Michel Peña está listo para su próximo viaje. Esta vez debe llevar en auto a tres jóvenes a una casa de descanso en Cuernavaca. Lo que ganará no es tanto, unos 250 pesos: ni para la gasolina. Pero no tiene muchas opciones. Cualquier billete es bienvenido en medio de esta película de terror que ha dejado a un millón 800 mil mexicanos sin empleo.
Sus manos callosas revelan que Michel no siempre ha sido conductor de BlaBlaCar. Hasta hace apenas siete meses, era uno de los miles de trabajadores de Ocesa que hacía posible el Vive Latino, el Corona Capital, el EDC y todos los conciertos que nos emocionaban antes de la emergencia sanitaria.
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Muchos se lamentan de que Rammstein, Tame Impala o Panteón Rococó pospusieron sus presentaciones, pero pocos se acuerdan de quienes hacían que el espectáculo fuera una realidad.
¿O acaso hay iniciativas para pedir que las personas que cargan las monstruosas estructuras donde tocan nuestros ídolos regresen a trabajar? ¿Alguien recuerda a los que montaban las bocinas cuyo sonido erizaba nuestra piel mientras bebíamos cerveza caliente? ¿Qué ha pasado con los que instalaban las luces que hacían más divertidas nuestras stories? ¿Alguien se ha preguntado por quienes nos ayudaban a sacar al borracho impertinente que no nos dejaba disfrutar del concierto?
Michel Peña era una de esas personas. Uno de los 477 mil mexicanos que, según el Inegi, trabajaban en el sector de los servicios culturales, deportivos y de entretenimiento antes de que el coronavirus pusiera en jaque a una industria que mundialmente mueve 26 mil millones de dólares, según datos de Statisa.
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Quizás los artistas tengan ahorros o hasta tiempo de sobra para ponerse creativos durante el encierro, pero personas como Michel no pueden darse ese lujo. Ahora, este técnico de 37 años debe tener varios empleos para sortear las agresivas olas de la crisis. Sus ingresos se han reducido hasta en un 50 por ciento. Y eso que trabaja como conductor de aplicaciones y como encuestador en estudios de mercado.
"Todavía me acuerdo del último evento en el que participé: el Vive Latino. Yo todavía no sabía nada del virus, pero ya empezaban a circular muchos rumores entre el staff. La verdad, al principio, no creía mucho en el Covid: pensaba que estaban exagerando. El sábado transcurrió normal, pero el domingo ya fue bien poquita gente, y fue entonces cuando vi que la cosa iba en serio", recuerda Michel después de colgar su teléfono con desánimo. Desde hace semanas que espera la llamada de su jefe, una que le diga: "vamos a regresar".
Pero Michel sabe que el regreso de los espectáculos es una quimera. "No hay para cuándo", murmura con la resignación propia de quienes están acostumbrados a ganarse la vida bajo cualquier circunstancia, aunque admite que jamás se imaginó que una partícula nanométrica le quitara el empleo que llevaba realizando durante tantos años.
Como casi todos los que trabajan en la industria del entretenimiento, Michel no gozaba de seguridad social ni tenía contrato fijo. Le pagaban por evento. Y cada evento estaba conformado, como mínimo, por una jornada de 12 horas. Aunque hay festivales como el EDC que, por su envergadura, requieren de días enteros de trabajo de equipos técnicos que superan los 250 trabajadores.
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"Hay que cargar fierros pesadísimos a cualquier hora, bajo el rayo del sol o en el frío durante la noche. Cuando los eventos son en el Autódromo, el trabajo es más complicado, porque hay que caminar mucho. El desgaste físico puede llegar a ser excesivo; definitivamente no es un trabajo que cualquiera pueda realizar", dice Michel.
¿Diversión? No para ellos
Quizás muchos piensen que estar cerca de los famosos es un trabajo de ensueño. No es el caso de Michel. Sí, ha estado en camerinos, en backstage y en lugares donde sólo tienen acceso unos cuantos. La mala noticia para él y sus compañeros es que todos están estrictamente monitoreados. Durante el evento, cada uno debe portar una pulsera que funciona como GPS y que permite a los supervisores saber dónde se encuentra cada trabajador. Así que, si detectan que alguna persona no está ubicada donde originalmente había sido designada, puede haber problemas.
"Tenemos prohibido distraernos antes, durante y después del concierto. Hay jefes que son mucho más exigentes o quisquillosos que otros, pero en general hay que guardar distancia de los artistas, aunque muchos de ellos son bastante alivianados. De hecho, un día Damon Albarn (vocalista de Blur y Gorillaz) me pidió que me tomara una foto con él. Fue en el Vive Latino 2018. Por ahí la tengo", recuerda.
La concentración es fundamental en este trabajo para evitar accidentes, que son bastante frecuentes cuando se cargan estructuras de hasta más de 80 kilos. Si ocurre algún accidente durante horas laborales, Ocesa se hace cargo de los gastos médicos de quien resulte lastimado. Los incidentes más frecuentes, dice Michel, son caídas o lesiones provocadas por fierros que caen sobre pies, piernas o espalda: "Tenemos que cuidarnos porque dependemos de nuestro cuerpo para trabajar. Y hay meses en los que tenemos eventos casi todos los días".
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A Michel le ha tocado montar escenarios y estructuras en recintos como el Foro Sol, el Palacio de los Deportes, el Autódromo Hermanos Rodríguez y el Estadio Azteca. Su trabajo se ha visto reflejado en majestuosos conciertos como el que dio Roger Waters en 2016 en el Foro Sol, así como en obras de teatro producidas por Ocesa y hasta en partidos de futbol. También ha tenido que sacar borrachos de entre el público, controlar a la prensa y vigilar los caterings más exclusivos. Toda la industria del entretenimiento depende de personas como él, dispuestas a laborar durante días enteros en las condiciones más adversas. Porque cuando acaba un concierto, el público se retira a descansar, pero él debe quedarse toda la noche a desmontar el escenario.
Según un conteo realizado por Organización Editorial Mexicana (OEM), al menos 550 eventos han sido cancelados, suspendidos o pospuestos desde que comenzó la Jornada de Sana Distancia en México el 15 de marzo, justo un día después del Vive Latino 2020. Nadie de la industria del entretenimiento en México se ha animado a dar una cifra de a cuánto ascienden las pérdidas del sector.
La emergencia sanitaria ha afectado a todas las empresas del ramo, desde las grandes, como Ocesa, hasta las pequeñas que organizaban conciertos en clubes o bares. Fuentes cercanas a Corporación Mexicana de Entretenimiento (CIE) —la compañía que opera Ocesa— aseguran que los recortes de personal han sido mayúsculos, principalmente en las áreas de difusión y espectáculos.
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De las 96 compañías —sin contar FIBRAS o grupos financieros— que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores, el 70 por ciento de ellas registró una disminución en el número de empleados durante el segundo trimestre del año. Muchas de estas empresas pertenecen al sector del entretenimiento o el turismo, y CIE figura en la lista.
Michel está consciente de que el negocio está noqueado y que todavía falta mucho para que la gente pueda asistir a un concierto normal. Él no ha sido convocado para trabajar en autoconciertos o presentaciones por streaming, las alternativas que ha encontrado la industria para paliar las pérdidas.
"Dicen que vamos a regresar para el próximo Vive Latino, pero yo lo dudo… Y para ser sinceros, creo que el concierto está en peligro de extinción. Tengo miedo de que nunca regresen los conciertos. Eso es lo más triste: que las nuevas generaciones posiblemente ya no conocerán lo que es amontonarte entre la gente, disfrutar la comunión y ver a tu artista favorito como se debe", asegura.