“Tristemente, vivimos una reposición de la historia”, asegura Jorge Martínez, líder del grupo español Ilegales, que con el tiempo, se ha convertido en una banda de culto para quien gusta del punk sin rodeos, pero también del pop crudo y bailable que tanto caracterizó a los grupos de la Movida.
El conflicto entre Rusia y Ucrania lo hace reflexionar sobre las etapas cíclicas de la historia: “Cuando estamos ante el fin de una manera de vivir, que es la manera europea de las repúblicas liberales burguesas, las sociedades ingresan a una decadencia donde se producen las mayores aberraciones, pero también las cosas más sublimes”, señala.
Los motivos de la conversación con El Sol de México son varios. Ilegales cumple 40 años de trayectoria y lo celebra con el lanzamiento de su nuevo álbum La lucha por la vida, donde reinterpretan viejos clásicos con la colaboración de artistas como Enrique Bunbury (Ángel exterminador), Andrés Calamaro (Mi copa y yo), Luz Casal (Mi vida entre las hormigas) y El Niño de Elche (Muñequita de porcelana). Un paseo por el disco comprueba el viejo dicho de que los vinos, añejos, saben mejor.
Ilegales no es de extremos, pero eso tampoco debe confundirse con las medias tintas. Si quieren gritar algo, lo hacen. Pero para lograrlo no visitan los polos opuestos: prefieren explorar toda la superficie.
“Un Dios o un demonio probablemente están hechos de los mismos ingredientes”, afirma Jorge Ilegal, como lo conocen mejor sus amigos, colegas y fans.
La voz del otro lado del teléfono indica que el hombre que habla es asturiano. Sus palabras son un bisturí: abren para ver de cerca la enfermedad. Su ronquera: prueba fehaciente de que el rocanrol no siempre envejece mal. Los temas que se abordan en la charla, sin embargo, son muy similares a los de 1984.
“(La derecha) es algo contra lo que hemos luchado, aunque yo creo que una parte de la derecha más racional siempre ha estado ahí, presente entre nosotros. La extrema derecha es un lugar político que está absorbiendo a desesperados de todo tipo, a gente que no puede hacer otra cosa, que está descontenta con todo porque no se han ocupado de sus problemas. Ser de derecha es como aferrarse a un clavo ardiendo”, dice.
Y aunque confía en el casi natural poder iconoclasta del rocanrol, recuerda lo fácil que es para el sistema capitalista adueñarse de las expresiones más rebeldes o contraculturales. Sucedió con los jipis. Todos los integrantes de Ilegales fueron testigos de cómo el movimiento de amor y paz se tornó en una especie de fundamentalismo rancio.
“(Nuestra canción Heil Hitler) es una provocación punk contra los jipis, que se habían convertido en lo que ellos mismos criticaban. Se habían vuelto dogmáticos: había que vestir de determinada manera, con una falta de higiene evidente, y escuchar una música determinada sin poder oír otras cosas”, recuerda el compositor.
Ilegales no pertenece a esa clase de grupos. “Nosotros apelamos a todos los instintos, a la propia naturaleza humana. El ángel, el demonio, el guerrero y el pacifista generalmente están en la misma persona. Los humanos son individuos realmente perturbadores y muy interesantes. La contradicción es nuestra constante”.
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En la década de 1980, esta banda española advirtió que Europa había muerto. Con furia punk y un atisbo de inocencia adolescente, gritaron: “¡No hay rusos en el Kremlin!, ¡No hay muro en Berlín!, ¡No hay punkies en Londres!”. Con los años, su retórica se transformó en realidad.
Cuarenta años después de aquellas sentencias, Ilegales ofrece esta entrevista con un mundo sumido entre la utopía, el presente y el pasado. Porque si bien sus canciones describen la realidad contemporánea, también hurgan en la posibilidad de revivir las viejas narrativas de la Guerra Fría.
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