/ domingo 21 de abril de 2019

Calpulli fomenta la cultura desde las entrañas del mercado de Jamaica

Imparten talleres gratuitos de capoeira, danza africana, yoga, taekwondo, artes plásticas y malabares

Lejos de las altas esferas culturales donde se mueven presupuestos que se cuentan por millones de pesos, una pareja de jóvenes acerca la cultura a chicos y grandes de manera gratuita, desde abajo, con sus recursos y lo hacen con algo que los define: compromiso social.

En un modesto local, en las entrañas del Mercado de Jamaica –no más grande que la oficina de un funcionario gubernamental de primer nivel-, Samara Escobar y Pavel Rodríguez acogen a quien así lo pida en su Calpulli, que en náhuatl quiere decir casa grande.

Y grande es el esfuerzo que esta pareja hizo para acondicionar este espacio que fue afectado por un incendio ocurrido hace tres años y que desde entonces estaba olvidado entre las tres hectáreas de superficie que ocupa el Mercado de Jamaica, en la alcaldía de Venustiano Carranza.

El Calpulli Jamaica se abrió al público el 26 de enero y ya dio su primer fruto: una generación de 80 personas, entre adultos y niños, que participaron en las clases del primer bimestre: capoeira, danza africana, yoga, taekwondo, artes plásticas, muralismo y malabares, entre otras disciplinas.

Pero no todo queda ahí, también se realizan actividades extracurriculares como trueques el segundo sábado de cada mes; recorridos culturales en el Mercado de Jamaica, el tercer domingo de cada mes o un bazar el último sábado de cada mes.

En todo esto hay cierto idealismo: “El gobierno no es una entidad todopoderosa que puede con todo, es obvio que no puede, entonces uno como ciudadano puede decir: sabes qué, te ayudo”, dice Pavel, quien se acercó a la pintura en los muros del penal de Santa Martha.

Y agrega Samara: “Calpulli Jamaica es el resultado de ese compromiso que hemos tenido tiempo atrás, esto es un fruto y ponemos ese ejemplo a los niños: el compromiso”. Para ella esta labor social está orientada a “bienestar para la sociedad, convivir tranquilos, estar bien”.

Si de generar comunidad se trataba, el Calpulli Jamaica lo está logrando con creces: apenas abrieron algunos profesores se acercaron para ofrecerse como talleristas en capoeira, en taekwondo, en danza multidisciplinaria. Todo parece fluir en las entrañas del Mercado de Jamaica.

Incluso, los propios locatarios han hecho suya esta casa grande, pues llevan a sus hijos a los talleres. Pavel está consciente de que los menores son el principal objetivo en la suerte de misión que protagonizan: rescatar la infancia de las pantallas de los celulares.

“Dejar a un niño en el teléfono es dejarlo solo en el mundo, se puede ir a donde él quiera y no lleva una guía. Eso es algo irresponsable y negligente. Esta nueva etapa nos está imponiendo eso, que nos va a criar una pantalla”, lamenta Pavel en entrevista, a unas horas de abrir el Calpulli.

Ante esta situación, agrega, su labor es la de una revolución mental, “una manera de que los niños vean de otra forma el mundo, que aprendan a convivir con los demás y que puedan ser más de lo que le han dicho”.

El Calpulli Jamaica se encuentra en la puerta 1, entre los carriles 1 y 2 en los que se apostan las camionetas de los comerciantes de flores. Abre de lunes a sábado, de 14:00 a 20:00 horas con actividades gratuitas.

Lejos de las altas esferas culturales donde se mueven presupuestos que se cuentan por millones de pesos, una pareja de jóvenes acerca la cultura a chicos y grandes de manera gratuita, desde abajo, con sus recursos y lo hacen con algo que los define: compromiso social.

En un modesto local, en las entrañas del Mercado de Jamaica –no más grande que la oficina de un funcionario gubernamental de primer nivel-, Samara Escobar y Pavel Rodríguez acogen a quien así lo pida en su Calpulli, que en náhuatl quiere decir casa grande.

Y grande es el esfuerzo que esta pareja hizo para acondicionar este espacio que fue afectado por un incendio ocurrido hace tres años y que desde entonces estaba olvidado entre las tres hectáreas de superficie que ocupa el Mercado de Jamaica, en la alcaldía de Venustiano Carranza.

El Calpulli Jamaica se abrió al público el 26 de enero y ya dio su primer fruto: una generación de 80 personas, entre adultos y niños, que participaron en las clases del primer bimestre: capoeira, danza africana, yoga, taekwondo, artes plásticas, muralismo y malabares, entre otras disciplinas.

Pero no todo queda ahí, también se realizan actividades extracurriculares como trueques el segundo sábado de cada mes; recorridos culturales en el Mercado de Jamaica, el tercer domingo de cada mes o un bazar el último sábado de cada mes.

En todo esto hay cierto idealismo: “El gobierno no es una entidad todopoderosa que puede con todo, es obvio que no puede, entonces uno como ciudadano puede decir: sabes qué, te ayudo”, dice Pavel, quien se acercó a la pintura en los muros del penal de Santa Martha.

Y agrega Samara: “Calpulli Jamaica es el resultado de ese compromiso que hemos tenido tiempo atrás, esto es un fruto y ponemos ese ejemplo a los niños: el compromiso”. Para ella esta labor social está orientada a “bienestar para la sociedad, convivir tranquilos, estar bien”.

Si de generar comunidad se trataba, el Calpulli Jamaica lo está logrando con creces: apenas abrieron algunos profesores se acercaron para ofrecerse como talleristas en capoeira, en taekwondo, en danza multidisciplinaria. Todo parece fluir en las entrañas del Mercado de Jamaica.

Incluso, los propios locatarios han hecho suya esta casa grande, pues llevan a sus hijos a los talleres. Pavel está consciente de que los menores son el principal objetivo en la suerte de misión que protagonizan: rescatar la infancia de las pantallas de los celulares.

“Dejar a un niño en el teléfono es dejarlo solo en el mundo, se puede ir a donde él quiera y no lleva una guía. Eso es algo irresponsable y negligente. Esta nueva etapa nos está imponiendo eso, que nos va a criar una pantalla”, lamenta Pavel en entrevista, a unas horas de abrir el Calpulli.

Ante esta situación, agrega, su labor es la de una revolución mental, “una manera de que los niños vean de otra forma el mundo, que aprendan a convivir con los demás y que puedan ser más de lo que le han dicho”.

El Calpulli Jamaica se encuentra en la puerta 1, entre los carriles 1 y 2 en los que se apostan las camionetas de los comerciantes de flores. Abre de lunes a sábado, de 14:00 a 20:00 horas con actividades gratuitas.

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