Hablar de Duna es hablar de futurismo y distopía. Pero sobre todo de cómo la tecnología es la pareja inseparable del cine. Porque si en 2021 hubo una película que asombró al mundo por sus efectos especiales, esa fue la protagonizada por Timothée Chalamet y Zendaya.
Seis Premios Oscar avalan los logros de Duna, que no hubiera sido posible sin el trabajo de una mexicana que, en algún momento, pensó en dedicarse al atletismo. Su nombre es Ivel Hernández y representa a todas esas personas que hacen posible la magia del cine detrás de una computadora.
En una película de ciencia ficción, el bombardeo de un planeta sucede frente al ojo humano en cuestión de segundos, pero el trabajo que realmente se necesita para hacer posible esa escena implica mucho más tiempo. Y es que detrás de la primera batalla de Duna —cuando el planeta Arrakis es atacado mientras las dunas del desierto se mezclan con el humo y el fuego— hay semanas enteras de presión laboral.
“Yo hice esas explosiones, y nada más en ellas nos llevamos dos meses. Pero la película completa, en cuestión de efectos visuales, nos tomó de un año a año y medio”, dice en entrevista esta mujer egresada de la carrera de Animación y Arte Digital del Tecnológico de Monterrey.
Hernández recuerda cuando era muy pequeña y practicaba atletismo. Su padre le inculcó el deporte desde una edad temprana. “No era la mejor de México, pero sí logré tiempos bastante decentes. Un entrenador (del Tecnológico de Monterrey) me vio y me ofrecieron la beca”, cuenta.
Sin embargo, cuando salió de la universidad, se dio cuenta que el mundo digital era su pasión y abandonó el deporte de alto rendimiento. Por eso aceptó una propuesta de uno de sus profesores que se había ido a Montreal a trabajar para una empresa de efectos visuales. “Buscaban recién egresados para entrenarlos, pero nadie le tomó importancia, sólo yo”.
Después de la primera entrevista laboral, creyó que su poca experiencia le jugaría en contra, pero un día le llamaron para darle la noticia: había sido aceptada para un entrenamiento en línea durante un mes. Cuando concluyó éste, transcurrieron otros dos meses y pensó que, ahora sí, la habían olvidado, hasta que recibió un correo con la sorpresa de que la esperaban en Canadá para una residencia temporal, donde tomó un curso intensivo. “Fueron meses muy pesados, éramos seis personas en efectos especiales, de las cuales sólo aprobamos tres por lo duro que fue. Después de eso empecé a trabajar en la película La liga de la justicia (2017), que fue mi primer proyecto y así comenzó mi carrera en los efectos visuales”.
El obstáculo de vivir en México
A un lustro de aquel gran salto a Hollywood, Ivel Hernández reside en Canadá, y celebra el primer Oscar de una película en la que participa; ahora se encuentra trabajando en la serie que lanzará Netflix sobre Sonic, el popular personaje japonés creado por Sega, el gigante japonés de los videojuegos.
Sin embargo, reconoce que no todo ha sido un idilio en su carrera, sobre todo porque, dice, no proviene de una familia con muchos recursos económicos.
“(Los principales problemas para los técnicos y creadores mexicanos son) la falta de apoyo, ya que nunca hay mucho presupuesto. El trabajo, además, es muy mal pagado en México. Te piden muchísimas cosas que no deberían de ser. También hay mucha gente que, cuando te ven avanzado, te quieren hacer retroceder”, apunta Hernández.
Pone un ejemplo: en México, un profesional en efectos visuales se encuentra con empresas que quieren empleados que hagan todo: editar, renderizar, animar, texturizar y hasta usar photoshop. “Además te piden años de experiencia y te pagan una miseria”.
En cambio, en Canadá y otros países con gran avance en industrias creativas las ofertas de empleo son más especializadas. “No te piden todo lo que en México y te pagan mejor. Si vas a dedicarte a sólo hacer photoshop, sólo es eso. Pero debes ser un experto. En México es más cantidad que calidad”, afirma quien ha contribuido a los efectos especiales de películas como Detective Pikachu, Maléfica, Los nuevos mutantes, Rascacielos: rescate en las alturas, entre otras.
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Para ella, la solución está en otorgar más apoyos a los creadores de contenido y los profesionales de la industria audiovisual. Pero no sólo a través de apoyos del gobierno, sino de una alianza entre los sectores público y privado. “El gobierno tiene muy bajo presupuesto para cultura, el presupuesto se pierde, como cualquier cosa en México. En el sector privado hay un presupuesto, pero se lo quedan pocas personas y se hace lo mínimo, se ve al mexicano como una maquila, en lugar de tener conciencia de que es un trabajador. Entender que también somos humanos, no somos una fábrica”, concluye.