Pasaban de las 21:00 horas y en el Autódromo Hermanos Rodríguez empezaron a sonar fragmentos de los éxitos de Moderatto, para calentar el ánimo de los cuatro mil Malditos pecadores que se dieron cita en el lugar para acompañar a la banda en su primer concierto al aire libre.
Al ritmo de No podrás la agrupación apareció en el escenario, con una enorme sonrisa en sus rostros causada por una alegría que no pudieron contener. "Sacúdanse la hueva", repetía el vocalista Bryan Amadeus (Jay de la Cueva), mientras recorría el escenario vestido con un pantalón hecho de muñecos de peluche.
"Los hemos extrañado tanto, propongo que este lugar se convierta en un hospital psiquiátrico, lunáticos chiflados, necesito que se entreguen a la fiesta", expresó antes de cantar Sentimental. Una tenue lluvia comenzó a caer cuando finalizó, por lo que Jay hizo una pausa para "invocar un conjuro" y pedirle al cielo que mejorara el clima. "San Isidro quita el agua y pon el sol", señaló justo antes de pedir nuevamente a su público hacer ruido y corear con ellos Entrégate.
Como si se tratara de un verdadero Dios del rock, sus palabras surtieron efecto, y las gotas de agua se extinguieron en cuestión de minutos, y para generar más calor en el lugar, Jay pidió a los hombres quitarse la playera y ondearla en el aire mientras sonaba Si mi delito es rockear.
Las primeras notas de Zodiaco se convirtieron en un solo de batería, donde durante casi cinco minutos Elohím Corona hizo gala de su habilidad con las baquetas, y encendió el ambiente para la siguiente parte del concierto.
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Pero los gritos del público no eran suficientes para ellos, y Bryan hizo una pausa para sentir la energía de los asistentes, y pidió a todos encender las luces de sus celulares, mientras ellos improvisaban al ritmo de las voces de la gente. "La pandemia que más miedo me da es la de dejar de ser empáticos con el otro", comentó a manera de reflexión.
El show continuó con Mil demonios, Muriendo lento y Ya lo veía venir. Para ese momento, la banda sorprendió a todos al solicitar la presencia de los fans en el escenario para terminar de tocar la canción con ellos. El primer afortunado fue un joven llamado Oswaldo, que portaba una playera de Guns N' Roses, y sin pena alguna se acercó a Jay para expresarle su admiración.
Él le entregó en las manos su guitarra, al tiempo que sentenciaba "Es el instrumento de nuestra fe". Oswaldo tocó unos acordes, y enseguida subió una chica de nombre Lilo, que optó por subir a la batería. Tres personas más se sumaron a la fiesta, pero quien se robó el show fue Mariana, quien desde que tomó la guitarra y empezó a tocar desató una ovación que se extendió durante varios segundos.
Después de tal espectáculo, no se podía ir con las manos vacías, por lo que Jay le obsequió el instrumento en el momento. Dos invitados más hicieron acto de presencia, se trataba de dos niños que eran hermanos y vestían atuendos y maquillajes al estilo Moderatto, y ayudaron a cantar la primera parte de Quemándome de amor, mientras emergían llamas del piso.
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Al terminar la canción, los músicos abandonaron el escenario durante unos segundos. Al regresar, un piano apareció en escena, y Jay se sentó para tocar con sus compañeros durante breves segundos Sympathy for the devil de los Rolling Stones, con el que homenajearon al recién fallecido baterista de Sus satánicas majestades. "Qué viva Charlie Watts", gritó Jay al final.
El momento de despedirse llegó, pero no sé quisieron ir sin compartir con su público un mensaje con el que resumieron su sentir de esa noche. "Sólo hay una palabra que les podemos decir el día de hoy", dijo el cantante, y enseguida cerraron con el tema Gracias.
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