La Ciudad de México tiene 19 presas, la mayoría de ellas se concentra en la zona poniente, cuyas aguas no son utilizadas para el abasto de la población porque la basura se ha vuelto un problema de nunca acabar.
Eugenia Castro González, radioperadora de la presa Tacubaya, asegura que el aseo de esos cuerpos de agua nunca termina y Julián Zarco, jefe de la Unidad Departamental de Túneles del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex), reconoció que faltan brazos para atender ese problema, que actualmente está a cargo de 30 personas, pero son necesarios al menos 100 empleados.
Durante un recorrido de El Sol de México por dos de esos depósitos, uno de ellos en San Joaquín y otra en Tacubaya, fue posible observar cómo los trabajadores de ese organismo batallan para limpiarlos y evitar que los desperdicios tapen los ductos para desfogar el líquido.
La segunda de esas presas está rodeada por la colonia Capulín, en cuyas barrancas se acumula la basura depositada por los vecinos y que con las lluvias es arrastrada hasta caer en el agua.
En entrevista, el funcionario del Sacmex explicó que las presas de la Ciudad de México juegan un papel primordial, porque ayudan a captar, contener y almacenar toda el agua de lluvia, de tal manera que es posible regular su descarga para tener un control sobre el sistema de drenaje local; una vez que pasó la precipitación y que los niveles en los túneles están controlados, el siguiente paso es abrir la presa, desfogarla y que esté lista para la próxima tormenta.
El nivel actual de las presas capitalinas está en un 10 a 15 por ciento, su capacidad de almacenamiento supera el millón de metros cúbicos, pero desafortunadamente, precisó, el líquido que está en ellas no puede ser usada para consumo humano, porque una parte viene de los aguaceros y otra de las barrancas, en las que hay asentamientos irregulares, cuyas descargas domiciliarias van a dar a las laderas.
"Si no tuviéramos esa situación, de tener descargas domiciliarias en las barrancas, nuestra agua que recogeríamos sería agua de lluvia con un poco de basura, materia orgánica y todo lo que deja la naturaleza", comentó el entrevistado.
Ante esto, la posibilidad de aprovechar esa agua para mejorar el abasto local dependería, explicó el entrevistado, de quitar los asentamientos irregulares que están en las barrancas y que no descarguen sus aguas crudas (sin tratamiento); que la población tuviera una cultura de no tirar ahí la basura, como televisores, sillones, enseres domésticos y lavadoras, artículos que son arrastrados por las precipitaciones a los vasos de las presas; y después hay que desazolvarlas, a fin de incrementar su capacidad de almacenamiento.
Aseguró que los desperdicios están presentes en esos embalses, pero las de Mixcoac, Tarango y Tacubaya, son las que tienen más problemas.
La entrevista tuvo lugar en las presas San Joaquín y Tacubaya, donde su radioperadora lamentó que la limpieza de la basura en la misma "sea el cuento de nunca acabar" y de sus aguas son sacados diariamente de 15 a 20 metros cúbicos de basura, lo que representa llenar hasta el tope al menos dos camiones de volteo de tamaño estándar.
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Una grúa tiene al final de su brazo una canastilla instalada por los trabajadores del Sacmex para facilitarles el aseo de ese embalse, el cual empezó a funcionar en los años 40 del siglo pasado y ahora está rodeado por la colonia Capulín, alcaldía Álvaro Obregón, y en cuyas laderas es posible observar tiraderos de basura clandestinos, "por eso la basura no se termina, las personas tiran sillones, lavadoras y cascajo en las barrancas, por más que se les diga que no lo hagan", expresa la radioperadora con desaliento.
El IV Informe de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, reportó la limpieza de las barrancas capitalinas, que de ellas fueron retiradas el año pasado 110 toneladas de desperdicios sólidos y hubo una recuperación de residuos inorgánicos reciclables.
Sin embargo, hay 620 tiraderos a cielo abierto en las 27 laderas que hay en la capital y los cuales son atendidos.