Eduardo España tiene casi 30 años de trayectoria. Sus pies han tocado tanto las tablas de un teatro como los de un set de cine y de televisión como actor y conductor. Como buen histrión, su rostro es siempre un vaivén de identidades.
Es por eso que se ha vuelto uno de los íconos de la comedia en México, género que describe con cariño por las implicaciones sociales que tiene.
“Creo que forma parte de la canasta básica de nuestras emociones y del saber reír, de disfrutar la vida. La comedia tiene mucho que ver con perder el miedo al ridículo”, comenta Lalo, como todo el mundo le llama.
El comediante que durante casi una década participó en Otro rollo con Adal Ramones, considera que los personajes de comedia son ejemplo vivo de lo que somos como sociedad realmente. “En la vida tenemos el miedo de hacer el ridículo. Nos protegemos mucho con máscaras y caretas; nos comportamos de maneras políticamente correctas con el otro.
Es por eso que el personaje de comedia es maravilloso: lo que te da miedo hacer en la vida real lo ves reflejado en el escarnio y logra explotar a través de eso que es la risa”, asegura.
El comediante que ahora actúa en el Teatro Aldama con La señora presidenta, dice que la comedia es fundamental para poder reconocernos como sociedad. “La comedia refleja los vicios de conducta como la corrupción de nuestros políticos, la doble moral de la sociedad, el exceso del querer quedar bien con el otro, el engaño y las artimañas con que buscamos estrategias para salir adelante. Y el reflejar esos vicios de conducta a través de personajes en diferentes situaciones con un espíritu crítico, divertido y lúdico, es la tarea de la comedia”, dice.
Un retrato social
A través de sus personajes, Eduardo España ha logrado retratar diversos rostros del México contemporáneo. Por un lado tiene a Germán, el portero… más bien conserje, de la serie Vecinos que el mismo actor define como “un antihéroe”.
“Es un personaje lleno de vicios de conducta: es flojo, desfachatado, cínico… y todo eso lo vuelve terriblemente divertido porque habla con una seguridad como si supiera hacer las cosas y la verdad no sabe ni madres. Es torpe, pero por lo mismo es tierno. Toda esa búsqueda de sobrevivencia lo vuelve cabrón, lanzado y atrevido”, dice.
Aunque considera que Germán es “muy mexicano”, el actor destaca que este personaje tiene una gran cercanía con el público de otras regiones. “Muchos latinos que ven el programa se ríen muchísimo con esa desfachatez. De alguna manera ven reflejado algo que es muy del espíritu mexicano: el atreverte a decir 'claro que puedo'”, se aventura a decir. Germán tiene una antítesis, una mujer con conocimiento de causa y sin pelos en la lengua: doña Margara Francisca. “Una mujer calzonuda, cabrona (con todo respeto).
A nivel inmediato puede parecer malhablada, pero tiene un contexto socioeconómico muy interesante: es una madre abandonada, como muchas mujeres solteras que han sido padre y madre a la vez, que pagan colegiaturas y que sacan adelante a sus hijos”, la define el actor.
Para España, Margara Francisca tiene un sólo enemigo: las injusticias. “Ella defiende el respeto hacia las diferencias; tiene un hijo gay, uno con problemas migratorios que vive en Estados Unidos, una hija pretenciosa que se avergüenza de que su madre sea humilde y tiene que sacarla adelante. Es una madre con muchos pantalones, con mucha fortaleza y espíritu para decir las cosas”, explica.
Para el actor estos dos personajes y la comedia son una oportunidad de dar cuenta de la realidad que vivimos día con día en nuestra sociedad.