Ni la noticia del primer fallecimiento por coronavirus en la Ciudad de México orilló a los capitalinos a resguardarse en su casa. Del Centro Histórico a Polanco, la Roma o la Cuauhtémoc, todos estos barrios en mayor o menor medida reciben todavía a empleados, comensales, compradores o turistas. Es la capital que se resiste a apagarse.
Una de las oficinas más concurridas de la capital es la del Registro Público de la Propiedad y el Comercio, ubicadas en la calle Villalongín, a un costado del Monumento a la Madre, donde los ciudadanos continúan con normalidad sus trámites. Las medidas de prevención se reducen a dispensadores de gel antibacterial.
En el módulo del Instituto Nacional Electoral (INE) de Fray Servando 68, en el Centro Histórico se mantiene la operación, aunque de manera reducida. Se atiende solamente mediante fichas que se acaban a los pocos minutos de iniciar el servicio. "A partir del lunes solamente se atendrá con cita previa", explica el guardia de seguridad que cubre su boca con un paliacate.
La avenida más glamurosa de la capital: Presidente Masaryk, en Polanco, ha perdido algo de brillo sin la gente que suele caminarla como si de un desfile de moda se tratase, o que come en sus terrazas. Restaurantes como el Santino o Mi gusto es, de los preferidos de esta exclusiva zona de la capital están vacíos.
Uno pensaría que esta ausencia de comensales obedece a que estamos en mitad de la quincena, pero no. Un mesero de mi gusto es, que prefirió omitir su nombre, admitió que en los últimos días la clientela ha bajado y lo atribuye a que, al ser también una zona de oficinas, muchas personas ya trabajan desde su casa. Hasta ahora no sabe qué pasará con su puesto de trabajo
Es la hora de la comida en Polanco, una de las zonas con mayor cantidad de oficinas de la capital, y los negocios de comida a precios más accesible registran unos cuantos clientes. "En un día normal tendríamos todo esto lleno", dicen en un local de tortas de la calle Newton, en la esquina con Heráclito.
En el corredor gastronómico de Río Lerma, en la colonia Cuauhtémoc, la fotografía es la misma: restaurantes o bien completamente vacío como La Cervecería de barrio, o bien con algunos grupos de comensales, como en el Quebracho. A unos metros de ahí, en la zona de rascacielos no se advierten los empleados enfundados en sus trajes, pues muchos ya laboran desde casa.
En conferencia de prensa desde el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, informó que no es tiempo de cerrar centros comerciales, supermercados, restaurantes y establecimientos mercantiles en general, pues sería un grave impacto a la economía de la capital. En efecto, no están cerrados, pero como si lo estuvieran, la clientela no se desborda como en los días previos a la llegada de la pandemia.
Se podría pensar que el hecho de que los restaurantes estén desolados implicaría que la gente está optando por pedir comida a domicilio, pero tampoco es así. "Para el mediodía ya debería llevar al menos 18 pedidos, pero apenas llevó nueve", se queja Gabriel, un repartidor de Uber Eats. "Si apenas empieza esto, ya me imagino cómo estará en unas semanas", dice preocupado, pues el reparto de comida por aplicación es su principal ingreso del día a día.
En el Centro Histórico la postal es otra: el río de gente que suele fluir por la calle peatonal de Madero sigue ahí, bares como el Salón Corona aún no resienten la falta de clientes, la zona comercial del sur y oriente del polígono sigue activa. El hormiguero que suele ser el corazón de la Ciudad de México mantiene su vida, hasta ahora. De no ser porque algunas personas llevan cubrebocas, no se pensaría que la ciudad está en alerta sanitaria por el auge que empieza a tomar el coronavirus.