Regresó al teatro porque el autor de esta obra se lo pidió. estelarizando junto a Mauricio Isaac la pieza de Juan Villoro La desobediencia de Marte.
En temporada en el Teatro Milán hasta el 1 de diciembre, la obra, “es un juguetazo, un duelo actoral y un desafío escénico, porque pasan demasiadas cosas y todo está hilado por emociones", cuenta el actor en entrevista con El Sol de México.
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Trujillo agrega que cuando leyó el texto, se enganchó con la historia sobre la relación de dos influyentes científicos del siglo XVI, pero después descubrió la profundidad de la trama. "Me dije 'está rico, bien planteado, qué maravilla porque pasa en el año de 1600 y están descubriendo las órbitas de los planetas'. Y de pronto esto jala y se rompe, ya no ves a los científicos, sino a los actores que están ensayando los papeles de los científicos”.
La puesta plantea la difícil relación entre el astrónomo Tycho Brahe, quien tenía las mejores tablas de medición y Johannes Kepler, el mejor matemático del momento y a la vez, el desencuentro entre un actor veterano y un joven, que se preparan para interpretarlos en un montaje.
“De pronto, se da el conflicto del actor viejo y el actor joven y chocan por sus ideas distintas, mundos distintos, rituales distintos; ven el arte, el teatro, la ética moral desde diferentes puntos de vista, principios de compromisos sociales que están chocando. Uno viene de otras escuelas y el joven comprometido con los esquemas modernos o vanguardistas, lo cual fluye de manera fuerte con el pretexto teatral. Primero se ven los dos científicos, luego los dos actores y viene un conflicto entre Hamlet y El Rey Lear. Después viene una relación que se descubre en escena entre ellos dos porque su común denominador es una mujer. El joven casi no alcanzó a conocerla y para el viejo fue el amor de su vida. El público verá esta trama con todos los conflictos en una ensaladera con sus respectivos protagonistas”.
De cierta forma, la obra plantea que tal vez no sólo para los científicos, sino para cualquier persona, es más sencillo comprender las estrellas que nuestra propia humanidad, a lo que también comunicador comenta: “Es el planteamiento de Juan Villoro. Estamos ávidos desde siempre de conocer qué pasa más allá, pero irremediablemente uno se pregunta qué pasa aquí. La tesis es maravillosa, porque a lo mejor encuentras lo mismo, más allá de la atmósfera que tu intimidad”.
Si la ciencia no es exacta, ¿tampoco lo es el arte?, se le cuestiona. “Pues menos; pero hay una constante en las dos. La ciencia y el arte van marcando nuestra historia y muchas veces nos salvan de nuestra propia realidad, van adelante. Tanto la ciencia como las artes, siempre van delante de nosotros. Se puede recordar nombres de villanos, de guerras o de invasiones; pero las mismas marcas e incluso armas más poderosas son de la ciencia y las artes”.
Para Trujillo, lo que nos dice en la actualidad el conflicto de los dos astrónomos del siglo XVI, es que, al tiempo que hubo un parteaguas por el nacimiento de la ciencia moderna, la humanidad encontró una nueva esperanza. "Lo que vemos en la obra es a un cuate, Tycho Brahe, que yo encarno, que observa y observa las estrellas hasta crear una forma de medir, a puro ojo, para ver qué tan lejos está un punto del otro; mientras que Johannes Kepler (Mauricio Isaac), sí se pudo imaginar cómo viajaban los Planetas alrededor del Sol, sólo teniendo el cielo”.
Además de explayarse en una de sus grandes pasiones como comunicador en la radio con su programa Aire libre, Víctor Trujillo encuentra en el teatro una forma de reflexión. “Esta obra nos muestra que a pesar de que intentemos buscar las respuestas afuera, están adentro de nosotros, ahí hay que buscar para poder enfrentamos a la vida como venga”.