La Marcha de las bestias se ha vuelto uno de los eventos más esperados del pueblo de Tlalpujahua. La gente camina ansiosos para llegar a la plaza Hermanos Rayón, donde la temible celebración parte para recorrer las calles de este pueblo mágico.
“¡Ahí viene It! ¡Aaahhh!” Se escuchaba de entre la gente que abarrotaba las banquetas de las estrechas y empedradas calles de Tlalpujahua que fueron inundadas por bestias, fantasmas y criaturas fantásticas que fueron parte de la Marcha de las bestias, dentro de la séptima edición del Festival Feratum.
La gente expectante cuchilleaba, veía con asombro o señalaba a aquellos personajes que les sorprendían. Algunos tomaban fotos con sus cámaras o celulares, otros imitaban sus voces. Los más curiosos, veían detalladamente para tratar de descifrar la rareza que marcaba sus desfigurados rostros.
Los más aventureros desfilaban entre zombies, monjes, bestias, momias y un sin fin de criaturas terroríficas. La gente se abalanzaba tomar fotos sin importar que les cayera algún pesado de las antorchas encendidas que iluminaron el camino como una procesión al fondo del abismo.
De vez en vez, algunos se ponían las manos en la boca, sorprendidos o atemorizados por las criaturas que caminaban echando maldiciones o asustando al público que se les acercaba. Algunos trataban de acariciar al peludo hombre lobo, mientras otros eran picados por las plumas de los danzantes aztecas de cuyo cuerpo solo destacaban los huesos.
No importaba que los espacios fueran reducidos. Mientras los jóvenes se fascinaban, los más grandes hacían gestos de sorpresa o desagrado. Los niños veían fijamente con las manos en la boca y algunos hasta se ocultaban detrás de sus padres.
Tampoco la lluvia fue impedimento. Nadie podía evitar que los sustos cubrieran este pueblo que año con año se viste de gala para caminar y disfrutar el placer y la emoción del miedo que esa noche se vuelve realidad.