Parte de lo grandioso de nuestros personajes favoritos es la historia que hay detrás de ellos. J. K. Rowling cuenta que la primera vez que pensó en Harry Potter fue cuando estaba desempleada y viajaba en tren de Manchester a Londres; Stephen King escribió Carrie en sus tiempos libres mientras trabajaba de conserje, obra que estuvo a punto de irse a la basura (literal), pero su esposa sacó el texto del bote y convenció a King de presentarla a un editor, convirtiéndose en el primer éxito del entonces joven escritor.
En el mundo del cómic, el origen de Spider-Man prácticamente tiene estatus de leyenda, y no nos referimos a la mordedura de la araña a Peter Parker, sino a cómo Stan Lee luchó para publicar su idea hasta convertirla en un éxito entre el público y, por ende, en lo financiero. Pero no todas las historias son un cuento de hadas, siendo la de Superman una de las más crueles.
A principios de la década de los 30 del siglo pasado dos jóvenes buscaban la fama: el dibujante Joe Shuster y el escritor Jerry Siegel.
Este dúo tenía en mente crear una gran historia de ciencia ficción, por eso su primer cómic fue El reinado del hombre superior, el cual trataba de un hombre que por un accidente obtiene súperpoderes y con ellos trataba de conquistar el mundo. Ese fue el primer bosquejo de Superman, personaje al cual terminarían de delinear en 1932.
Desde ese año, Shuster y Siegel empezaron a ofrecer su personaje a diferentes editoriales sin éxito. Fue hasta 1938 cuando llegaron a un acuerdo con National Comics (hoy DC Comics) por 130 dólares por los derechos del personaje.
Los creadores aceptaron el trato un poco porque ya llevaban años tratando de publicar su historieta sin éxito, y por otra, con la esperanza de que ese sería el principio de su éxito. Para su desgracia, el éxito no llegó como esperaban.
El número de Action Comics #1 se volvió un éxito al vender 130 mil ejemplares, para el número 16 la cifra alcanzó los 725 mil, mientras que la historieta se comenzó a reproducir en varios periódicos por lo que alrededor de 20 millones de personas la leían. A eso le siguieron otros productos de entretenimiento: radionovelas, caricaturas, juguetes, disfraces y un largo etcétera.
El sueño de Shuster y Siegel se había cumplido… En realidad no.
A partir del éxito de Superman comenzó una larga disputa legal por sus derechos. Shuster y Sigel querían parte del pastel del éxito del personaje que ellos crearon y tardaron años promocionando, algo que no estaba dispuesto a aceptar National Comics. Tras una negociación para mantenerse como dibujante y escritor principal del Hombre de Acero con un buen salario, pero sin ganancias extras.
Todo iba bien hasta 1946, cuando estaba por expirar el contrato original de los derechos. En ese año ambos creadores presentan una demanda contra la editorial para recuperar los derechos del último Hijo de Krypton.
Shuster y Sigel exigen no sólo recuperar los derechos, sino cinco millones de dólares; el resultado tras el litigio fue un pago por 94 mil dólares, el desempleo y la pérdida de su creación, ya que a partir de esa fecha se retiró su crédito de cualquier producto del kryptoniano. A la editorial no le gustó nada la demanda y por eso cortó toda relación laboral con ambos, quienes así empezaban una tortuosa vida.
Para empezar, en lo laboral ninguno tuvo estabilidad. Sigel consiguió entrar a Marvel Comics sin conseguir establecerse como un autor importante, por lo que abandonó la editorial al poco tiempo, mientras Schuster ni siquiera eso; lo mejor que obtuvo fue un empleo de repartidor.
Al dibujante le fue peor, ya que una enfermedad lo dejó parcialmente ciego e incapacitado no sólo para volver a tomar el lápiz, todo mientras Superman seguía volando alto.
En 1978 la historia volvió a tomar un giro. Ese año, Warner Bros. y DC Comics (en esa época dos empresas de entretenimiento independientes una de otra) anunciaron el inicio de la producción de Superman. La película.
Para los creadores fue la gota que derramaba el vaso. Mientras ellos padecían todo tipo de penurias económicas, las grandes empresas sacaban oro de sus ideas.
“Superman lleva 37 años generando ingentes sumas de dinero. Durante la mayor parte de ese tiempo, Joe Shuster y yo, los creadores de Superman, no hemos ganado nada con nuestra creación, y durante muchos de esos años hemos conocido penurias mientras los editores de Superman se hacían multimillonarios” dice una carta que Siegel hizo pública previo al estreno de la cinta.
Ante el temor de un boicot, DC Comics accedió a dos cosas: a pensionar de por vida a sus extrabajadores (24 mil dólares) y a incluir sus créditos en la película.
Una leyenda urbana dice que el día de la premier, cuando Schuster y Siegel vieron que por fin se les reconocía como creadores de Superman en los créditos, ambos lloraron.
Esto puede considerarse el último capítulo de la historia, pero no el final. Los creadores siguieron con una vida limitada en los cómics hasta su muerte (Siegel falleció en 1996 y Schuster en 1992), pues la pensión no resolvió sus problemas financieros, mientras Superman seguía produciendo dinero por millones, tan sólo la película recaudó más de 300 millones de dólares, a lo que hay que sumarle otros cinco largometrajes live action en solitario, apariciones en otros, películas animadas, series de televisión animadas y con actores de carne y hueso, radionovelas, y un largo etcétera de merchandising.
En 2013 se escribió el que tal vez fue el punto final de la historia, cuando un juez emitió un fallo que declara que los derechos del personaje pertenecen a DC Comics, y no a los herederos de Siegel y Schuster.
Una historia que por si vale tanto la pena para que Julian Voloj y Thomas Campi la trasladaron a la novela gráfica Joel Schuster. Una historia a la sombra de Superman, que da la versión de los creadores.
Y en una ironía de la vida, el cheque por 130 con el que les pagaron a Siegel y Schuster fue subastado por 130 mil dólares en 2012.
Yo también participé
Tras el éxito de ventas de Superman, National Comics buscó replicarlo lo más pronto posible. De inmediato puso a trabajar a sus dibujantes y autores para crear al próximo gran superhéroe.
Los resultados no tardaron y en la primavera de 1939 vio la luz el primer número de Detective Comics (de las iniciales de esta revista toma el nombre DC Comics) y su protagonista: Batman.
Actualmente se reconoce a Bob Kane y Bill Finger como sus creadores, pero no siempre fue así.
Durante muchos años la autoría del Hombre Murciélago era exclusiva de Kane (dibujante), quien en diversas ocasiones mencionó que se inspiró en un dibujo de Leonardo Da Vinci para crear al héroe.
La anécdota es cierta, pero incompleta. Si bien es cierto que Kane se inspiró en Da Vinci, su idea original dista mucho del Batman que conocemos hoy. El diseño era de un hombre con traje rojo con detalles en negro, usando un antifaz que dejaba ver su cabello rubio, y en lugar de capa portaba unas alas muy parecidas a las de los bosquejos del inventor italiano.
Fue Finger (escritor) quien le “recomendó” unos cambios: que el personaje portara capa y capucha para asemejar a un murciélago, además de que el traje fuera negro y gris oscuro, el diseño que conocemos.
Aunque pudiera tomarse como una recomendación, en realidad las ideas de Finger formaron parte del proceso creativo y trabajo intelectual para crear a un personaje que a la postre se volvería una mina de oro.
Finger murió en 1974 (cuando Batman ya era muy famoso), pero fue hasta 2015 cuando se le reconoció legalmente como cocreador junto a Kane, quien falleció en 1998 en su mansión de Los Ángeles, tras disfrutar los frutos de su trabajo.
Un caso paradigmático de un modelo empresarial al momento de crear héroes es el de George W, Trendle. Conocido por ser un empresario exitoso en el mundo de la radio estadounidense de principios del siglo pasado, también es conocido por haber impulsado a dos personajes muy conocidos: El Llanero Solitario y El Avispón Verde.
Junto con Fran Striker fue el responsable de la creación de ambos personajes, pero con algo muy particular.
A principios de la década de los 30 del siglo XX, Trendle buscaba un programa que impulsara su estación de radio, por lo que se le ocurrió una radionovela cuyo protagonista fuera un hombre que combatiera el mal en el viejo oeste. Así nace la génesis del Llanero Solitario.
Para desarrollar el proyecto puso a trabajar al guionista Striker y en enero de 1933 se transmite el primer episodio de lo que sería un exitoso proyecto que incluso llegaría a nuestro siglo con una película.
Trendle repetiría la fórmula más tarde con El Avispón Verde, también de la mano de Striker como guionista.
¿Qué tiene de extraordinario esta historia? Que Trendle se aseguró de quedarse con todo. Como abogado se encargó de asegurar para él todos los derechos intelectuales y de explotación comercial de ambos personajes, dándole a Striker el puesto de empleado. Incluso, hay versiones que indican que los temas emblemáticos de ambos héroes, La obertura de Guillermo Tell y El vuelo del abejorro, se eligieron porque sus autores, Gioachino Rossini y Nicolai Rimski-Kórsakov, respectivamente, ya habían fallecido y no había que pagar derechos para usarlos.
Todos reconocen a Striker como escritor del Llanero y del Avispón, pero fue su jefe quien se quedó con todo el dinero.
En la actualidad la historia de Schuster y Siegel podría repetirse. El año pasado Disney, dueña de Marvel Comics, fue demandada por un grupo de dibujantes y escritores quienes trabajaron a mediados del siglo pasado en la editorial y reclaman pago en regalías por su trabajo que sigue generando ganancias. En realidad en la mayoría de los casos son familiares de los creadores que ya fallecieron, pero entre quienes siguen vivos está el hermano de Stan Lee.
En respuesta, Disney contrademandó al argumentar que ese trabajo fue por encargo, por lo que no tienen derecho a cobrar regalías.
Lo que abre la pregunta ¿Quién es el verdadero dueño? ¿Quién lo creó o quien lo encargó?