Pablo González Casanova (Edomex, 1922) es uno de los intelectuales de la segunda mitad del siglo XX con mayor trascendencia en México y América Latina. La afirmación no queda en el halago por el centenario de su nacimiento que hoy celebra. Es la descripción genuina de un hombre revolucionario del modelo educativo universitario. Un pensador que innovó al proponer una educación reflexiva y analítica versus la disciplinaria.
En ello coincide José de Jesús Bazán, profesor emérito del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH); Benjamín Barajas Sánchez, director general de la Escuela Nacional Colegio de Ciencias y Humanidades, y Raúl Romero, académico técnico del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, quienes se refieren a González Casanova como un pensador fundacional de la máxima casa de estudios.
“Don Pablo es tan importante en México en el campo educativo como Claude Lévi-Strauss en la filosofía en París”, ataja Bazán en entrevista. “El modelo educativo del Colegio es un modelo innovador para el momento en que el Consejo Universitario aprobó la creación del CCH. El punto central es el abandono del enciclopedismo, esa tendencia a que se adquiera una cultura universal que sólo es una utopía, y la idea fundamental del maestro era centrarse en habilidades que permiten al alumno aprender a aprender para alcanzar un conocimiento real”, define el también docente sobre quien fuera rector de la UNAM de 1970 a 1972
Constructor de instituciones
El también autor de La democracia en México - obra con más de 15 ediciones y traducida al inglés, francés, portugués y japonés- marcó en 1971, con la fundación del CCH, un hito en la educación en México que rompió incluso con los esquemas universitarios al empujar un aprendizaje reflexivo y, sobre todo, basado en la investigación y no la memorización. Modelo que él mismo llevó a la práctica en sus indagaciones sobre los procesos democráticos en México, las prácticas de explotación sobre los pueblos originarios y, más específico, el movimiento zapatista al que dedicó varias publicaciones.
“Estamos frente a un hombre que formula conceptos, que construye teorías y al mismo tiempo construye instituciones. Es un hombre que parte de fenómenos sociales y los problematiza, los conceptualiza y los regresa con una reflexión teórica, pero también con una propuesta práctica para abordarlos. En los años 60 diagnostica dos asuntos: primero la falta de estructuras educativas en el país y una creciente masa de jóvenes que exigen espacios educativos, y dos, la necesidad de una reforma educativa que salga del modelo tradicional del conocimiento disciplinar y explora los diálogos entre ciencias y humanidades, y este diálogo está presente en toda su trayectoria”, acota Raúl Romero.
Su formación académica inició en la Escuela de Jurisprudencia, donde cursó la carrera de Derecho. Años después realizó la maestría en Historia en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y en El Colegio de México; obtuvo su grado académico con la distinción “magna cum laude”. En 1950 se doctoró en Sociología en la Universidad Sorbona de París, con Mention très honorable. Trayectoria que le merecieron más de una decena de distinciones entre ellas el doctor honoris causa de la Universidad Complutense de Madrid en 2001 y de la UNAM en 2011.
“Él solía decir que era un intelectual orgánico de la universidad pública, lo que significa que nunca estuvo en un movimiento político particular a pesar de que nunca le faltaron invitaciones para ser candidato o ser parte de un grupo de gobierno, pero él priorizó la universidad como un espacio de pensamiento y acción. En ese sentido para él la universidad fue un proyecto de pensamiento científico social”, añade Romero.
Referente educativo desde hace medio siglo
Aún 50 años después de la fundación del CCH y de la salida de González Casanova de la rectoría, sus ideas están presentes en la academia universitaria. Barajas Sánchez afirma que bajo esta propuesta educativa se han formado más de un millón de jóvenes.
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“A más de 50 años de la apertura de las aulas del Colegio, don Pablo ha sido la referencia obligada y la figura de unidad más respetada en torno a un proyecto que ha influido, acaso como ningún otro, en la educación media metropolitana y nacional, a través de la formación de un millón 140 mil alumnos que han aprendido a aprender, a hacer y ser, con una perspectiva crítica”, refiere.
Al también Premio Nacional de Ciencias y Artes 1984 se le reconoce la fundación del Sistema de Universidad Abierta (SUA) en 1972; el funcionamiento el Centro de instrumentos para la enseñanza de las ciencias, y la creación del primer telescopio construido por la UNAM. Fuera de la universidad sobresale su investigación sobre los pueblos indígenas que le merecieron en 2003 el Premio Internacional José Martí otorgado por la UNESCO.
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