Cuentan que a principios de la década de los 90 cada vez que había una reunión de editores de Superman, al momento de preguntar ideas para posibles historias el escritor Jerry Ordway decía en voz alta: ¿Y si lo matamos?, lo que causaba una gran carcajada de todos sus compañeros. Sin quererlo, esa broma fue tal vez la semilla de lo que más tarde se convertiría en uno de los cómics más importantes de la historia.
A principios de la década de los 90, DC Comics empezaba a tener una especie de resaca de sus éxitos de los 80. Las historias de Frank Miller, George Romero y Alan Moore con Batman, Wonder Woman y Superman empezaban a verse lejos en el retrovisor.
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Por tal motivo, la editorial, que sobrevivió a la bancarrota gracias a la compra de Time Warner, necesitaba historias frescas para mantener a sus lectores y atraer a más público.
Es por eso que Mike Carlin, editor en jefe de Superman, convocó a los escritores principales de los cómics de este personaje para definir la mejor estrategia para elevar las ventas de las historietas.
La idea original era preparar uno de los eventos más esperados en la historia de los cómics: la boda entre Clark Kent y Louis Lane. Así se comenzó a desarrollar el arco narrativo donde Superman le confiesa su identidad secreta a Louis, entre otras aventuras, pero apareció un problema inesperado.
Para inicios de 1991 Warner ya había dado luz verde a una nueva serie de televisión: Lois y Clark, las nuevas aventuras de Superman. Como su nombre lo indicaba, parte fundamental de la trama era la relación entre Lois Lane y Clark Kent, e incluso se esperaba contar en live action la boda entre ambos personajes.
El problema radicaba en que por orden de la empresa, el cómic de la boda debía de atrasarse pues el programa saldría al aire en 1993, y se esperaba que los primeros números impresos de la boda saldrían a finales de 1992.
A principios de 1991, y con toda la presión encima porque por una decisión corporativa lo que sería una de las historias más grandes de los cómics tuvo que archivarse, el equipo de Carlin se volvió a reunir para sustituirla.
De nueva cuenta se volvió a escuchar a Ordway: ¿Y si lo matamos? Esta vez nadie rió.
La simple idea de matar al superhéroe más grande de todos los tiempos era tan tentadora como peligrosa. En los 70, en la serie animada Los Super Amigos ya habíamos visto una probada. En la caricatura hay un capítulo donde el Hombre de Acero es envenenado con kriptonita y todos lo dan por muerto. Al final, sólo se encontraba en coma y regresa sin mayores problemas, pero sin duda es una de las historias más recordadas de esa serie.
Pero matarlo en los cómics implicaba un gran riesgo. Louise Simonson, en ese entonces escritora de la serie Man of Steel, dijo años más tarde que el mayor reto era reflejar la importancia de la muerte del personaje, de lo contrario sería como en la caricatura, una anécdota sin importancia.
Simonson trabajó años antes en Marvel Comics, editorial que ya había matado a uno de sus personajes principales, Jean Grey de X-Men en la Saga de Phoenix, historia que sí tiene mucha relevancia (incluso ya la vimos dos veces en la pantalla grande) por las consecuencias de ésta. Por eso hacer lo mismo con Superman era más complicado.
Ya aprobado el proyecto, escritores, dibujantes y editores pusieron manos a la obra con los siguientes ejes puntos clave: el primero, ninguno de los personajes conocidos, como Lex Luthor, sería el responsable de la muerte, tampoco se incluiría a la kriptonita, y tercero, tendrían que desarrollar otro arco narrativo tras la muerte, no podían revivirlo en el siguiente número del cómic.
Dan Jurgens, escritor y dibujante, fue el encargado de crear al villano de la saga: Doomsday. Se determinó que dicho personaje no tendría historia de origen (la cual se conocería años después) y el duelo sería totalmente físico con el Hombre de Acero, incluso dedicando un sólo cómic a esta pelea.
La publicación de esta saga en Estados Unidos fue en partes, aunque en México la extinta Editorial Vid lo vendió en un solo tomo. En una docena de cómics los lectores pudieron ver como Doomsday primero hizo pedazos a parte de la Liga de la Justicia (todos personajes secundarios), a Supergirl y al mismo Superman.
En septiembre de 1992, en el cómic número 75 de Superman, el último hijo de krypton moriría por las heridas ocasionadas por Doomsday.
Tal vez en pleno siglo XXI, con internet y redes sociales, escuchar de un evento así sería normal, como si se tratara del último estreno cinematográfico, pero en los 90 fue un suceso. Periódicos como The New York Times, cadenas de televisión como Fox, CNN o ABC, y en México Televisa, dieron espacio a la muerte de Superman.
Tal fue el impacto, que según la editorial Smash, se compraron tres millones de copias en los primeros días de su publicación, convirtiéndose en el más vendido en la historia.
El éxito del cómic no se quedó ahí, le siguieron El mundo sin Superman, donde se narra el funeral del héroe y cómo reaccionaron sus amigos por la ausencia no sólo del Hombre de Acero, sino de Clark Kent, ¿El regreso de Superman? un esbozo de lo que sería su reaparición en el mundo, y la saga de El mundo de los super hombres, donde cuatro individuos se autoproclaman Superman. Al final de esta saga revive Superman. Todo un éxito de ventas.
Tal vez el legado mayor en la industria fue cómo explotar la muerte de un personaje, pues años más tarde veríamos sagas como La caída del murciélago de Batman, o en Civil War de Marvel la muerte del Capitán América, o la saga de Old Logan (inspiración de la película Logan) donde Wolverine fallece, por citar algunos ejemplos.
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En cuanto a historia hay polémica sobre si realmente es tan trascendental en ese rubro, pues después de todo, más de la mitad de la trama son puros golpes.
Como epílogo, la serie Loius y Clark fue un éxito y la boda entre ambos personajes sí se realizó en ambos medios.