Aunque en el fondo son un negocio inmobiliario que puede dejar ganancias a los propietarios de hasta medio millón de pesos mensuales por la renta de un local, los centros comerciales se hacen pasar por espacio público e incluso sustituyen a éste, consideró en entrevista con El Sol de México el doctor en Geografía por la UNAM, José Gasca Zamora.
Hasta 2016 se tenían contabilizados en la Ciudad de México y su zona conurbada 221 centros comerciales construidos desde 1969, cuando se erigió Plaza Universidad, el primer complejo de este tipo. No obstante fue a partir del 2000 cuando se detonó su construcción, como resultado del Bando 2 que emitió el gobierno del entonces jefe de gobierno, Andrés Manuel López Obrador, ahora presidente electo, para el crecimiento urbano.
En un principio fueron meros espacios para el consumo, después mutaron a los usos mixtos que permitió desarrollos con oficinas, vivienda y espacios comerciales y recientemente se han reinventado ante los consumidores jóvenes a quienes atraen con juegos mecánicos, salas de videojuegos, bares, restaurantes temáticos, cines, entre otras amenidades. “Se enfocan a las nuevas generaciones que no nacieron con la tradición del mercado público o el tianguis”.
En esa metamorfosis los centros comerciales también replantearon sus construcciones para plantearse a sí mismos como sustitutos del espacio público, de ahí que incorporen lagos artificiales, terrazas, jardines y su diseño implica espacios semiabiertos para simular calles o parques, de ahí que algunas plazas pretenden dar esta impresión desde el nombre como Parque Lindavista.
“Como el espacio público es muy inseguro, mucha gente prefiere ir a los centros comerciales donde se genera una especia de atmósfera de mayor seguridad, confort, visualmente atractiva. Es algo subjetivo y las personas perciben y viven el espacio público de otra manera. Hay una cosa que se llama consumo conspicuo, ir a un centro comercial no necesariamente es por consumo, la gente va por una cuestión de estatus”, explicó el geógrafo Gasca Zamora.
“La gente se volvió consumidora de estos lugares, consumen como tal el espacio porque a veces no consumen las mercancías. Hay dos elementos: muchos lugares en la Ciudad de México se volvieron inseguros y entraron en un declive, y un centro comercial ya ofrece un consumo diversificado y continuo, se puede ir a comprar despensa, pagar la luz, a cortar el cabello, tomar un café. Son multifuncionales”, añadió.
Dos ejemplos de lo anterior son Parque Las Antenas en la colonia Esperanza, alcaldía de Iztapalapa, donde hay juegos mecánicos y su lema es “donde comprar es más divertido”; otro es la plaza Encuentro Oceanía que, aunque está en construcción, tendrá canchas de futbol en su azotea. “A diferencia del espacio público, en las plazas hay restricciones”, consideró Gasca.
El declive inevitable
Si bien los centros comerciales están en la cresta de la ola, el doctor en geografía Gasca Zamora afirmó que deberán enfrentar su declive ante el auge del comercio en línea que ofrece ventajas como recibir el producto en casa e incluso encontrarlo a menor precio. De hecho, esto ya ocurre en Estados Unidos donde pese a ser el campeón mundial de este mercado, se están cerrando plazas comerciales.
“Llega un momento en algunos países como en Estados Unidos, que los centros comerciales llegan a su punto máximo y ya empieza un declive. Si ahora se ven como una innovación de consumo, entran en obsolescencia porque viene otra ola de innovación que es el comercio electrónico. En México todavía no se ve mucho, pero pasará, tal vez en 10 o 15 años. Con las nuevas generaciones de millenials y todos los que vienen, la tendencia del comercio electrónico aumentará”, vaticinó.