El concierto que ofreció este jueves en el Palacio de los Deportes el rapero René Pérez Joglar, mejor conocido como Residente, fue una explosiva síntesis, llena de arte, pasión y lirismo, de su espíritu rebelde, profundamente complejo y latinoamericano.
El cantante se mostró rabioso versador, fiestero pagano y enamorado omnipotente, hombre sensible y melancólico, como siempre se ha caracterizado el crítico político boricua.
Todo comenzó con un grave sonido de violonchelo; René salió al escenario para ser recibido por 14 mil fans felices de volver a ver a su ídolo, quien a principios de este año declaró que estaba cansado de las giras. Entonces una voz femenina, la de la madre del rapero, se escuchó. Era el inicio de la canción “René”, una de las más sinceras y personales de su vida, en la que habla de su profunda depresión, el asesinato de amigos suyos y el lado oscuro de la industria musical.
Mientras, en la enorme pantalla detrás de él aparecían intercaladas dos hojas en blanco que, con el hilar de los versos del rapero iban llenándose de negro: una con la trascripción de la canción; la otra con acuarelas y tinta china pintando al mismo René a punto de lanzarse de un abismo, en alusión a la vez que pensó seriamente en el suicidio.
“Venir acá es muy especial para mí. Hubo un tema que me salvó la vida y que yo empecé a escribir aquí en México una noche antes de tocar en el Palacio de los Deportes también, que es el tema con el que empiezo este concierto […] Quise empezar el concierto de la manera más incómoda posible, diciéndoles cómo me siento, totalmente honesto porque es cierto que yo no quiero estar aquí muchas veces, pero la energía de ustedes me hacer recordar porqué sí quiero estar aquí”, dijo René con los ojos vidriosos.
Lo sorprendente es que no eran visuales pregrabadas sino arte y performance en vivo ejecutado por mujeres que acompañarían al artista durante toda la noche. La de la máquina de escribir de su lado derecho, junto a las percusiones y la de las acuarelas, del lado izquierdo, junto a las cuerdas. Una disposición física que Residente seleccionó como símbolo de su pensamiento.
Tras esto, como queriendo disipar su mente y superar el declive, Residente siguió con canciones como "El pecador", "Baladista", "Pa’ divertirme" y "Yo no sé, pero sé", en las que ha mostrado una actitud agresiva contra otros personajes de la industria, entre ellos, el reguetonero J. Balvin, razón por la que probablemente en el escenario había dos atriles desde los que rapeó de uno y otro lado, para dar entender que el único rival que tiene es él mismo.
Pero llegó de nuevo la tristeza y la reflexión; René pidió cambiar a otra canción “Ron en el piso”, en la que reflexiona sobre cómo ha pasado el tiempo y ya no es el mismo joven que era, canción que fue seguida de un melancólico solo del violonchelo mientras el rapero posaba con una botella, para ser retratado por la artista de la tinta, y la máquina seguía sin parar.
Ahí se dio un levantón enorme, con las canciones que lo volvieron famoso junto a Calle 13: “Baile de los pobres”, “Atréve-Te-Te” y “El Aguante”. Los éxitos fueron seguidos por un momento romántico, en el que interpretó sus canciones más amorosas “Muerte en Hawaii” y “Vuelta al mundo”, las cuales fueron coreadas por el público mientras amigos y parejas se abrazaban y extendían los brazos encandilados.
Una hermosa imagen, cierto, pero que sólo era la antesala para el espíritu combativo de René-Residente con el cual ha hecho de sus letras himnos de resistencia y valentía política en nombre América Latina y los pueblos oprimidos del mundo.
“Quiero dedicar estos siguientes temas a criticar el exterminio de Palestina en la Franja de Gaza, los conflictos armados en Burkina Faso, las masacres en el Congo y la Guerra en Ucrania”, dijo el cantante que también hizo mención a los afectados por las inundaciones en Valencia, España.
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Así, el rapero animó a todos a gritar con su canción “Guerra”, que denuncia lo absurdo de los conflictos bélicos y sus terribles consecuencias; seguida de su salvaje “This is not America” y “Latinoamérica”, cuya belleza casi saca las lágrimas de los fanáticos. Mientras en la pantalla se leía: “Soy América Latina. Un pueblo sin piernas pero que camina” en una imagen sobrepuesta donde se podían ver las venas abiertas de América Latina correr en tinta negra.
Hacia la recta final, el concierto se convirtió en un total aquelarre, con varias de las canciones más movidas del repertorio de Residente: “Qué fluya”, “Fiesta de locos”, “Vamos a portarnos mal” y “Problema cabrón”. Una fiesta pagana tal que el concierto tuvo una breve falla técnica y se quedó sin sonido de instrumentos porque alguien lanzó “agua” a la consola, y René tuvo que mantener la fiesta sólo con su voz. Afortunadamente el tesón y experiencia del puertorriqueño son grandes.
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El cierre no fue la hecatombe sonora, sino el camino hacia la introspección y el deseo de seguir cantando. Residente cantó “El futuro es nuestro” y luego “313”. El concierto llegó a su fin con un retrato que fue despedazado en vivo, diluyendo las letras, la tinta y la música.