Considerada una de las técnicas de bordado más antiguas y versátiles de la historia, el crochet ha emergido como una manifestación artística que despierta la imaginación, transmite emociones y ofrece una vía para desconectarse de la rutina diaria. En una conversación con Marisa Ortiz Oliva, una apasionada exponente de la técnica en la región, quien comparte su experiencia y nos adentra en este fascinante mundo.
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Marisa, con más de 10 años de experiencia, descubrió el crochet en un momento de transición después de la universidad. "Tuve un lapso, y para entretenerme empecé a explorar diferentes actividades y esta fue la que me enamoró desde el principio", confiesa. Destaca la versatilidad del crochet, permitiendo la creación de prendas de ropa, accesorios y elementos decorativos para el hogar, desde cortinas hasta portavasos.
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La facilidad de aprendizaje y la posibilidad de crear piezas en poco tiempo son aspectos que Marisa resalta. "En el crochet, tú le das forma al hilo como tú quieras. Puedes empezar desde donde quieras y lo que vas tejiendo va quedando", explica la arquitecta de profesión.
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Piezas llenas de tradición y modernidad
A menudo subestimado, el crochet es una herramienta ideal tanto para obras clásicas como contemporáneas. Marisa ha creado desde gigantes gallinas pintaditas hasta mantas de Mario Bros, portavasos de equipos de fútbol y recreaciones de dibujos, desafiando las expectativas del público. "Puedes hacer cosas contemporáneas, modernas; he tenido alumnas jóvenes que hacen prendas bien locochonas. Eso es lo que me gustaría que la gente supiera", afirma con orgullo.
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Terapia a través del gancho
Marisa describe el crochet como una terapia ocupacional, emocional y física que proporciona una desconexión beneficiosa en un mundo siempre acelerado. Al alentar a sus alumnas a expresar emociones en cada pieza, destaca cómo el acto de tejer puede agilizar la mente y brindar alivio emocional. "Es como una desconexión", menciona.
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Asimismo, no solo beneficia el bienestar individual, sino que también contribuye al reciclaje y apoya a los sectores más vulnerables de la sociedad. Marisa recuerda con cariño cómo, en 2017, ella y sus alumnas crearon cobijas destinadas a los damnificados del sismo en Ciudad de México.
Itzel y Gaby Amador Rocha, docentes comprometidas, destacan la contribución del crochet al cuidado del medio ambiente al dar una segunda oportunidad a materiales textiles. Han participado en proyectos creativos, promoviendo la sostenibilidad y el arte.
Una tradición que vive
Las artistas insisten en la importancia de transmitir el arte del crochet de generación en generación. Más allá de ser una actividad que fomenta el reciclaje, es una experiencia enriquecedora que puede ser disfrutada por niños, adolescentes y adultos por igual. Marisa invita a todas las exponentes del crochet a compartir sus conocimientos
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