Manuel Rodríguez Lozano (Ciudad de México, 1891-1971) fue un pintor que hizo de su arte una suerte de experimento de estilos, temas y formas para expresar con él su visión del mundo tormentoso que le tocó vivir.
Tan tormentoso como educarse en el Colegio Militar, ser uno de los primeros intelectuales en declarar abiertamente su homosexualidad, tener un matrimonio con Nahui Ollin y rechazar toda corriente artística para buscar la propia.
De esta vida de altibajos da cuenta el monólogo Solo en el desierto, que se presenta en la Teatrería hasta el 23 de junio con la actuación de Leonardo Mackey, bajo la dirección de Vicente Ferrer. En la escenificación se presenta al pintor, integrante del grupo Los Contemporáneos, mientras está en Lecumberri y pinta en un muro de la cárcel la obra La piedad en el desierto, y comienza a repasar su pasado en un ejercicio de autorreflexión.
“Lo vemos en la cárcel cuando de pronto empieza el pintor a revivir los momentos más importantes de su vida, sus amores, su matrimonio con Carmen Mondragón (Nahui Ollin), su amistad con Antonieta Rivas Mercado y todos sus fantasmas van apareciendo como su ex esposa Nahui Ollin, o Salvador Novo”, describió Mackey en entrevista.
A decir de Mackey, el monólogo permite revisar la obra y vida de uno de los pintores más importantes del siglo XX en México, pero que por separarse de los muralistas quedó en el olvido. “Era rebelde, nunca le gustó ir con la corriente tanto en su obra como en su vida personal que estuvo llena de escándalos, por ejemplo se declara abiertamente homosexual en esa época que era casi para quemarlo en leña verde”, refirió.
De la educación artística de Rodríguez Lozano se sabe poco. Se cree que inició sus clases de dibujo en México antes de viajar a Europa, y durante su estancia en París tuvo una relación cercana con importantes figuras del arte, como los pintores Henri Matisse, Pablo Picasso y André Lhote, y los escritores Jean Cassou, André Salmon y Alfonso Reyes, cuyo retrato fue una de las primeras pinturas de Rodríguez Lozano.
En 1940 fue nombrado director de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, pero al año siguiente fue incriminado por el robo de unos grabados en la Academia de San Carlos, y estuvo encarcelado cuatro meses en el Palacio de Lecumberri.
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De esta etapa provienen el mural La piedad en el desierto (1942), El incendio (1943), El arco en la tierra (1944), El Holocausto (1944) y La revolución (1944-1945), y El velorio (1927), obra temprana que señala la orientación del creador hacia el arte popular, así como el retrato de Salvador Novo (1924).
“Es importante que la gente joven conozca a quiénes fueron los maestros de la pintura mexicana, los muralistas, los primeros escritores y creo que deben saber quiénes son los precursores de la historia de la cultura en México e incluso quiénes fueron los primeros activistas de la comunidad LGBT en México”, concluyó Mackey.