Al suceso histórico llamado el Gran Cisma de Occidente ocurrido en el siglo XIV, se le conoce como una etapa de conflictos internos de la iglesia católica en la cual existieron tres reclamantes al papado coincidiendo en el tiempo, pero en territorios diferentes. Dos de ellos eran considerados antipapas mientras que el tercero, el papa legítimo, no recibía la aceptación del resto de los cardenales.
Dicho suceso fue recordado por muchos en el año de 2013 después de que el papa en turno, Benedicto XVI, anunciara su renuncia a su cargo después de casi ocho años de ejercer el pontificado, debido a su avanzada edad, convirtiéndose en papa emérito.
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Así, Joseph Aloisius Ratzinger (Benedicto), renunció a su cargo y en su lugar fue elegido por primera vez en la historia un papa de origen latinoamericano, Jorge Mario Bergoglio quien sería nombrado Francisco.
El inter de estos sucesos, son narrados en la nueva película del brasileño Fernando Meirelles, director de películas como Ciudad de Dios y Ceguera, a partir de una historia ficcionada sobre lo que pudieron haber platicado en tres encuentros que tuvieron en la vida real ambos papas, y que el director ha rescatado del libro The Pope, de Anthony MacCarten.
Temas como la pederastia del sector eclesiástico y los nulos castigos a ellos, la apertura de la iglesia a la comunidad LGBTTTIQA, recuerdos de la dictadura Argentina y la crisis que actualmente vive la iglesia con la pérdida de creyentes, son algunos de los temas que aborda la polémica cinta, que cuenta con las impecables actuaciones de Anthony Hopkins como Benedicto y Jonathan Pryce como Francisco, este último ha confesado en entrevistas que reconoce el gran parecido físico que tiene con el actual papa.
Sin embargo, Los dos papas ha sido acusada de dulcificar la política del Vaticano generando opiniones contrarias entre quienes han podido verla. La última noticia que causó gran discusión, fue la exposición de un espectacular de dicha película en las paredes de un edificio perteneciente a la Santa Cede ubicado muy cerca de la Catedral de San Pedro en el Vaticano, por lo que incluso han acusado al director de hacer propaganda a la iglesia.
En cualquier caso, Meirelles, asegura que "no era la intención hacer un blanqueo al Vaticano, en el filme hablamos de corrupción y de abuso infantil, para mí es una película muy honesta".
En el caso de Francisco, es expuesto su pasado en tiempos de la dictadura Argentina al no apoyar a la lucha que diversos jesuitas realizaban en torno al gobierno, mientras que de forma menos profunda, son mencionadas las relaciones de Benedicto con el nazismo.
"Toda la historia está basada en una profunda investigación, en entrevistas, en libros, sus sermones", explica Meirelles quien incluso utilizó palabra por palabra del pontífice para convertirla en diálogos.
El filme además da color a las personalidades de ambos pontífices. Al inicio se observa al papa Francisco teniendo problemas para agendar un vuelo por teléfono y a lo largo de la cinta se puede ver la afición de Benedicto por la Fanta, y la música de cabaret. Pero en general, la película es un diálogo continuo entre estos dos personajes, en el que existen reflexiones sobre la situación actual por la que atraviesa la institución eclesiástica.