/ domingo 6 de octubre de 2019

Así expulsan lo popular del corazón del Centro Histórico

Negocios históricos están cerrando y ahora se abren sucursales de grandes corporaciones

La rocola enmudeció en los locales D y E de Donceles 32. Ya no hay más rondas de tres canciones por 10 pesos, no más cervezas de 15 pesos, no más chicharrones con salsa o, si se tenía suerte, un guisado del día como botana. Tampoco están Mari y sus compañeras que desde mediodía y hasta las primeras horas de la madrugada atendían la cantina El Jarrito.

El edificio de aspecto ruinoso que daba cabida a este y otros locales, así como alojamiento a varias familias, se convirtió en una sucursal de Be Mate, uno de los productos del corporativo español Room Mate Group, dedicado al alquiler de departamentos de diseño para turistas de corta estancia. Algo así como un pequeño hotel.

De ese edificio, catalogado con valor histórico, artístico y patrimonial no solamente fue expulsado El Jarrito, también las familias que habitaban la planta alta, un local de impresión digital, uno de compraventa de oro y otros dos de comida. Ahora hay 25 departamentos de diseño que van de los 25 a los 60 metros cuadrados, cuyo alquiler supera los mil pesos por noche. En la planta baja hay una sucursal de Pastes Kikos –esa cadena hidalguense que puede presumir de haber tenido un local en la avenida Roosevelt de Nueva York- y otra de Nescafé, pero hay más cortinas cerradas esperando a dar a luz a nuevos giros comerciales.

Be Mate tiene presencia en Madrid, Barcelona, Málaga, Milán y ahora también en México. En su página de internet describe la ubicación del llamado D32 como “perfecta para visitar los monumentos más emblemáticos y las principales áreas culturales de interés” de la Ciudad de México.

Ponen en la lista al Zócalo, la Catedral Metropolitana y el Palacio de Bellas Artes. Pero nada se dice, por ejemplo, de las protestas que frecuentemente ocurren afuera del Congreso capitalino, de las librerías de viejos tan tradicionales de Donceles o del ficticio número 815 de esta calle adonde Felipe Montero se presta a concluir las memorias del general Llorente en la novela Aura, del escritor mexicano Carlos Fuentes.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

Antes de la llegada de los españoles y posterior a ésta, lo que hoy llamamos el Centro Histórico era la propia Ciudad de México, de manera que El Centro –patrimonio de la humanidad desde 1987- es el origen de la ciudad, del país, de nosotros y por ello prevalece la sensación de que nos pertenece a todos.

Es nuestra memoria, no sólo histórica, sino también personal. En sus calles habrá ocurrido la primera visita a un museo o a una cantina, la sorpresa causada por los danzantes del Zócalo, la búsqueda de un libro, la compra de útiles escolares, la primera cita o la primera marcha. Pero algo está ocurriendo en sus calles.

Bob Dylan diría en su balada de un hombre delgado: “algo está pasando aquí, pero no sabe qué es ¿no es así, señor Jones? Y es verdad que en el sitio que nos dio vida están pasando cosas: balaceras en lugares tan públicos como Garibaldi producto de una guerra entre dos cárteles, cobro de piso y extorsión a comerciantes, mafias que controlan el comercio en vía pública, venta de droga, giros negros y algo tan grave como todo lo anterior: mercantilización del patrimonio, elitización, blanqueamiento, gentrificación, llegada de capitales extranjeros a lucrar con el Centro.

“En apariencia, para una mente superficial, esto no tiene nada de malo, pero para el vecino, para el urbanista, para el cronista, para el experto, para el afectado, estos son problemas graves porque negocios históricos están cerrando y en su lugar están abriendo sucursales de grandes corporaciones.

Historias de vida de familias que tenían más de una generación habitando en un departamento están cediendo lugar involuntariamente a pisos de alquiler asépticos para turistas de paso. ¿Cómo afecta esto en el tejido social? Muchísimo, de por sí quienes vivimos en el Centro somos un porcentaje bajo, no me extrañaría que se esté empezando a despoblar el Centro”, advierte en medio del bullicio cantinesco de viernes a la hora de la comida en el Salón España el cronista y vecino del Centro Histórico, Jorge Pedro Uribe Llamas.

Blanquear al Centro

Mientras en Donceles 32 ya se concretó la expulsión de habitantes y comercios populares para dar paso a habitaciones de diseño destinadas a turistas, no muy lejos de ahí, Colón 1 –en el costado poniente de la Alameda Central- hay inquilinos resistiendo los embates de una inmobiliaria que pretende convertir el emblemático edificio Trevi en un espacio de oficinas compartidas –o coworking- y de habitaciones para renta de corta estancia.

Carlos Acuña, periodista y uno de los inquilinos afectados en el edificio Trevi, reflexiona por teléfono sobre lo que está pasando en el corazón de la ciudad: “Se está convirtiendo en un Centro Histórico donde se explota el patrimonio, se explota la memoria en beneficio de empresas extranjeras, el turismo te arrebata espacios sobre todo patrimoniales, va el gobierno con grandes élites apropiándose de la ciudad con fines globales”.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

La muestra más clara es la calle de Madero, dice, que desde que se volvió peatonal se convirtió en una pasarela de marcas, como si fuera una pequeña Wall Street. Estas marcas lo que hacen es demoler por dentro los edificios patrimoniales. Entrar no tiene nada que ver con el patrimonio histórico.

Uno de los efectos más evidentes de la llamada mercantilización del patrimonio del Centro Histórico es el incremento en el precio de las viviendas en renta. “Los grandes flujos de vivienda ahora son Airbnb, Be Mate, los habitantes son cada vez menos y quienes pueden pagar más. Un lugar digno cuesta de 15 a 20 mil pesos, y hay espacios hasta de 30 y 40 mil pesos. Están vendiendo la plusvalía de la historia, de la memoria, de la arquitectura. Esto creó un desequilibrio”, advierte Acuña.

De acuerdo con la plataforma Inside Airbnb en la Ciudad de México hay seis mil 932 casas o departamentos enteros en renta a través de esta plataforma. De esas, el 48 por ciento, que son tres mil 250, están solamente en la alcaldía de Cuauhtémoc, que a su vez concentra toda esa oferta en dos grandes polígonos: Roma-Condesa y el perímetro A del Centro Histórico, en calles como Juárez, Balderas, Bucareli, López y aledañas.

Las reflexiones de Acuña -quien mantiene una lucha de largo aliento por retener su derecho a habitar en el edificio Trevirecuerdan a la frase con la que el cronista Héctor de Mauleón arranca su crónica Una historia de la cerveza: “Porfirio Díaz intentó blanquear el gusto de los mexicanos mediante el destierro del pulque”. La intención, cuenta el periodista, era refinar el gusto de los mexicanos eliminando esa bebida popular.

Hoy está pasando algo similar y Acuña lo dice así cuando se le pregunta si el Centro está entrando en un proceso de hipsterización a lo Roma-Condesa: “en todo caso preferiría el término elitización, aburguesamiento o blanqueamiento, porque es un tema racial, es sustituir a la población mexicana por una élite que viene de ciertas zonas, evidentemente blancas, que llegan a consumir la ciudad como turistas.

Desplazan a las clases populares y medias y sus usos y costumbres, sus bailes, su comercio informal, sus fiestas patronales. Todo esto lo ven como signo de deterioro y de retroceso”. Como se reconoce en el Programa Integral de Manejo del Centro Histórico 2017-2022, “a partir de 2001, el principal soporte financiero de la transformación del Centro Histórico ha sido el gobierno de la Ciudad de México, por medio de la inversión directa de un presupuesto público que, para 2015, ascendía a 550 millones de dólares acumulados. Esto trajo una importante plusvalía y una importante inversión privada subsecuente”.

El documento antes citado reconoce que el grupo Carso, del empresario Carlos Slim, adquirió como parte de esa llamada revitalización 65 edificios vacíos -como sedes de antiguos bancos y oficinas- para rehabilitarlos y ser utilizados como vivienda en la mayoría de los casos. Sin embargo, hoy en día la cantidad de edificios de Slim podría rondar los 100 inmuebles, todos beneficiados de las inversiones públicas.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

Se desvanece lo popular

El desvanecimiento de lo popular en el Centro Histórico es algo que ya ha sido estudiado por el vecino de esta zona, antropólogo y profesor de la UNAM, Vicente Moctezuma. Frente al edificio Trevi –que vive un proceso de expulsión de sus habitantes-comenta que lo que está ocurriendo en el corazón de la Ciudad de México es un “proceso de revalorización del suelo que se inscribe dentro de dinámicas globales de transformación de las ciudades, bajo un modelo de desarrollo actual que se centra en la producción del espacio orientado hacia los negocios”.

Y es él quien aborda el tema de la plusvalía que han generado la inversión pública de 550 millones de dólares acumulados a 2015: “Las ciudades han tratado de acrecentar la posibilidad de captura de plusvalor a través de resaltar cualidades monopólicas de las ciudades como puede ser el patrimonio histórico que hace singular a una ciudad frente a otras. Algo muy brutal de eso es precisamente cómo los propietarios de los edificios pueden capturar una renta que es el producto de la historia del lugar, de los procesos culturales que tiene y que ellos acceden no por la inversión que le hayan dado a ese inmueble, sino simplemente por tener una localización privilegiada que conecta con la historia de la ciudad, del país, de nosotros”.

Es en su tesis de doctorado donde plantea que el Centro Histórico es un lugar con fronteras y lo explica así: “Los límites de esta frontera no son sólo difusos, sino disputados, en ella dos ciudades distintas, pero oscuramente íntimas se encuentran. Se trata de dos ciudades en sí mismas heterogéneas, atravesadas y constituidas por relaciones de poder, pobladas de contradicciones, conflictos y disputas.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

“Por una parte está la ciudad popular, la de calles envejecidas, la de calles mercado, banquetas mercado, plazas mercado, edificios ‘cuyos zaguanes huelen a humedad’ y sus ‘puertas desvencijadas / miran al patio en ruinas. Los muros /relatan sus historias indescifrables’ y ‘flota un olor a sopa de pasta’”, describe echando mano de las palabras del poeta José Emilio Pacheco.

Por otra parte, sigue, “está la ciudad que con ínfula se pretende global y se ensueña en una diversidad cosmopolita aunque se construya en espacios insulares”.

Ya en entrevista se explica: “el proceso de gentrificación (en el Centro Histórico) lo que hace es ir expandiendo la frontera urbana de la acumulación, para los sectores beneficiados se expande su ámbito de territorialización y los sectores populares son desplazados. Es un riesgo que está ahí y habría que ver si se toman medidas para retener a la población popular”.

Perder pedazos de historia

Entre el barullo, comida y tragos de una sus cantinas favoritas Jorge Pedro Uribe Llamas, autor de las crónicas que se escuchan en sus pódcast Cuidad de México y vecino del Centro Histórico, reflexiona sobre lo que le está ocurriendo al corazón de la ciudad y no tiene comentarios alentadores.

“Al vivir acá y dedicarme a lo que me dedico, al caminar mucho y usar el Centro, es verdad que observo. Y como parte de esas observaciones es imposible no darse cuenta de un fenómeno que está propagándose en el Centro, al menos en una parte del Centro, del que extrañamente no se habla tanto. Se habla en los grupos de WhatsApp, en las redes sociales, entre vecinos, pero yo no veo que la opinión pública o el gobierno estén colocando estos cambios dentro de los asuntos prioritarios del Centro.

“Uno de esos cambios y fenómenos, que no son exclusivos del Centro Histórico de la Ciudad de México, ocurren hace tiempo ya en otras capitales y ciudades grandes, es Airbnb, trato de no emitir un juicio al respecto, ni favorable ni desfavorable, pero sí me doy cuenta que es un fenómeno que se está propagando. Es imposible no verlo. Otro es la especulación inmobiliaria, otro es la gentrificación, el aburguesamiento, estos fenómenos van de la mano, no son excluyentes entre sí”.

Para él, que no es originario del Centro Histórico, pero que lo ha habitado por los últimos 10 años, “que haya Airbnb en sí mismo no tiene nada de malo. Lo que es preocupante es que no se estén regulando. La Ciudad de México está de moda, es el efecto Anthony Bourdain, la serie de tacos que hay en Netflix, etcétera. La gente quiere venir a la Ciudad de México del mismo modo que hace cuatro años estaba de moda ir a Estambul o el año pasado estaba de moda ir a Islandia, son oleadas y ahora nos está tocando a nosotros”.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

Esto, refiere, genera la llegada de más turistas a la Ciudad de México que en particular quieren conocer su Centro Histórico, lo cual es aprovechado por grandes corporaciones para hacer negocios a costa del patrimonio histórico de esta parte de la capital. “Eso está provocando indirectamente que edificios que antes eran de vivienda media se estén convirtiendo en pisos de alquiler de corta estancia para turistas.

Es evidente el cariño íntimo que tiene Jorge Pedro por el Centro Histórico y por eso mismo hablar de sus problemas no es algo que le sea del todo agradable hacer, pero afirma que es necesario.

“El gobierno debería atender este problema que, hay que estar muy ciego para no verlo o hay que ser muy cínico para voltear al otro lado. Son fenómenos que no nos estamos inventando, están pasando, son globales, pero la Ciudad de México no está sabiendo atender y están afectando de manera directa el tejido social y dentro de unos años, si esto no se atiende de manera pertinente, lo van a lamentar”.

Y lo remata así: “que cierre un negocio popular, histórico, tradicional, se puede ver de dos maneras: encogiendo los hombros o, un poco alarmista: se está perdiendo un pedazo de historia, una librería, una cantina, un señor que lleva toda la vida vendiendo sus productos, un bolero. No son cosas anecdóticas, son como neuronas, parece que no pasa nada si pierdes una neurona o tres neuronas o cien neuronas porque, en fin, hay tantas, pero con una se empieza y cuando ya te percataste ya perdiste un montón y por lo tanto ya perdiste un carácter intangible simbólico importante patrimonial del Centro, no es cosa menor que la pérdida popular es algo que esté pasando”.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

La rocola enmudeció en los locales D y E de Donceles 32. Ya no hay más rondas de tres canciones por 10 pesos, no más cervezas de 15 pesos, no más chicharrones con salsa o, si se tenía suerte, un guisado del día como botana. Tampoco están Mari y sus compañeras que desde mediodía y hasta las primeras horas de la madrugada atendían la cantina El Jarrito.

El edificio de aspecto ruinoso que daba cabida a este y otros locales, así como alojamiento a varias familias, se convirtió en una sucursal de Be Mate, uno de los productos del corporativo español Room Mate Group, dedicado al alquiler de departamentos de diseño para turistas de corta estancia. Algo así como un pequeño hotel.

De ese edificio, catalogado con valor histórico, artístico y patrimonial no solamente fue expulsado El Jarrito, también las familias que habitaban la planta alta, un local de impresión digital, uno de compraventa de oro y otros dos de comida. Ahora hay 25 departamentos de diseño que van de los 25 a los 60 metros cuadrados, cuyo alquiler supera los mil pesos por noche. En la planta baja hay una sucursal de Pastes Kikos –esa cadena hidalguense que puede presumir de haber tenido un local en la avenida Roosevelt de Nueva York- y otra de Nescafé, pero hay más cortinas cerradas esperando a dar a luz a nuevos giros comerciales.

Be Mate tiene presencia en Madrid, Barcelona, Málaga, Milán y ahora también en México. En su página de internet describe la ubicación del llamado D32 como “perfecta para visitar los monumentos más emblemáticos y las principales áreas culturales de interés” de la Ciudad de México.

Ponen en la lista al Zócalo, la Catedral Metropolitana y el Palacio de Bellas Artes. Pero nada se dice, por ejemplo, de las protestas que frecuentemente ocurren afuera del Congreso capitalino, de las librerías de viejos tan tradicionales de Donceles o del ficticio número 815 de esta calle adonde Felipe Montero se presta a concluir las memorias del general Llorente en la novela Aura, del escritor mexicano Carlos Fuentes.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

Antes de la llegada de los españoles y posterior a ésta, lo que hoy llamamos el Centro Histórico era la propia Ciudad de México, de manera que El Centro –patrimonio de la humanidad desde 1987- es el origen de la ciudad, del país, de nosotros y por ello prevalece la sensación de que nos pertenece a todos.

Es nuestra memoria, no sólo histórica, sino también personal. En sus calles habrá ocurrido la primera visita a un museo o a una cantina, la sorpresa causada por los danzantes del Zócalo, la búsqueda de un libro, la compra de útiles escolares, la primera cita o la primera marcha. Pero algo está ocurriendo en sus calles.

Bob Dylan diría en su balada de un hombre delgado: “algo está pasando aquí, pero no sabe qué es ¿no es así, señor Jones? Y es verdad que en el sitio que nos dio vida están pasando cosas: balaceras en lugares tan públicos como Garibaldi producto de una guerra entre dos cárteles, cobro de piso y extorsión a comerciantes, mafias que controlan el comercio en vía pública, venta de droga, giros negros y algo tan grave como todo lo anterior: mercantilización del patrimonio, elitización, blanqueamiento, gentrificación, llegada de capitales extranjeros a lucrar con el Centro.

“En apariencia, para una mente superficial, esto no tiene nada de malo, pero para el vecino, para el urbanista, para el cronista, para el experto, para el afectado, estos son problemas graves porque negocios históricos están cerrando y en su lugar están abriendo sucursales de grandes corporaciones.

Historias de vida de familias que tenían más de una generación habitando en un departamento están cediendo lugar involuntariamente a pisos de alquiler asépticos para turistas de paso. ¿Cómo afecta esto en el tejido social? Muchísimo, de por sí quienes vivimos en el Centro somos un porcentaje bajo, no me extrañaría que se esté empezando a despoblar el Centro”, advierte en medio del bullicio cantinesco de viernes a la hora de la comida en el Salón España el cronista y vecino del Centro Histórico, Jorge Pedro Uribe Llamas.

Blanquear al Centro

Mientras en Donceles 32 ya se concretó la expulsión de habitantes y comercios populares para dar paso a habitaciones de diseño destinadas a turistas, no muy lejos de ahí, Colón 1 –en el costado poniente de la Alameda Central- hay inquilinos resistiendo los embates de una inmobiliaria que pretende convertir el emblemático edificio Trevi en un espacio de oficinas compartidas –o coworking- y de habitaciones para renta de corta estancia.

Carlos Acuña, periodista y uno de los inquilinos afectados en el edificio Trevi, reflexiona por teléfono sobre lo que está pasando en el corazón de la ciudad: “Se está convirtiendo en un Centro Histórico donde se explota el patrimonio, se explota la memoria en beneficio de empresas extranjeras, el turismo te arrebata espacios sobre todo patrimoniales, va el gobierno con grandes élites apropiándose de la ciudad con fines globales”.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

La muestra más clara es la calle de Madero, dice, que desde que se volvió peatonal se convirtió en una pasarela de marcas, como si fuera una pequeña Wall Street. Estas marcas lo que hacen es demoler por dentro los edificios patrimoniales. Entrar no tiene nada que ver con el patrimonio histórico.

Uno de los efectos más evidentes de la llamada mercantilización del patrimonio del Centro Histórico es el incremento en el precio de las viviendas en renta. “Los grandes flujos de vivienda ahora son Airbnb, Be Mate, los habitantes son cada vez menos y quienes pueden pagar más. Un lugar digno cuesta de 15 a 20 mil pesos, y hay espacios hasta de 30 y 40 mil pesos. Están vendiendo la plusvalía de la historia, de la memoria, de la arquitectura. Esto creó un desequilibrio”, advierte Acuña.

De acuerdo con la plataforma Inside Airbnb en la Ciudad de México hay seis mil 932 casas o departamentos enteros en renta a través de esta plataforma. De esas, el 48 por ciento, que son tres mil 250, están solamente en la alcaldía de Cuauhtémoc, que a su vez concentra toda esa oferta en dos grandes polígonos: Roma-Condesa y el perímetro A del Centro Histórico, en calles como Juárez, Balderas, Bucareli, López y aledañas.

Las reflexiones de Acuña -quien mantiene una lucha de largo aliento por retener su derecho a habitar en el edificio Trevirecuerdan a la frase con la que el cronista Héctor de Mauleón arranca su crónica Una historia de la cerveza: “Porfirio Díaz intentó blanquear el gusto de los mexicanos mediante el destierro del pulque”. La intención, cuenta el periodista, era refinar el gusto de los mexicanos eliminando esa bebida popular.

Hoy está pasando algo similar y Acuña lo dice así cuando se le pregunta si el Centro está entrando en un proceso de hipsterización a lo Roma-Condesa: “en todo caso preferiría el término elitización, aburguesamiento o blanqueamiento, porque es un tema racial, es sustituir a la población mexicana por una élite que viene de ciertas zonas, evidentemente blancas, que llegan a consumir la ciudad como turistas.

Desplazan a las clases populares y medias y sus usos y costumbres, sus bailes, su comercio informal, sus fiestas patronales. Todo esto lo ven como signo de deterioro y de retroceso”. Como se reconoce en el Programa Integral de Manejo del Centro Histórico 2017-2022, “a partir de 2001, el principal soporte financiero de la transformación del Centro Histórico ha sido el gobierno de la Ciudad de México, por medio de la inversión directa de un presupuesto público que, para 2015, ascendía a 550 millones de dólares acumulados. Esto trajo una importante plusvalía y una importante inversión privada subsecuente”.

El documento antes citado reconoce que el grupo Carso, del empresario Carlos Slim, adquirió como parte de esa llamada revitalización 65 edificios vacíos -como sedes de antiguos bancos y oficinas- para rehabilitarlos y ser utilizados como vivienda en la mayoría de los casos. Sin embargo, hoy en día la cantidad de edificios de Slim podría rondar los 100 inmuebles, todos beneficiados de las inversiones públicas.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

Se desvanece lo popular

El desvanecimiento de lo popular en el Centro Histórico es algo que ya ha sido estudiado por el vecino de esta zona, antropólogo y profesor de la UNAM, Vicente Moctezuma. Frente al edificio Trevi –que vive un proceso de expulsión de sus habitantes-comenta que lo que está ocurriendo en el corazón de la Ciudad de México es un “proceso de revalorización del suelo que se inscribe dentro de dinámicas globales de transformación de las ciudades, bajo un modelo de desarrollo actual que se centra en la producción del espacio orientado hacia los negocios”.

Y es él quien aborda el tema de la plusvalía que han generado la inversión pública de 550 millones de dólares acumulados a 2015: “Las ciudades han tratado de acrecentar la posibilidad de captura de plusvalor a través de resaltar cualidades monopólicas de las ciudades como puede ser el patrimonio histórico que hace singular a una ciudad frente a otras. Algo muy brutal de eso es precisamente cómo los propietarios de los edificios pueden capturar una renta que es el producto de la historia del lugar, de los procesos culturales que tiene y que ellos acceden no por la inversión que le hayan dado a ese inmueble, sino simplemente por tener una localización privilegiada que conecta con la historia de la ciudad, del país, de nosotros”.

Es en su tesis de doctorado donde plantea que el Centro Histórico es un lugar con fronteras y lo explica así: “Los límites de esta frontera no son sólo difusos, sino disputados, en ella dos ciudades distintas, pero oscuramente íntimas se encuentran. Se trata de dos ciudades en sí mismas heterogéneas, atravesadas y constituidas por relaciones de poder, pobladas de contradicciones, conflictos y disputas.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

“Por una parte está la ciudad popular, la de calles envejecidas, la de calles mercado, banquetas mercado, plazas mercado, edificios ‘cuyos zaguanes huelen a humedad’ y sus ‘puertas desvencijadas / miran al patio en ruinas. Los muros /relatan sus historias indescifrables’ y ‘flota un olor a sopa de pasta’”, describe echando mano de las palabras del poeta José Emilio Pacheco.

Por otra parte, sigue, “está la ciudad que con ínfula se pretende global y se ensueña en una diversidad cosmopolita aunque se construya en espacios insulares”.

Ya en entrevista se explica: “el proceso de gentrificación (en el Centro Histórico) lo que hace es ir expandiendo la frontera urbana de la acumulación, para los sectores beneficiados se expande su ámbito de territorialización y los sectores populares son desplazados. Es un riesgo que está ahí y habría que ver si se toman medidas para retener a la población popular”.

Perder pedazos de historia

Entre el barullo, comida y tragos de una sus cantinas favoritas Jorge Pedro Uribe Llamas, autor de las crónicas que se escuchan en sus pódcast Cuidad de México y vecino del Centro Histórico, reflexiona sobre lo que le está ocurriendo al corazón de la ciudad y no tiene comentarios alentadores.

“Al vivir acá y dedicarme a lo que me dedico, al caminar mucho y usar el Centro, es verdad que observo. Y como parte de esas observaciones es imposible no darse cuenta de un fenómeno que está propagándose en el Centro, al menos en una parte del Centro, del que extrañamente no se habla tanto. Se habla en los grupos de WhatsApp, en las redes sociales, entre vecinos, pero yo no veo que la opinión pública o el gobierno estén colocando estos cambios dentro de los asuntos prioritarios del Centro.

“Uno de esos cambios y fenómenos, que no son exclusivos del Centro Histórico de la Ciudad de México, ocurren hace tiempo ya en otras capitales y ciudades grandes, es Airbnb, trato de no emitir un juicio al respecto, ni favorable ni desfavorable, pero sí me doy cuenta que es un fenómeno que se está propagando. Es imposible no verlo. Otro es la especulación inmobiliaria, otro es la gentrificación, el aburguesamiento, estos fenómenos van de la mano, no son excluyentes entre sí”.

Para él, que no es originario del Centro Histórico, pero que lo ha habitado por los últimos 10 años, “que haya Airbnb en sí mismo no tiene nada de malo. Lo que es preocupante es que no se estén regulando. La Ciudad de México está de moda, es el efecto Anthony Bourdain, la serie de tacos que hay en Netflix, etcétera. La gente quiere venir a la Ciudad de México del mismo modo que hace cuatro años estaba de moda ir a Estambul o el año pasado estaba de moda ir a Islandia, son oleadas y ahora nos está tocando a nosotros”.

Foto Ernesto Muñoz | El Sol de México

Esto, refiere, genera la llegada de más turistas a la Ciudad de México que en particular quieren conocer su Centro Histórico, lo cual es aprovechado por grandes corporaciones para hacer negocios a costa del patrimonio histórico de esta parte de la capital. “Eso está provocando indirectamente que edificios que antes eran de vivienda media se estén convirtiendo en pisos de alquiler de corta estancia para turistas.

Es evidente el cariño íntimo que tiene Jorge Pedro por el Centro Histórico y por eso mismo hablar de sus problemas no es algo que le sea del todo agradable hacer, pero afirma que es necesario.

“El gobierno debería atender este problema que, hay que estar muy ciego para no verlo o hay que ser muy cínico para voltear al otro lado. Son fenómenos que no nos estamos inventando, están pasando, son globales, pero la Ciudad de México no está sabiendo atender y están afectando de manera directa el tejido social y dentro de unos años, si esto no se atiende de manera pertinente, lo van a lamentar”.

Y lo remata así: “que cierre un negocio popular, histórico, tradicional, se puede ver de dos maneras: encogiendo los hombros o, un poco alarmista: se está perdiendo un pedazo de historia, una librería, una cantina, un señor que lleva toda la vida vendiendo sus productos, un bolero. No son cosas anecdóticas, son como neuronas, parece que no pasa nada si pierdes una neurona o tres neuronas o cien neuronas porque, en fin, hay tantas, pero con una se empieza y cuando ya te percataste ya perdiste un montón y por lo tanto ya perdiste un carácter intangible simbólico importante patrimonial del Centro, no es cosa menor que la pérdida popular es algo que esté pasando”.

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