Conocí a Haxel y a Miguel, hace 14 años, entonces el primero era piloto de una empresa de mensajería. La mayor parte del tiempo estaba fuera, pues su base era en Estados Unidos, a veces pasaban semanas sin que lo viéramos.
De pronto, sin importar la hora, tocaba mi puerta con insistencia hasta que conseguía su objetivo. Al abrir, me entregaba un six de cerveza Quilmes que compró en Buenos Aires. Fuera en su casa o la mía, abríamos unas latas.
Haxel padecía lupus, así que se jubiló a los 35 años. Era segundo oficial de un Boeing 757 y lo ascendieron, previo a su jubilación, al 767, que voló unos meses.”Me jubilé en el avión que menos me gustaba”, me dijo alguna vez. Yo dejé de vivir allí en 2012. Sabía que estaba muy enfermo y que cada vez era más conflictivo y violento.
Conviví algo con Miguel y su esposa.
Siempre marcaron la diferencia. La casa del fondo tiene un poco más de terreno, así que se amurallaron. Entonces Miguel era parte del staff del ministro José Ramón Cossío. En las maniobras cotidianas de sus vehículos, a menudo utilizaba las cocheras de los que nunca estábamos, como yo. Jamás tuve un problema con eso, pero ya desde entonces Haxel trinaba por ese tema, así que no sé cuántos conflictos más hubo desde entonces.
No recuerdo el nombre de la esposa de Miguel, sí su rostro. Pienso en ella, que ya no está, pero más en sus hijos.
Deseo que Miguel se salve, sólo sé que está grave. Pienso también en el amigo enloquecido, en las charlas de madrugada con una Quilmes en la mano.
¿Cómo puede enloquecer una persona con la que conviviste?