Buenos Aires.- La ancestral tradición mexicana depreparar la recepción de los muertos que cada año vienen avisitar a los vivos fue replicada, con una gran ofrenda en honor aRoberto Gómez Bolaños, “Chespirito”.
Una multitud se acercó al Museo Isaac FernándezBlanco de Buenos Aires para visitar, con una mezcla de curiosidad yadmiración el altar que el ídolo latinoamericano compartió conlos cómicos argentinos Alberto Olmedo, “Capitán Piluso”, yHumberto Ortiz, “Coquito”, y la crítica de artemexicana-argentina, Raquel Tibol.
Aunque estaba en buena compañía, fue evidente que“el muertito” más recordado, el más aplaudido por mexicanos yargentinos, era “Chespirito”, quien miraba a sus admiradoresdesde una foto en blanco y negro que era custodiada por catrinas dediversos tamaños.
La ofrenda se instaló bajo los arcos del patio delMuseo, que fue insuficiente para albergar a todos los visitantesque deambularon por la ciudad como parte de la Noche de los Museos,una jornada anual que permite que las puertas de los centrosculturales se abran de manera gratuita hasta la una de lamañana.
Los mexicanos que viven en esta ciudad lograroncelebrar así el Día de Muertos, una herencia prehispánica quecombina nostalgia e ironía ante la muerte de los seres queridos, yque compartieron con los argentinos que desfilaban ante el altarsorprendidos por esta festiva manera de recordar “a los que sefueron”.
Nada faltó en la ofrenda que tenía como imagencentral a la Virgen de Guadalupe y a dos esqueléticos novios, y enla que se distribuían calaveras, cráneos, incienso, catrinas,flores de papel, velas, papel picado, frutas, cruces y ramos dealcatraces.
La celebración incluyó otras actividades como unaexposición inspirada en la pintora Frida Kahlo y juegos para quelos niños hicieran sus propios disfraces, o fueran pintados en elrostro con motivos del Día de Muertos.
En los jardines, la gente se topaba de pronto concatrinas vivientes que repartían postales de la celebración o quese sacaban fotos con todos aquellos que se los pedían.
También hubo talleres para que los niños decoraransus calaveritas, mientras los adultos aprendían a hacer pan demuerto o calaveras de azúcar, o se acercaban al escenario paraescuchar canciones típicas de la época, como “La llorona” o“La bruja”.
El ambiente se animó todavía más al son de unmariachi que hizo bailar a la gente con “El son de la negra” yque puso nostálgicos a los mexicanos cuando interpretó“Canción mixteca”. ||Notimex||
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