Sin importar si eres niña, adolescente o adulta; si estudias en una escuela pública o puedes ingresar a una universidad privada; si vives en una zona de relevancia económica o de menos ingresos, ser mujer significa vivir en desigualdad y con el riesgo de ser acosada en el transporte público, ser secuestrada, desaparecida, víctima de violación sexual o feminicidio.
Este año las mujeres encendieron un movimiento de rabia e indignación que tuvo un momento clave: La manifestación del 16 de agosto en la Glorieta de los Insurgentes, frente a la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), en la Ciudad de México, una concentración que se replicó en otras ciudades y que se caracterizó por brillantina rosa, pintas y vidrios rotos.
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¿Qué hizo que las mujeres, feministas o no, irrumpieran en las calles en una movilización poco vista? Tan sólo este año en tres ocasiones se han encendido las alertas por la violencia contra las mujeres. En enero surgieron las denuncias de intentos de secuestro en el transporte público; en marzo los testimonios de acoso y hostigamiento sexual en el lugar de trabajo, por medio del movimiento MeToo; y en agosto las historias de violación sexual cometidos por policías capitalinos. Todos los casos estuvieron marcados por la impunidad y desdén de las autoridades.
La rabia de la sociedad se ha ido acumulando. Las manifestaciones del 12 y 16 de agosto, donde las asistentes hicieron pintas con frases como “No me cuidan, me violan”, “Vivas nos queremos”, “Luchar hoy para no morir mañana”, “Nos están matando y tú no haces nada”, no son nuevas. Las mexicanas poco a poco se han apropiado del espacio público y del derecho a manifestarse.
En 10 años, de 2007 a 2017, según un monitoreo de Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), se han contabilizaron 124 movilizaciones, tanto digitales como en calles, principalmente de la capital del país, por casos como el de tortura sexual de las once mujeres de Atenco; la encarcelación de Yakiri Rubí Rubio Aupart por agredir al hombre que la violó; el asesinato de Lesvy Berlín Rivera Osorio en la UNAM; la encarcelación de Dafne McPherson Veloz por un supuesto homicidio al tener un parto fortuito; o el suicidio de Mireya Agraz Cortés, tras denunciar, sin ser escuchada, durante siete años que dos de sus tres hijos eran abusados sexualmente por su expareja.
La ira de las capitalinas no comenzó con las declaraciones de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien la tarde del 12 de agosto, después de que inconformes rompieron una puerta de cristal de la Procuraduría General de Justicia capitalina (PGJ), dijo en un video publicado en Twitter: “no vamos a caer en ninguna provocación. Y esto es una provocación, querían que el gobierno utilizara métodos violentos igual que los que ellos utilizaron y nosotros por ningún motivo vamos a caer en provocaciones, claro que va a haber carpetas de investigación por lo que ocurrió, particularmente en la Procuraduría”.
La rabia se ha visto antes, durante la Primavera Violeta, por ejemplo, una marcha multitudinaria que se realizó el 24 de abril de 2016 cuando cientos de mujeres de todas las edades, funcionarias, académicas y activistas abarrotaron Paseo de la Reforma para denunciar el acoso y hostigamiento sexual; estas voces se han repetido una y otra vez, así sucedió durante el Paro Internacional de Mujeres, organizado el 8 de marzo de 2017, a propósito del Día Internacional de la Mujer, y que tuvo presencia en más de 50 países y 200 ciudades alrededor del mundo.
Ahora, durante la manifestación del 16 de agosto, un grupo de mujeres leyó un pronunciamiento donde dejó claro las razones de la protesta: los casos de violación y abuso sexual cometidos por policías capitalinos, arropados por la SSC y la PGJ, pero también por la violencia normalizada contra las mujeres: tres mil 233 delitos contra la libertad y seguridad sexual, sólo de enero a julio de 2019, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Las mujeres fueron firmes al mencionar: “Nuestro temor y nuestro hartazgo no es nuevo, pues todas las ciudadanas vivimos en constante inseguridad y la Policía Federal y las fuerzas militares nos infunden el mismo terror que la delincuencia organizada. Hoy hablamos por todas las mujeres asesinadas y desaparecidas. Hoy hablamos por las mujeres abusadas y torturadas sexualmente. Hoy hablamos por las mujeres que tienen miedo de hablar. Hoy hablamos por las mujeres que estamos aterradas de vivir en este país. Hoy hablamos porque no vamos a dar un paso atrás y no nos vamos a detener hasta que se hagan valer nuestros derechos humanos”.
En este contexto, 18 entidades tienen activada la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres, un mecanismo de acciones de emergencia que en junio se negó implementar en la Ciudad México. Sin embargo, la urgencia por garantizar una vida libre de violencia está presente, y por ello el 18 de agosto la jefa de Gobierno se comprometió a tomar acciones en torno a la violencia contra las mujeres en un plazo de 30 días.
A la urgencia de respuestas, el pasado 28 Sheinbaum presentó el Plan de Acción Inmediata de Atención a la Violencia contra las Mujeres, por medio del cual a partir de septiembre se implementan acciones en cinco ejes: protección de mujeres en el transporte público; iluminación de espacios públicos; capacitación al personal del gobierno para que garantice seguridad y justicia; fortalecimiento de las LUNAS (centros de atención para mujeres que viven violencia de género o familiar) para la atención a víctimas y campañas permanentes de comunicación.