A los 17 años, Eugenia León se salió de su casa. Su familia se oponía a que ella y sus hermanas estudiaran. “En la casa eso estaba prohibido”, recuerda en entrevista con El Sol de México. “Nos querían de secretarias. Ser secretaria era a lo máximo que podías aspirar”.
Su horizonte, sin embargo, no era una oficina. Dice que en Tlalnepantla —donde ella nació y creció— no había muchas oportunidades para estudiar. Incluso, cuando sucedió la masacre de Tlatelolco en 1968, en su casa no hubo comprensión. “Yo recuerdo a mis hermanas y a mí llorando sin consuelo porque no podíamos concebir que un gobierno matara a los estudiantes. Y en Tlalnepantla era silencio, ignorar nuestro dolor, porque no lo entendían. No es que mis padres fueran malas personas, pero no entendían muchas cosas que pasaban y les daba mucho miedo”.
Aquella etapa inicial de su vida es el motivo principal de Navegar, su nueva canción, a la que le tiene un cariño especial por ser la primera que escribe. En sus más de 40 años de carrera, Eugenia León siempre interpretó canciones ajenas. Pero un día, mientras barría su casa, una melodía invadió su cabeza y comenzó a tarearla. Sin quererlo, se dio cuenta que había compuesto una canción. “Se me mezcló la memoria con la inspiración”, afirma. “Para componer la letra, me acordé de cuando me fui de mi casa, cuando la situación con mis padres ya era insostenible”.
Navegar es un tema que apela, sobre todo, a la sororidad con la que Eugenia y sus hermanas iniciaron un camino juntas, lejos del conservador seno familiar. “Habla de eso, de abrazarnos entre las hermanas, entre nuestra soledad y nuestro inmenso deseo de saber quiénes éramos”, dice. Navegar es una de las 11 canciones que conforman su más reciente álbum, Esperanzas, que estará a la venta a partir del próximo 29 de mayo.
Eugenia León descubrió que quería ser cantante en el CCH Naucalpan, donde formó su primer grupo. Allí conoció todo lo que la formó musical e ideológicamente: la lucha social, el sueño libertario, las huelgas obreras, la canción de protesta, la nueva trova, la música folclórica. “No salíamos del plantel, nos la pasábamos ensayando, haciendo coros grupales y poesía en voz alta. Una noche salimos de la mano (mis hermanas y yo) y tuvimos que pedir 20 pesos a un tío para podernos irnos de Tlalnepantla a Coyoacán a las 10 de la noche”.
También recuerda cómo el grupo estudiantil al que pertenecía se vinculó con el gremio obrero de la zona. “El CCH Naucalpan está rodeado de fábricas. Nosotras íbamos con el bombo y los charangos a tocar en las huelgas. A partir de ahí comenzó todo un trabajo de crearte, hacerte y buscar espacios, pero sobre todo de hacer un proyecto relacionado con la música testimonial. Estaba muy atenta a todos los movimientos que había en Brasil, Chile, Cuba, Argentina. La protesta brincaba por todos lados. Para nosotras, jovencitas de Tlalnepantla, era un renacer de la vida”.
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Después del CCH ingresó a la Escuela Nacional de Música, también de la UNAM. Sin embargo, no terminó la carrera. Reconoce que no era la mejor. Le costaba trabajo el solfeo y otros menesteres de la música académica. Asegura que todo lo aprendió a base de oído y observación. Puro oficio. Eso la ha llevado a cantar por todo el mundo: el Teatro de la Ópera de El Cairo, el Carnegie Hall de Nueva York, el Kennedy Center de Washington, el Palacio Marrakech de Marruecos, el Teatro Colón de Bogotá, el Teatro Oriente de Santiago, el Palacio de Bellas Artes de México…
“Me corrieron de la Escuela Nacional de Música porque no tenía talento para tocar el piano. Me costaba mucho trabajo porque no tenía piano, ni dónde estudiar. El solfeo a primera vista… esas cosas siempre me han costado muchísimo trabajo. Soy una persona poco formada en ese sentido. Mi formación ha sido escuchar, escuchar y escuchar. Tuve la suerte de convivir con músicos y compositores, muchos con formación jazzística. Aprendí más afuera, siendo melómana, que adentro en el colegio con las indicaciones de los profesores”, reflexiona esta mujer de 66 años, ganadora del Grammy Latino a la Excelencia Musical en 2020.