/ domingo 17 de diciembre de 2017

Adiós a las tradiciones navideñas

Ya no se acostumbra el nacimiento ni las posadas

O como dijera el gran Javier Solís: “Ya va llegando diciembre y sus posadas, se va acercando ya también la Navidad” Y así. Los días de fiesta decembrina ya están aquí. Comenzaron ayer ‘y beben y beben y vuelven a beber…’

… Tan pronto pasó un año. Parece que fue ayer cuando nos sacudíamos las moronas de la rosca de Reyes el 6 de enero de este año y ya Va de nuevo. Ocurrió en un abrir y cerrar de ojos; en lo que dura el tronido de anular con pulgar; en lo que dura el amor… acaso…

El año no ha sido generoso con la Ciudad de México. Muchos dolores de cabeza. Quebrantos sociales. Desorden. Ingobernabilidad. El Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, metido en político de tiempo completo, dejó el gobierno local para ocuparse de su candidatura. No se le hizo y ya regresa a lo mismo ¿A qué?

Pero bueno, ya estamos aquí. Luego de que metidos en el barullo de lo electoral apenas nos dan tiempo para el respiro del alma. Así que la mayoría de los 12 millones de aborígenes de Ciudad de México y otros ocho que se juntan día con día en estos mil 499 kilómetros cuadrados, han comenzado la fiesta, o mejor, el famoso puente Guadalupe-Reyes, en el que se trabaja-pero no se trabaja…

Apenas para que trabajadores-empleados-desempleados-comerciantes-servidores-jefes-jefazos y jefazas-todos juntos que comeremos chicharrón, nos demos el abrazo y nos digamos que nos queremos mucho, que nos deseamos lo mejor de la vida y que la lluvia de serpentinas, diamantina, foquitos de colores sea siempre y por siempre y para siempre “Ten, es un regalito, apenas un detalle, ya sabes… una Mont Blanc, espero que te guste… ejem…”.

Y sin embargo este año hay una especie de tristeza en el ambiente. No hay ese ruido y jolgorio de otras ocasiones. No hay ese recorrido triunfal por las expresiones de contento. Los adornos que se han puesto han sido más por fuerza que con ganas. Los almacenes se visten de luces, como los toreros, para vender más-vender-vender-vender La gente transita enloquecida, pero no va a ningún lado en esta Ciudad de México que tuvo tiempos mejores en eso de fiestas decembrinas.

Todo tiempo pasado ha sido mejor, dicen los de credencial del INAPAM. Pero no, no es tan así. También el pasado tiene sus pecados capitales, como las piñatas de colores y sus siete picos que son los grandes pecados de los seres humanos: Lujuria. Pereza. Gula. Ira. Envidia. Avaricia. Soberbia. De todo esto estamos sobrados los humanos y por tanto hay que destruirla…

Pero ¿qué fue lo que pasó con los capitalinos que ya no festejan en colectivo? Acaso sí, ahora son “fiestas de amigos”; comidas o desayunos: acaso cenas, aunque da miedo salir tarde. Antes eran todos y todas en un ambiente de camaradería insospechada. Hoy lo selectivo.

Antes el Distrito Federal resplandecía de gusto y de luces de colores y de gorritos de papel de estaño de diferentes tonalidades, antifaces con diamantina, espanta-suegras, silbatos incontenibles, la colación más dulce y más sabrosa del mundo regalada en canastitas de papel de china de colores a la entrada de la posada del barrio.

… Había excursiones al Centro del DF para ver “la iluminación”. ¡Y qué tal los aparadores!

Y el Santa Clos (así) que ponían en una tienda de Insurgentes con su “¡Jo-jo-jo-jo. Jo-jo-jo-jo!”

Y los Reyes Magos que estaban por ahí: Melchorizo-Gasparizo y Baltarizo

En los patios de las vecindades se vivía la fiesta todos los días desde el 16 hasta el 24 de diciembre. Eran vecindades a lo Oscar Lewis en “Los hijos de Sánchez”, lo que ahora se llaman condominios horizontales, y en los que los vecinos de entonces convivían-vivían-se comunicaban pesares y alegrías y se solidarizaban en todo y por todo. Hoy los vecinos en condominio apenas mascullan un “buenos días” o un “buenas tardes” y si te vi, no me acuerdo. Sale y vale.

En las vecindades o en la calle que era nuestra calle y la calle de todos, las posadas eran motivo para cantar a coro: “Dale-dale-dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino” Y, lo peor: una declaración de principios: “No quiero oro, ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata” Había ponche a raudales: ‘con piquete o sin piquete’; tortas de una rebanada transparente de jamón, de queso de puerco y si se era pirrurris, de pollo deshebrado…

En las colonias popof había convivencias entre vecinos, se juntaban “en la casa de” y se llevaba “un detallito” para la cena. Y se bailaba y se cantaba la letanía, con velitas encendidas en peregrinación, igual que en la vecindad, nada más que allá a la piñata se le daba con la tranca de la puerta, y la hight society con un palo de escoba que se le había pedido prestada “a la muchacha”.

En la vecindad desde días antes se preparaban los romeritos y el ‘bacalado’, para la cena del 24; entre los de cuello almidonado se preparaba el lomo al horno, la pierna de cerdo a las cerezas, la ensalada rusa (¿así hacen su ensalada los rusos?)

Pero una cosa era cierta. Se estaba contento por todos lados y por todos lados se llevaba a los peregrinos entre luces de bengala (¿en Bengala hay de estas luces?) y se pedía posada, para terminar con la chela y el abrazo interminable.

Estamos perdiendo las costumbres poco a poco. O la tristeza se nos echó encima por todo lo que ha pasado por estos días en una de las capitales del mundo más habitadas, luego de Tokio, Shanhai, Yakarta, Delhi, Karachi, Seúl y Manila: esto por número de habitantes por kilómetro cuadrado.

¿Qué sigue aquí? Pues siguen las fiestas de diciembre. Es así. Un poco desangeladas y con más preocupaciones que ánimo para la fiesta. Pero eso es. Al final de cuentas es una etapa del año en el que nos encontramos “con nosotros mismos” y nos decimos que, al final de cuentas aquí estamos…

… Que “aquí nos tocó”, según concluyera Carlos Fuentes, en “La región más transparente”, y que a pesar de todos los pesares tendremos una fiesta discreta y recordaremos en silencio a los que se fueron este año. Sobre todo nos tocaremos el corazón para recordar a los que perdieron la vida el 19 de septiembre de este año doloroso y cantaremos y sonreiremos y diremos “¡Felicidades!” junto con todos ellos

 “Eeeeen el nombre del cieeeeelo… oooos pido posaaaada”

O como dijera el gran Javier Solís: “Ya va llegando diciembre y sus posadas, se va acercando ya también la Navidad” Y así. Los días de fiesta decembrina ya están aquí. Comenzaron ayer ‘y beben y beben y vuelven a beber…’

… Tan pronto pasó un año. Parece que fue ayer cuando nos sacudíamos las moronas de la rosca de Reyes el 6 de enero de este año y ya Va de nuevo. Ocurrió en un abrir y cerrar de ojos; en lo que dura el tronido de anular con pulgar; en lo que dura el amor… acaso…

El año no ha sido generoso con la Ciudad de México. Muchos dolores de cabeza. Quebrantos sociales. Desorden. Ingobernabilidad. El Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, metido en político de tiempo completo, dejó el gobierno local para ocuparse de su candidatura. No se le hizo y ya regresa a lo mismo ¿A qué?

Pero bueno, ya estamos aquí. Luego de que metidos en el barullo de lo electoral apenas nos dan tiempo para el respiro del alma. Así que la mayoría de los 12 millones de aborígenes de Ciudad de México y otros ocho que se juntan día con día en estos mil 499 kilómetros cuadrados, han comenzado la fiesta, o mejor, el famoso puente Guadalupe-Reyes, en el que se trabaja-pero no se trabaja…

Apenas para que trabajadores-empleados-desempleados-comerciantes-servidores-jefes-jefazos y jefazas-todos juntos que comeremos chicharrón, nos demos el abrazo y nos digamos que nos queremos mucho, que nos deseamos lo mejor de la vida y que la lluvia de serpentinas, diamantina, foquitos de colores sea siempre y por siempre y para siempre “Ten, es un regalito, apenas un detalle, ya sabes… una Mont Blanc, espero que te guste… ejem…”.

Y sin embargo este año hay una especie de tristeza en el ambiente. No hay ese ruido y jolgorio de otras ocasiones. No hay ese recorrido triunfal por las expresiones de contento. Los adornos que se han puesto han sido más por fuerza que con ganas. Los almacenes se visten de luces, como los toreros, para vender más-vender-vender-vender La gente transita enloquecida, pero no va a ningún lado en esta Ciudad de México que tuvo tiempos mejores en eso de fiestas decembrinas.

Todo tiempo pasado ha sido mejor, dicen los de credencial del INAPAM. Pero no, no es tan así. También el pasado tiene sus pecados capitales, como las piñatas de colores y sus siete picos que son los grandes pecados de los seres humanos: Lujuria. Pereza. Gula. Ira. Envidia. Avaricia. Soberbia. De todo esto estamos sobrados los humanos y por tanto hay que destruirla…

Pero ¿qué fue lo que pasó con los capitalinos que ya no festejan en colectivo? Acaso sí, ahora son “fiestas de amigos”; comidas o desayunos: acaso cenas, aunque da miedo salir tarde. Antes eran todos y todas en un ambiente de camaradería insospechada. Hoy lo selectivo.

Antes el Distrito Federal resplandecía de gusto y de luces de colores y de gorritos de papel de estaño de diferentes tonalidades, antifaces con diamantina, espanta-suegras, silbatos incontenibles, la colación más dulce y más sabrosa del mundo regalada en canastitas de papel de china de colores a la entrada de la posada del barrio.

… Había excursiones al Centro del DF para ver “la iluminación”. ¡Y qué tal los aparadores!

Y el Santa Clos (así) que ponían en una tienda de Insurgentes con su “¡Jo-jo-jo-jo. Jo-jo-jo-jo!”

Y los Reyes Magos que estaban por ahí: Melchorizo-Gasparizo y Baltarizo

En los patios de las vecindades se vivía la fiesta todos los días desde el 16 hasta el 24 de diciembre. Eran vecindades a lo Oscar Lewis en “Los hijos de Sánchez”, lo que ahora se llaman condominios horizontales, y en los que los vecinos de entonces convivían-vivían-se comunicaban pesares y alegrías y se solidarizaban en todo y por todo. Hoy los vecinos en condominio apenas mascullan un “buenos días” o un “buenas tardes” y si te vi, no me acuerdo. Sale y vale.

En las vecindades o en la calle que era nuestra calle y la calle de todos, las posadas eran motivo para cantar a coro: “Dale-dale-dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino” Y, lo peor: una declaración de principios: “No quiero oro, ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata” Había ponche a raudales: ‘con piquete o sin piquete’; tortas de una rebanada transparente de jamón, de queso de puerco y si se era pirrurris, de pollo deshebrado…

En las colonias popof había convivencias entre vecinos, se juntaban “en la casa de” y se llevaba “un detallito” para la cena. Y se bailaba y se cantaba la letanía, con velitas encendidas en peregrinación, igual que en la vecindad, nada más que allá a la piñata se le daba con la tranca de la puerta, y la hight society con un palo de escoba que se le había pedido prestada “a la muchacha”.

En la vecindad desde días antes se preparaban los romeritos y el ‘bacalado’, para la cena del 24; entre los de cuello almidonado se preparaba el lomo al horno, la pierna de cerdo a las cerezas, la ensalada rusa (¿así hacen su ensalada los rusos?)

Pero una cosa era cierta. Se estaba contento por todos lados y por todos lados se llevaba a los peregrinos entre luces de bengala (¿en Bengala hay de estas luces?) y se pedía posada, para terminar con la chela y el abrazo interminable.

Estamos perdiendo las costumbres poco a poco. O la tristeza se nos echó encima por todo lo que ha pasado por estos días en una de las capitales del mundo más habitadas, luego de Tokio, Shanhai, Yakarta, Delhi, Karachi, Seúl y Manila: esto por número de habitantes por kilómetro cuadrado.

¿Qué sigue aquí? Pues siguen las fiestas de diciembre. Es así. Un poco desangeladas y con más preocupaciones que ánimo para la fiesta. Pero eso es. Al final de cuentas es una etapa del año en el que nos encontramos “con nosotros mismos” y nos decimos que, al final de cuentas aquí estamos…

… Que “aquí nos tocó”, según concluyera Carlos Fuentes, en “La región más transparente”, y que a pesar de todos los pesares tendremos una fiesta discreta y recordaremos en silencio a los que se fueron este año. Sobre todo nos tocaremos el corazón para recordar a los que perdieron la vida el 19 de septiembre de este año doloroso y cantaremos y sonreiremos y diremos “¡Felicidades!” junto con todos ellos

 “Eeeeen el nombre del cieeeeelo… oooos pido posaaaada”

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