuestro, junto a Joan Manuel Serrat, Ana Belén y Víctor Manuel, tres de los protagonistas del concepto en el que Ríos también participó originalmente; el aniversario lo llevó de nuevo a los escenarios, luego de que en 2011 anunció su retiro. “Soy un junkie del aplauso”, admite en entrevista vía Zoom un sonriente Miguel Ríos que, presume, no ha perdido facultades y aún tiene pelo.
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Después de la gira El gusto es nuestro, salió con Symphonic Ríos, de la que grabó un disco con la Sinfónica de Granada, su ciudad. “Luego empezamos a escribir las canciones de Un largo tiempo y salieron muy desnudas, un sonido acústico que no había tocado nunca, es una formación muy dúctil, permite el tránsito de la voz como vehículo de emoción, estoy muy contento con el disco y de seguir también, siento ser un embustero”, bromea sobre su intento de retiro quien grabó Hola Ríos, Hello, con nueva letra y la misma música de Bye, Bye Ríos, aquel tema de despedida.
Con su nueva banda, The Black Betty Trio, el granadino que reventó en 1988 la Plaza de toros México, siendo estelar del primer Vive Latino en 1998 y quien después llenó el Zócalo de la Ciudad de México en 2002, regresa con este concepto en el que reversiona los clásicos El Río, Bienvenidos, y Santa Lucía (que además grabó con mariachi para el soundtrack de la cinta de Adrián Zurita Un retrato de familia), y temas nuevos como el que le da título, Memphis-Granada, y Viene y luego va, cover de Comes Then Goes, de Eddie Vedder.
“Las temáticas son un poco introspectivas, de cómo veo la existencia, cómo era la energía que parecía inagotable, el esplendor en la hierba, aquel que decía el poeta, pues queda algo de fulgor, pero ya no es el mismo, está claro, escribir sobre eso me gusta, porque siempre he escrito sobre mi tiempo, incluso a principios de los 60 cuando hacía versiones de mis ídolos norteamericanos, estaba también explicando mi tiempo”, señala.
Así lo hace en otros temas nuevos como La estirpe de Caín o El blues de la tercera edad, incluso con Año 2000, escrita en 1981 y que retomó este año, con los estribillos finales que dicen que el 2000 ya pasó, “y sigue siendo lo mismo, casi, peor”.
Son tiempos perros, admite. “Ahora perrísimos, estos años hemos hecho un curso para aguantar las siete plagas que nos contaban en el colegio. Esta especie de distopía que vivimos, solamente tenemos que combatirla nosotros, la Tierra es nuestra casa y si damos un portazo y salimos, ésta dirá, ‘pues allá vosotros’; el problema es que a los poderes fácticos que pueden hacer que el planeta se recupere, no les interesa”.
Ante este panorama, o algunos otros tiempos oscuros que le ha tocado vivir, la música para Miguel Ríos es todo y a ella se aferra. “Comenzó siendo una forma de vida, cuando empecé a hacer versiones de rock and roll era por sobrevivir. Evidentemente lo que me sacó de la tienda de tejidos y los grandes almacenes de Granada fue aquel impulso que yo no entendía, que me sobrepasaba”, relata.
“Este oficio cuando te va bien, te puede sacar de tu clase social, cuando hice El himno a la alegría, por ejemplo, entró más dinero del que nunca había soñado, pero no quería ser el más rico del cementerio, sabía que con la popularidad que había adquirido casi planetaria, si jugaba bien mis cartas, podía vivir mucho tiempo de esto. Luego la conciencia empieza a actuar cuando la tienes y la puedes expresar en una canción, como decía Alejandro Lerner ‘defender mi ideología, buena o mala pero mía’. La mía es bella como la utopía, el ser humano triunfará, lo he dicho en mil canciones, si logramos salir de esta coyuntura tan dramática en la que estamos, no tenemos más remedio que subsistir”.