Aunque la segunda entrega retoma la trama justo donde terminó la primera, lo cierto es que pasó un año para que Ludwika Paleta y Paulina Goto retomaran las grabaciones de Madre sólo hay dos, la serie de Carolina Rivera y Fernando Sariñana para Netflix que estrena este 24 de diciembre su segunda temporada.
Con una pandemia de por medio, la historia plantea nuevos retos para sus protagonistas, que van más allá de sus roles como madres, coinciden las actrices en entrevista con El Sol de México. A ellas las conocimos en la primera temporada como dos mujeres que descubren que sus hijos fueron cambiados por error en el hospital.
“El tema central ya no es la maternidad, sino todo lo que viene con ésta desde un punto de vista de relaciones personales”, dice Ludwika Paleta, quien comenta respecto al paso del tiempo entre una grabación y otra, que incluso su apariencia física cambió, pero hizo un esfuerzo junto con la producción para lucir lo más parecida posible a la primera entrega.
“Después de que nacen las niñas, ellas (las madres) se conocen y pasa todo lo que vimos en la primera temporada, y ahora se trata de cómo reconstruyo mi vida, mis relaciones personales, cómo me relaciono con estos personajes nuevos que entran a mi vida y mi familia”, detalla la actriz.
En esta segunda entrega, Ana, su personaje, se enfrenta a cambios tanto personales como profesionales, tras “el rompimiento de dos relaciones muy importantes, la de su marido que tiene 20 años y la de Mariana (Paulina Goto), que fue muy estrecha, así que tiene que replantearse muchas cosas”.
Ludwika Paleta expone el dilema de Ana, que es el de muchas mujeres en la vida real: Reinventarse. “Ana se casó a los veintitantos, ¿cómo le haces para salirte de una relación cuando hace 20 años que no conoces otra cosa?, ¿cómo vives el divorcio cuando tu marido es el único hombre que conoces, cómo te vuelves a relacionar y salir al mundo?”.
Paulina Goto como Mariana, también se encuentra en una encrucijada: “Cómo retomar tus relaciones, tu vida, el trabajo, la importancia de tener una red de apoyo”, cuenta de la joven que tras salir de la casa de Ana, tiene que buscar dónde vivir y cómo ganar el sustento para ella y su hija.
“Mariana se enfrenta a querer trabajar, a la vez cuidar a su bebé y tener relaciones amorosas y se da cuenta que no puede con todo, necesita pedir ayuda. Sale con alguien que se empieza a volver importante para ella y a la vez tiene miedo de qué tanto mete a esta nueva persona en la vida de su hija”.
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Para Paulina Goto, que su personaje tenga relación con otras mujeres en diversos ámbitos, es uno de los aciertos de la serie, pues “surge esta reflexión de cómo se perciben, qué se espera de las mujeres hoy en día, la sociedad nos exige ser exitosas, lo que implica muchas cosas. Estas mujeres están trabajando y se dan cuenta que se vale romper las reglas, porque hay cosas que son obsoletas, como ser mamá y que esto sea un impedimento para tener buenas oportuinidades laborales”.
Al respecto, Ludwika Paleta complementa que esta segunda parte, “tiene una línea muy sesgada hacia el empoderamiento de la mujer como madre, trabajadora, independiente emocionalmente; en el grupo de escritores, la cabeza es una mujer y hay muchas mujeres trabajando en la serie, no podía ser de otra forma, conocen la realidad de nuestro género. La historia conecta con muchas mujeres, porque cubre un espectro muy amplio, no sólo de la maternidad”, dijo.
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